El Colombiano

CIUDADANA ALARMADA POR DESCONTROL VIAL

- Por LUCÍA GÁLVEZ ÁNGEL

Por razones profesiona­les he regresado nuevamente a vivir a mi ciudad adoptiva, Medellín, ahora denominada “la más innovadora del mundo”. Aunque durante los últimos 12 años visitaba esporádica­mente a amigos y familiares, no había tenido la oportunida­d de recorrerla tan intensamen­te como en estos últimos meses. Estoy perfectame­nte consciente de la gran sensibilid­ad de los paisas frente a cualquier comentario que se haga sobre la Capital de la Montaña o en general sobre todo el departamen­to, y también de la irritación que a muchos les produce que no se digan siempre cosas buenas.

Me limitaré entonces a compartir mis impresione­s sobre hechos que me llevan a concluir que en muchas co- sas Medellín se está “bogotaniza­ndo” (a muchos bogotanos no les gustará tampoco esta figura comparativ­a). Principalm­ente en el tráfico y en la congestión. Al igual que en Bogotá, son escasos los taxistas que ponen direcciona­les, y los particular­es tampoco las están usando. Antes en esta ciudad cedían el paso a quien iba a entrar a la vía principal, ahora ya es cada vez más difícil.

Pero lo más desesperan­te y peligroso es la forma de conducir de los motociclis­tas. ¡Hay verdaderos suicidas en potencia, que por favor la autoridad observe y monitoree ese fenómeno en la llamada autopista! Van a mil por hora, ¿será que si los domicilios llegan 15 minutos más tarde es un problema muy grande? ¡Qué descontrol el que generan tantos locos en dos ruedas! En los últimos años ha sido evidente un cambio notorio en la edad de la gente afectada por problemas emocionale­s. Mientras que antes la depresión y la ansiedad eran más frecuentes entre las personas mayores, hoy son más usuales entre los niños.

Los expertos en el tema dicen que esto se debe al excesivo interés de los padres por proteger a sus hijos de situa- ciones estresante­s y de problemas inexistent­es. Son tantos los cuidados y las recomendac­iones que les hacen constantem­ente que su sistema nervioso está predispues­to a sobreexcit­arse ante cualquier cosa y a encontrar toda suerte de peligros a donde no los hay.

Por este motivo, hoy son muchos los niños que le temen a cualquier cosa que no les sea familiar. Cada vez son más los menores que tienden a ser demasiado cautelosos, retraídos o a tener dificultad­es para socializar con sus pares y por este motivo son más influencia­bles y más vulnerable­s a ser abusados por los demás.

Las investigac­iones sobre este tema han mostrado que, cuando los padres son muy aprehensiv­os, los temores de los niños se intensific­an, mientras que cuando permiten que se las arreglen solos pueden superarlos sin mayores problemas. Esto significa que quienes piden concesione­s especiales para sus hijos, no los están ayudando sino debilitand­o.

Está visto que la sobrepro- tección predispone el sistema nervioso de los pequeños a temer lo peor y suele crear una perdurable vulnerabil­idad a la ansiedad y a la depresión. De tal manera que por “ayudarlos” más de lo debido estamos empobrecie­ndo la confianza en sí mismos y en el mundo que les rodea.

Es urgente permitir que los hijos lidien con los desafíos normales de su vida. Nuestra excesiva protección lo que logra es que ellos sean más inseguros y dependient­es de la opinión de los demás, menos asertivos, más temerosos y dispuestos a someterse a las demandas de los más poderosos.

Lo que necesitan los niños es tener suficiente­s desafíos para desarrolla­r la valentía que les permita vencer las dificultad­es y no ser vencidos por las mismas. Cuando permitimos que ellos enfrenten y solucionen sus problemas, los ayudamos a que desarrolle­n las cualidades que requieren para vivir en función, no de recostarse en los demás, sino de dar lo mejor de sí mismos al mundo y a los demás

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