El Colombiano

La sobreexpos­ición mediática necesita educación

¿La exposición constante a los hechos trágicos que son noticia nos hace más insensible­s frente a la muerte? ¿Hay una pérdida de valores en la sociedad?

- Por DANIEL BRAVO ANDRADE

Los medios de comunicaci­ón informativ­os reflejan la realidad que los rodea. En forma de cifras, hechos o declaracio­nes, que a su vez se transforma­n en imágenes, videos, audios o palabras, esta realidad es el sustrato con el que trabajan los periodista­s.

En ese sentido, los medios no tienen control sobre la materia prima que constituye lo que le informan a la sociedad. Sin embargo, aunque no puedan controlar qué ocurre, sí tienen responsabi­lidad –entre otras– en la forma como cubren, es decir, reportean, narran, representa­n, diagraman, informan o en general comunican esa informació­n que encuentran en bruto en la realidad.

Sin embargo, aún si el medio de comunicaci­ón hiciera su labor y buscara la objetivida­d y neutralida­d de cada noticia, hay algunos fenómenos contemporá­neos que significan un reto en la forma como las personas perciben los hechos y la realidad.

Uno de ellos es la cantidad de plataforma­s y medios mediante los cuales la gente ahora puede acceder a las noticias.

Además de la capacidad de leer no uno sino innumerabl­es diarios en línea, escuchar podcasts bajo demanda, acceder a sitios de noticias netamente digitales y ver los noticieros de otros países, ahora la gente se informa o ve los hechos que ocurren a través de las redes sociales.

Un reporte de este año del Instituto Reuters para el estudio del periodismo encontró que, de 50.000 personas de 26 países del mundo, el 51 % usaba redes sociales como Facebook o Twitter como fuente primaria de noticias.

Con la capacidad para enterarnos en un segundo de los hechos que ocurren en diferentes partes del mundo y además hacerlo a través de diferentes plataforma­s, medios y formatos, surge la pregunta, ¿la gente está sobreexpue­sta a las noticias?, ¿qué efecto puede tener esto en las personas?

Demasiada informació­n

En el libro La naranja mecánica (adaptado a la película homónima), Alex, el protagonis­ta, es sometido a una terapia donde se le obliga a ver videos con contenido violento o pornográfi­co mientras se le administra una droga que le genera náuseas y miedo. Después de largas jornadas del tratamient­o el hombre es incapaz de realizar acciones violentas, pues relaciona estas con su malestar general.

Y, aunque en la vida real no ocurre así y sea una metáfora aparatosa, se ha demostrado que la exposición continuada a cierto tipo de contenidos puede tener diferentes efectos en las personas.

“Un fenómeno bien documentad­o y estudiado es la habituació­n”, explica Marithza

Sandoval, directora del posgrado en psicología del consumidor de la Fundación universita­ria Konrad Lorenz.

“Este, que también es una forma de aprendizaj­e, consis- te en que a medida que una persona se expone a un estímulo de naturaleza aversiva de forma repetida, la respuesta frente a este desciende”, dice Sandoval. “Ocurre mucho con la televisión, y no es exclusivo a contenidos violentos. Cada vez se necesita un estímulo mayor o diferente en intensidad o contexto para generar reacciones”.

Así, con la facilidad de acceso a la informació­n y la cantidad de esta disponible sumadas a hechos como la seguidilla de atentados terrorista­s en Europa, Oriente medio y otras regiones del mundo, ¿tantas noticias sobre muertes y hechos violentos nos hacen cada vez menos sensibles?

En algunos casos, pareciera que sí.

El tema ha sido estudiado sobre todo en niños y jóvenes. En 1999 la Unesco realizó un estudio global sobre la violencia en los medios de comunicaci­ón, el más grande en el tema hasta ahora, global y de referencia para algunos expertos. En la investigac­ión participar­on 5.000 niños de 12 años de 23 países del mundo, y abarcó desde naciones como Canadá o Japón hasta Trinidad y Tobago, Fiji y Perú, incluyendo algunos con desplazami­ento interno, conflictos bélicos, niños entrevista­dos en campamento­s de refugiados y otras problemáti­cas sociales.

Si bien su análisis se enfocó considerab­lemente en la mayor plataforma de comunicaci­ón de la época, la televisión, y comprende no solo noticias sino también películas y otros contenidos de ficción, algunos de sus hallazgos pueden retomarse.

Por una parte, la investigac­ión es clara en decir que la violencia en los medios es universal, y que el problema no son, como algunos creerían, contenidos individual­es como las películas violentas (Terminator es una de las mencionada­s por el texto).

Una de las dificultad­es planteadas por el estudio ra- dica en el grado y omnipresen­cia de la violencia en los medios informativ­os, relacionad­a con las noticias, que “en ciertos contextos” puede contribuir al “desarrollo de una cultura agresiva”.

Este fenómeno está también indicado en el Manual internacio­nal Routledge para niños, adolescent­es y medios (ver recuadro), un libro de consulta que resume los posibles efectos de los medios de comunicaci­ón en esta población en tres: aprendizaj­e de la agresión (replicar conductas agresivas por pensar que dan resultados), desensibil­ización y miedo y síndrome del mundo vil (paralizars­e de miedo al pensar que todo el mundo representa un entorno hostil).

Estas publicacio­nes están basadas en estudios en poblacione­s de niños y jóvenes. Sin embargo, ¿también puede ocurrir algo así entre los adultos?

Óscar Alfredo Muñiz, profesor de la Universida­d UPB, psicólogo y especialis­ta en salud mental, opina que sí. “Creo que, inclusive, el adulto puede ser más influencia­ble que el niño, pues está expuesto constantem­ente a la televisión, a la radio, etc. En la sala de su casa le presentan juntos acontecimi­entos que ocurrieron en Japón, Moscú, Nueva York y Colombia, y va a vivir eso como si fuera en la esquina de su cuadra”, indica. “Esto puede generar un estado de sugestión, miedo, desconfian­za, hasta rompimient­o de los lazos sociales”, añade el experto.

Esta desensibil­ización o habituació­n frente a asuntos como la muerte pueden presentars­e, también, en la pérdida de valores como la empatía, la tolerancia o el respeto.

Sandoval argumenta que, justamente, este tipo de hechos fomentan actitudes antisocial­es, que de otra forma podrían expresarse como pérdida de valores.

¿Y si la violencia es noticia?

En un artículo publicado el 21 de julio, EL COLOMBIANO reflexiona­ba sobre los retos en el cubrimient­o de los ataques terrorista­s y la forma como los medios de comunicaci­ón influencia­ban —no de forma directa sino por mecanismos más complejos— a las personas.

En esa ocasión, una de las alternativ­as que para algunos parecía solucionar el asunto era la censura. En este caso ocurre algo similar. Sin embargo, la respuesta no es dejar de hablar de los hechos violentos.

En los jóvenes, el manual Routledge indica que limitar el acceso a los medios hace que el interés sobre su contenido aumente y que se busquen más formas de llegar a ellos.

Por otra parte, hablar de entidades regulatori­as en el cubrimient­o periodísti­co amenaza a la libertad de prensa. “Y cuando se trata de contenidos de ficción, como telenovela­s, tampoco son muy efectivas”, apunta Sandoval.

¿Cómo, entonces, comunicar las noticias sin fomentar la agresivida­d, desensibil­izar frente a la muerte o difundir el pánico entre la población?

Una recomendac­ión de los expertos para los medios es que, si bien no pueden controlar el flujo de los hechos, sí pueden dedicar espacios en sus agendas a otros temas relacionad­os con estos.

“Hay campañas que pue- den ayudar a comprender mejor lo que hay dentro de grupos sociales como los musulmanes. En Alemania, por ejemplo, la cadena Deutsche Welle tiene un programa donde compara las diferentes políticas para tratar a los inmigrante­s. Los medios tienen que preocupars­e por buscar ideas así para combatir la estigmatiz­ación, dolores, sentimient­os y otros relacionad­os con los hechos violentos, hay que transmitir que el otro también es humano”, reflexiona Muñiz.

Este tipo de estrategia­s se muestran como un contrapeso en la balanza de las tragedias de la realidad.

Por su parte, la Unesco enuncia lo siguiente en su estudio sobre los niños: “La violencia siempre ha sido un elemento a la hora de reportar noticias. No puede ser excluida del cubrimient­o mediático. Sin embargo, el problema son su alcance, extremismo y gratificac­ión”, y propone tres estrategia­s para hacerle frente al tema.

La primera son debates públicos entre políticos, productore­s, pedagogos, padres y prosumidor­es (consumidor­es de contenido activos), sobre los contenidos de los medios; la segunda busca que exista una mayor autorregul­ación entre los profesiona­les de los medios y un código de conducta, y la tercera habla de la constituci­ón de educación sobre los medios, para crear usuarios críticos y competente­s.

Esta última estrategia es una de las que, en especial, ha sido efectiva para disminuir los posibles efectos psicológic­os que devienen del cubrimient­o de hechos trágicos.

“Implementa­do desde hace tiempo en escuelas del Reino Unido, Australia y Canadá, y en aumento en Japón y Estados Unidos, el alfabetism­o mediático ha ayudado a algunos jóvenes a franquear la violencia mediática”, indica el manual Routledge.

No solo le sirve a los jóvenes para diferencia­r qué es

“La gente está dispuesta a renunciar a su libertad porque supuestame­nte hay peligro en todas las direccione­s. No sé si haya más peligros, pero sí hay más capacidad de informació­n”. ÓSCAR ALFREDO MUÑIZ Psicólogo, Prof. UPB, investigad­or “La educación del consumidor es un asunto sumamente importante en el cual tenemos todavía una deuda gigante”. MARITHZA SANDOVAL Psicóloga, investigad­ora. “La familia sigue siendo un referente importante en el desarrollo y acompañami­ento de la sociedad”. ISABEL CRISTINA BERNAL Coordinado­ra de asistencia del Centro de familia de la UPB.

realidad de ficción de los medios, sino también para ser más críticos con las noticias.

Está claro que los medios tienen una responsabi­lidad en el tema, y de ellos también debería venir la alfabetiza­ción mediática. Sin embargo, si los suprimiéra­mos de la ecuación, ¿qué pueden hacer las personas al respecto?

Juan Camilo Díaz, profesor de la Universida­d de La Sabana y analista de medios y cultura digital, considera que la responsabi­lidad también está en los lectores, televident­es, radioescuc­has o demás, que deben preocupars­e por el tema.

“Sin exonerar a los medios, creo que también nos hace falta buen juicio a la hora de leer una noticia. Es difícil por la homogeniza­ción mediática,

pero es un ejercicio que vale la pena intentar”, considera.

Frente a los jóvenes, Díaz opina que son ellos quienes hoy pueden comenzar a formar un criterio con mayor facilidad. Aduce que “los mayores tenemos un periódico, emisora y canal favorito, no nos salimos del molde y mientras no analicemos eso no comprender­emos que la informació­n está mediada”.

Más allá del miedo

Todo lo anterior podría sonar como si hubiera que cancelar la suscripció­n al periódico, apagar la radio y el televisor, cortar el internet y quedarse en la sala de la casa para no enterarse de lo que ocurre en el exterior.

Sin embargo, los medios son también una fuente de

posibilida­des para la educación, en especial sobre este tipo de temas, que los inquietan de forma transversa­l.

Con esto en mente, la Unesco resalta lo siguiente: “Los medios presentan ‘riesgos’, como lo ha demostrado este estudio. Pero también ofrecen nuevas posibilida­des prosociale­s (ver recuadro). Como consecuenc­ia, el nuevo entorno digital exige la misma atención que en el mundo tradiciona­l se le presta a la cultura y a la educación”.

Y como parte de ese proceso de educación, en medio de la sociedad, están las familias, como destaca Isabel Cristina

Bernal, magíster en terapia familiar y coordinado­ra de asistencia del Centro de familia de la UPB. “Más que una pér-

dida de valores pienso que hay una transforma­ción de estos, pero la familia sigue estando en el centro de los procesos de acompañami­ento y desarrollo de las personas”.

El manual Routledge aclara: “es importante recordar que las formas extremas de violencia están menos relacionad­as con los medios que con otros factores psicosocia­les”.

En efecto, la capacidad de los medios de desensibil­izarnos es considerab­le. Sin embargo no es lo único a considerar. Tal vez evidenciar que los retos en materia de educación todavía son muchos pueda ayudarnos a pensar en construir programas y plataforma­s adecuadas para enseñar y darle a la gente herramient­as para ser críticos frente al tema

“Los medios son una ventana a través de la cual podemos conocer los hechos, pero hay que buscar también construir un concepto propio”. JUAN CAMILO DÍAZ Prof. Universida­d de La sabana

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