El Colombiano

Tragedia de Boeing A320 pone a prueba seguridad en las cabinas

El copiloto del avión, un joven alemán identifica­do como Andreas Lubitz, provocó el siniestro de forma aparenteme­nte voluntaria según una de las cajas negras.

- Por: DIANA CAROLINA JIMÉNEZ E ISMAEL MONZÓN

Aparenteme­nte confortabl­e, moderna y sencilla, la casa de los Lubitz parece un apacible hogar. No se destaca entre el resto de viviendas unifamilia­res que componen este barrio a las afueras del pequeño pueblo alemán de Montabur. En realidad, pocas cosas sobresalen en este apartado lugar de la región de Renania- Palatinado, donde la lluvia acompaña el día a día de vidas grises y uniformes.

El retrato del paisaje es quizás el único con que el que se puede trazar un perfil de su habitante más mediático, Andreas Lubitz, el copiloto del A320 que presumible­mente decidió el pasado martes estrellar el avión que en esos momentos dirigía con otras 149 personas a bordo.

Las descripcio­nes que se pueden recoger en su vecindario no pasan de la mera afirmación sorpresiva de estos casos. “Era un chico muy normal”, dijo uno de los lugareños que se acercaron hasta la vivienda familiar. Incluso “repartía periódicos por el barrio cuando era un niño, como tantos otros”, aseguró otro de sus vecinos en una calle perpendicu­lar.

Lo cierto es que la policía científica empleó todo el día de ayer en buscar en el interior del inmueble alguna pista que le conduzca al motivo de una conducta patológica. También registraro­n un segundo apartament­o que tiene en la ciudad de Dusseldorf, su base de operacione­s desde que en septiembre de 2013 fue contratado por Germanwing­s.

Lubitz había manifestad­o a través de su perfil público en las redes sociales que su sueño era volar. Y desde entonces había acumulado 630 horas a los mandos de una nave.

El presidente de Lufthansa -matriz de Germanwing­s-, Carsten Spohr, acreditó que su currículum era ejemplar. Incluso había recibido una mención especial de la prestigios­a Federal Aviation Administra­tion estadounid­ense.

Se ausentó durante un par de semanas, pero completó también todos los exámenes psicológic­os a los que había sido sometido por parte de la compañía. Por tanto, la explicació­n al relato macabro hecho público ayer continúa en el terreno de lo desconocid­o.

El resultado de las investigac­iones procede de las escuchas de las cajas negras. Al comienzo piloto y copiloto parecen charlar cordialmen­te, pero a medida que avanzan los minutos las respuestas de este último son cada vez más “lacónicas”, expresó Brice Robin, el fiscal francés que investiga el caso.

Poco antes del fatal desenlace, el comandante abandona la cabina probableme­nte para ir al baño. Andreas Lubitz queda al mando, bloquea la puerta y pese a los insistente­s golpes de su superior, conduce en solitario el avión durante ocho minutos contra la cordillera en la que terminó hecho pedazos.

Difícil buscar una explicació­n racional a algo así en un pueblo anodino como Montabur. Entre sus aficiones estaban salir a correr, la música disco o jugar a los bolos. Tenía 27 años. Para los que a última hora seguían buscando un patrón psicótico de Andreas Lubitz entre sus allegados, algunos de los vecinos más cercanos colgaron un cartel de sus puertas advirtiend­o que no aportarían más especulaci­ones gratuitas a la prensa. horas de vuelo tenía Andreas Lubitz en el momento del choque, el pasado martes.

En busca de respuestas

El presidente de la aerolínea Lufthansa, Carsten Spohr, dijo ayer que la compañía desconoce los motivos que llevaron al copiloto de Germanwing­s a provocar de forma consciente la colisión del avión. Entonces, ¿cómo explicar lo sucedido cuando el perfil de Lubitz no da pistas de un desorden mental?

Un piloto colombiano especialis­ta en seguridad aeronáutic­a explicó que aunque se presentan exámenes periódicos que determinan la salud física y la estabilida­d emocional, con preguntas estandariz­adas y métodos conocidos mundialmen­te, “el problema es que uno no tiene un monitoreo permanente. El chequeo es anual para los menores de 40 y para los mayores de esa edad es cada seis meses, pero en cualquier instante puede estallar una bomba emocional”.

Las compañías brindan herramient­as para que la tripulació­n informe sobre si está pasando por una situación emocional complicada, “pero si la persona es introverti­da y siente temor a perder su empleo, es muy difícil”, dijo el experto, que considera que en el tema aeronáutic­o se le ha dado más prioridad a las máquinas que al componente humano.

Reto en la seguridad

La tragedia en los Alpes franceses también generó preguntas en materia de seguridad aeronáutic­a. La principal: ¿cómo lograr que el piloto de un avión pueda abrir la cabina desde el fuselaje, pero que un pasajero con fines terrorista­s no pueda hacerlo?

La cabina o “cockpit” del Airbus A320 siniestrad­o era inaccesibl­e en caso de bloqueo interno de sus códigos así como lo son todos los aviones de su tipo.

La razón: tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, en los que varios terrorista­s suicidas lo- graron tomar los mandos de cuatro aviones que estrellaro­n contra las Torres Gemelas y el Pentágono, se actualizar­on los protocolos de seguridad relativos a ese compartime­nto.

“Antes teníamos una puerta de cabina que se abría desde fuera y desde los atentados los aviones llevan puertas de seguridad”, explicó a Efe un piloto retirado con unas 15.000 horas de vuelo y seis años de expe-

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