NO MÁS INSULTOS
Qué nivel de altura, argumentos y respeto tuvo la primera fase del encuentro en oposición ideológica entre Jean
Paul Sartre y Albert Camus a raíz de la publicación de “El hombre rebelde”, en 1951, de Camus. Cada uno expuso su pensamiento, contrario a su rival, sin necesidad de agraviarlo. Camus decidió no continuar cuando los oponentes no hablaron más de la obra sino de su persona.
Hoy, la altura en la dialéctica con capacidad de argumentación y discusión sobre el hacer, no existe; se centra en la persona. La conversación entre opuestos es imposible y los insultos personales reemplazan o se mezclan con la razón. Para muestra internacional la desagradable, baja y ofensiva forma estadounidense de los debates electorales. Ahora las redes sociales, y Colombia no se escapa, son el instrumento usado por aquellos que sin familia que los forme (o con una de papel), víctimas de una educación precaria o poseídos por el odio de la venganza, usan las peores palabras sobre las personas para descalificarlas. Incapaces de escuchar, argumentar o permitir al otro el uso de la palabra, lanzan insultos y agresiones para acallarlos.
Personas con muy poca decencia han llegado a los más altos cargos del país o tienen lu- gares elevados en la vida nacional, siendo incapaces de mantener la necesaria decencia que el lugar y la ocasión exigen. Decencia: “Dignidad en los actos y en las palabras, conforme al estado o calidad de las personas”, según la RAE. Ahora los presidentes, parlamentarios, políticos, periodistas o cualquiera que tenga acceso a una red social, se ha rebajado usando las peores expresiones para descalificar a los opositores.
Muy indecente el senador del Centro Democrático, Ernes
to Macías Tovar, diciéndole a la senadora Claudia López que “se preocupe por sus calzoncillos”. Muy indecente alias “Jesús Santrich”, representante de las Farc en La Habana, enjuiciando públicamente al expresidente Álvaro Uribe al llamarlo narcotraficante y paramilitar. Y las indecencias de las expresiones usadas por el expresidente Uribe (le dijo “canalla” a Santos en 2013) y del presidente Santos (habló de “rufián” en 2012, que se interpretó como una alusión a Uribe), son muestra de la bajeza del discurso y la palabra que se ha alcanzado en este tiempo. El buen ejemplo lo pone
Humberto de la Calle exigiéndole a las Farc, respeto por el expresidente. Necesitamos una nueva generación que hable con decencia y no que al insulto, responda con insulto