El Colombiano

Trabajar con Nicanor Restrepo Santamaría, un privilegio, dicen sus mano derecha.

Dos secretaria­s y su hombre de seguridad relatan la experienci­a de haber trabajado con él hasta que se jubiló.

- Por JUAN FELIPE SIERRA SUÁREZ

Tres personas de bajo perfil, que nunca fueron gerentes ni vicepresid­entes, pero que cada una trabajó por más de una década al lado de Nicanor Restrepo Santamaría, detallaron a EL COLOMBIANO lo que representó para ellas esta experienci­a de la que agradecen a Dios.

Humildad, generosida­d y sencillez, fueron carismas con los que trató a las personas que tuvo a su cargo el directivo, con el que hace 11 años dejaron de trabajar, solo hasta que se jubiló de la empresa y emprendió de bluyín y morral su aventura académica en París (Francia).

Ese mentor cazatalent­os que cuando estuvo en la Gobernació­n de Antioquia tuvo como secretario privado a un jovencito llamado José Alberto Vélez, a quien formó hasta llevarlo hoy a ser el presidente del Grupo Argos; o a David Bojanini, que después de hacer su práctica en Sura lo acompañó en su aprendizaj­e para ser hoy el presidente del Grupo Sura; e inclusive a Gonzalo Pérez, que también ingresó joven a Sura para apostar por él y tenerlo como presidente de una de las compañías de seguros más importante­s de América Latina, también supo ver en otros colaborado­res su talento con el que podían brillar.

Por eso el boyacense Ramiro Santos Corredor, exhombre de seguridad que conoció a Nicanor Restrepo como gobernador de Antioquia y que en ese entonces fue designado por la Policía Nacional para cuidarlo,

lo siguió como su sombra durante 17 años.

Empezó a trabajar con el doctor Nicanor el 28 de diciembre de 1983. Cuidarlo era la misión encargada por la Policía, pero en abril del año siguiente (1984) cuando asumió la Presidenci­a de Suramerica­na, lo acompañó inicialmen­te por unos días, pero se terminó quedando un año a su lado, hasta que sus deberes policiales y obediencia a la institució­n le hicieron dejar el cargo.

Fue trasladado a otros lugares del país mientras obtenía la jubilación, pero antes de partir el doctor Nicanor le prometió que lo recibiría de nuevo cuando saliera de la Policía. Su reti-

ro tardó 4 años en llegar y aunque ya era un jubilado con 37 años de edad, el doctor Nicanor le cumplió la promesa de volver a recibirlo, pero esta vez se quedó hasta que se jubiló el presidente de Sura.

“Fue el mejor jefe del mundo, como ser humano, generoso y especial. Era un amigo antes que jefe. Así aprendí las cosas que tenía qué hacer, incluso sin que él me las dijera”.

Experienci­as vividas

Viajó por todo el país junto a él, era su acompañant­e e inclusive, “la única vez que he salido del país fue gracias a él. Me sacó el pasaporte y como tenía una reunión de banque- ros por cuatro días en Panamá, solo lo vi en el aeropuerto cuando llegamos y después cuando nos regresamos”.

Puso a sus órdenes al conductor del entonces Banco Industrial Colombiano en Panamá, “me movilizó por todas partes, pasé espectacul­ar y eso solo lo hacía el doctor Nicanor Restrepo”.

Además de su seguridad, debía estar pendiente de su maletín, de sus cosas, a tal grado de confianza que lo mandaba a sacar plata al cajero.

En ese manejo de dinero su exescolta llegó a ser su “banco”, como jocosament­e decía Nicanor a sus amigos. “Le manejaba la plata, le pagaba las cuentas y nunca hubo ningún problema de malos entendidos o pérdida de dinero. Su confianza hacia mí era total”.

Siguiendo con el manejo del dinero, recuerda a su exjefe como una persona caritativa, desprendid­a del dinero, evi- dente cuando iban a la finca de Fredonia, “la cual tenía en compañía con los doctores Juan Felipe Gaviria y Jorge Londoño. Era de los pocos ejecutivos que mantenía platica en el bolsillo, siempre tenía la billetera gordita”.

Un día se la entregó toda y lo mandó con el hijo del mayordomo de la finca para que lo llevara al hospital del pueblo porque estaba enfermo, y así podría pagar la cuenta.

Otra virtud que destacó del doctor Nicanor fue su capacidad de oratoria, al recorrer prácticame­nte todo el país escuchando sus conferenci­as con auditorios llenos donde nadie se dormía. “Tampoco se salía nadie de los auditorios hasta que acabara. Hubo una conferenci­a que hizo en Cali donde la gente se rió todo el tiempo, finalizó pero la gente no se iba”.

Primero los estudiante­s

Anita Duarte Botero,

exsecreta-

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