EDITORIAL
En 2014, los indicadores de pobreza y calidad de vida evidenciaron la reducción de la primera y el mejoramiento de la segunda. Dada la coyuntura, el Gobierno debe asegurar dichos avances.
“En 2014, los indicadores de pobreza y calidad de vida evidenciaron la reducción de la primera y el mejoramiento de la segunda. Dada la coyuntura, el Gobierno debe asegurar dichos avances”.
Según el Dane, en 2014 se mantuvieron los avances que en materia social se vienen registrando desde la pasada década. Los resultados en cuanto a la reducción de la pobreza y el mejoramiento de la calidad de vida les ha permitido a muchos hogares alcanzar mayores niveles de bienestar.
Dichos logros son significativos puesto que, frente a sus pares latinoamericanos, en poco más de una década nuestra nación pasó de estar entre las de mayor nivel de pobreza a ubicarse en la media regional.
Precisamente, en 2014, en el país la incidencia de la pobreza monetaria total fue de 28,5 por ciento. Ello representa una disminución de 2,1 puntos porcentuales con respecto al nivel de 2013. Esto permitió que, durante el año pasado, 784.000 personas salieran de la pobreza.
De este total, 367.000 personas corresponden a otras cabeceras diferentes a las 13 áreas metropolitanas (en donde el número de pobres se redujo en 294.000 personas), lo que representa un logro destacable, pues el eje de estos avances ya no se ubica solo en las grandes ciudades.
Por su parte, la menor disminución del número de pobres se dio en las zonas rurales (123.000 personas).
Por tanto, en 2014 el mapa de la pobreza en Colombia presentó nuevos rasgos al prevalecer las mejoras en las zonas urbanas, especialmente en aquellas ciudades diferentes a las 13 áreas metropolitanas.
Preocupa, sin embargo, que los avances en el campo fueran los menores, pues los niveles de pobreza rural (41,4 por ciento) son sustancialmente superiores a los de las cabeceras (24,6 por ciento). Esta característica ha sido un rasgo permanente de la pobreza en el país.
En pobreza extrema también se registraron mejoras, ya que de esta condición salieron 407.000 personas. Nuevamente, los mayores logros se consiguieron en las cabeceras diferentes a las áreas metropolitanas.
A nivel de ciudades, los avances alcanzados muestran que, en cuanto a la pobreza monetaria, Bucaramanga presenta el menor nivel, 8,4 por ciento. Luego le sigue Bogotá con una incidencia de 10,1 por ciento. Medellín, que logró una disminución de 1,4 puntos porcentuales, tiene un nivel de 16,1 por ciento.
En pobreza extrema también se presentan mejoras en muchas ciudades que, como Bucaramanga, Montería y Bogotá, tienen niveles de en- tre el 1,0 y el 2,0 por ciento. En Medellín, este indicador es de 2,8 por ciento.
Las mejoras sustanciales que se presentan en algunas ciudades intermedias, como Pereira y Montería, son una constatación de la importancia que para la reducción de la pobreza tienen el crecimiento económico y la generación de empleo local.
Ello, junto a buenas políticas públicas en materia social (educación, salud, vivienda, etc.), asegura que las personas que salen de la pobreza estén en capacidad de mantener una ruta sostenible de mejoramiento económico y social.
Como lo confirman los resultados de las mediciones de la pobreza multidimensional (que además del ingreso incorpora otros aspectos como la educación, la salud y el empleo) y de calidad de vida, las mejoras en los niveles de pobreza monetaria han estado acompañados de mayores logros en acceso a servicios públicos y a algunos bienes. Ello revierte en aumentos en los niveles de bienestar.
Mantener los avances sociales en una coyuntura de desaceleración del crecimiento y de menores ingresos fiscales constituyen un gran reto. Es en este escenario que el Gobierno deberá mostrar la verdadera solidez de la economía