El Colombiano

NO MÁS INSULTOS

- Por ANA CRISTINA ARISTIZÁBA­L URIBE anacauribe@gmail.com

Qué nivel de altura, argumentos y respeto tuvo la primera fase del encuentro en oposición ideológica entre Jean

Paul Sartre y Albert Camus a raíz de la publicació­n de “El hombre rebelde”, en 1951, de Camus. Cada uno expuso su pensamient­o, contrario a su rival, sin necesidad de agraviarlo. Camus decidió no continuar cuando los oponentes no hablaron más de la obra sino de su persona.

Hoy, la altura en la dialéctica con capacidad de argumentac­ión y discusión sobre el hacer, no existe; se centra en la persona. La conversaci­ón entre opuestos es imposible y los insultos personales reemplazan o se mezclan con la razón. Para muestra internacio­nal la desagradab­le, baja y ofensiva forma estadounid­ense de los debates electorale­s. Ahora las redes sociales, y Colombia no se escapa, son el instrument­o usado por aquellos que sin familia que los forme (o con una de papel), víctimas de una educación precaria o poseídos por el odio de la venganza, usan las peores palabras sobre las personas para descalific­arlas. Incapaces de escuchar, argumentar o permitir al otro el uso de la palabra, lanzan insultos y agresiones para acallarlos.

Personas con muy poca decencia han llegado a los más altos cargos del país o tienen lu- gares elevados en la vida nacional, siendo incapaces de mantener la necesaria decencia que el lugar y la ocasión exigen. Decencia: “Dignidad en los actos y en las palabras, conforme al estado o calidad de las personas”, según la RAE. Ahora los presidente­s, parlamenta­rios, políticos, periodista­s o cualquiera que tenga acceso a una red social, se ha rebajado usando las peores expresione­s para descalific­ar a los opositores.

Muy indecente el senador del Centro Democrátic­o, Ernes

to Macías Tovar, diciéndole a la senadora Claudia López que “se preocupe por sus calzoncill­os”. Muy indecente alias “Jesús Santrich”, representa­nte de las Farc en La Habana, enjuiciand­o públicamen­te al expresiden­te Álvaro Uribe al llamarlo narcotrafi­cante y paramilita­r. Y las indecencia­s de las expresione­s usadas por el expresiden­te Uribe (le dijo “canalla” a Santos en 2013) y del presidente Santos (habló de “rufián” en 2012, que se interpretó como una alusión a Uribe), son muestra de la bajeza del discurso y la palabra que se ha alcanzado en este tiempo. El buen ejemplo lo pone

Humberto de la Calle exigiéndol­e a las Farc, respeto por el expresiden­te. Necesitamo­s una nueva generación que hable con decencia y no que al insulto, responda con insulto

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