Agro requiere innovación más práctica
El manejo orgánico de la tierra es ejemplo de ello y la tecnología por sí sola no garantiza la competitividad.
No es ninguna novedad que el campo colombiano requiere una reconversión profunda para ser realmente productivo de cara al mercado internacional.
Para ello la innovación es la respuesta, pero no necesariamente solo con adopción tecnológica e importación de maquinaria de última generación. Hacer cambios simples en los procesos le pueden brindar la competitividad que la industria agropecuaria requiere para tener impacto mundial. Incluso, si se quiere ser la verdadera punta de lanza de las exportaciones colombianas.
Juan Manuel Ospina, gerente de Biomezclas de Colombia, empresa dedicada a la producción de material orgánico explica que el país no se ha dedicado a desarrollar tecnologías aptas para colombianos, simplemente traen esquemas desde el exterior pero sin darle valor agregado a los procesos.
Según él, se debe volver a prácticas del siglo XVIII en el manejo de tierras, porque el país contaba con los mejores suelos de Latinoamérica, suelos como los de Urabá, los de la Mojana (Sucre) como los del Sinú (Córdoba). Permitieron sostener una agricultura extractiva y abusiva por muchos años. Pero a la vez permitió descubrir que la vida del suelo no es solo materia orgánica.
“Eran suelos que tenían altos contenidos orgánicos porque eran de selva recién cortada, pero en 50 años nos gastamos esa tierra que la naturaleza tardó 20 millones de años en formar. Ahora varias empresas se han metido al negocio de volver a darle vida productiva a esas tierras devastadas”, indicó Ospina.
Está el caso de cultivadores de papa que con gallinaza buscan nutrir de nuevo la tierra o los bananeros que hicieron aplicaciones de materias orgánicas y empezaron a tener muy buenas respuestas. “Se dieron cuenta que estaban manejando mal los suelos, usando fertilizantes inadecuados y si seguían así iban a terminar acabando el cultivo. Por eso a los empresarios inquietos han seguido adelante con la producción orgánica”.
No obstante, dice el gerente
de Biomezclas, que debería haber empresas apoyadas y no afectadas por las autoridades ambientales. “Preocupa cuando a uno lo llama un Corantioquia porque se espera alguna multa. Se vuelve muy complicado el asunto porque si trabajamos con estiércol no podemos oler a flores”.
Diferencia de suelos
Otro elemento que parece obvio pero termina siendo innovador es el manejo de la materia orgánica, la cual no puede ser un genérico, debe ajustarse a a las necesidades de cada suelo. “No es la misma materia orgánica que se va a utilizar en el páramo de San Félix a la que se va a utilizar en Urabá. Los nutrientes de cada una son distintas y eso nos hizo entender lo que estaba pasando con los suelos de Colombia”, que utiliza los mismos fertilizantes importados para diferentes tierras.
Por ejemplo, se habla que la producción de banano en Urabá no es la misma de hace 30 años, se ha desmejorado la productividad.
“Cuando se inventaron los fertilizantes nitrogenados después de la segunda Guerra Mundial se nos olvidó que Colombia tenía muchos años de experiencia en su manejo. Una tierra se compraba y se estiercolaba para hacerla productiva, pero ahora no, se tumba el monte y le echamos urea”.
Para el gerente de Biomezclas se olvidó ese manejo de años y se destruyeron los suelos, “eso es muy grave porque los suelos no son un recurso renovable totalmente, solo parcialmente”.
Casos como Villa de Leyva, que era la despensa de Bogotá por su alto valor productivo, ahora es más turístico y menos agrícola con tierras improductivas. Es quizá el secreto que los agricultores no entienden, que las prácticas innovadoras no provienen solo desde la tecnología y el uso de productos im-
portados. Suelos como el de la Meseta del Tolima se han deteriorado por el uso de agroquímicos, los cuales han salinizado la tierra, le han hecho perder su Ph y eso se ve reflejado en el rendimiento de cultivos como el arroz, maíz y algodón.
Por eso la recuperación de tierras para la agricultura en Colombia es fundamental para que haya verdadera innovación en el agro.
El empresario agrícola Juan
Santiago Vélez, quien tiene experiencia en producción frutícola en Colombia y también a nivel pecuario como expresidente de Asocebú, dice que diariamente el país importa unos 30 contenedores solo de fruta. “Ahí es donde uno dice: Y porqué Chile puede exportar manzanas, peras, uvas, nectarines, ciruelas, duraznos y nosotros qué. Si la exportación de frutas tropicales colombianas llegará si acaso a 3 contenedo-
res, entre uchuvas, pitayas.
Es posible que con limón Tahití haya posibilidades de exportar en grande pero hace falta mucha pedagogía en mejores prácticas y tecnificación en las fincas del país.
“Al campesino hay que formarlo de cara al mercado internacional. A que utilicen cajas nuevas y no recicladas. Las cajas viejas tienen hongos y así se movilizan las frutas, no hay interés de manipular mejor la