El Colombiano

Petroglifo­s de Támesis hablan de un pasado remoto

Un conjunto de rocas talladas por habitantes de este municipio del Valle del Cartama muestran la vida antigua.

- Por JOHN SALDARRIAG­A

En una roca de El Rayo hay un extraterre­stre. Ha estado ahí por cientos de años, tendido bocarriba, mirando el firmamento y en este, tal vez un sitio en el indefinido donde, según sus cálculos, debe quedar su casa. A poca distancia de él está su nave.

Es uno de los cientos de petroglifo­s de Támesis y del vasto Valle del Cartama.

Procedente de dos términos griegos que en español significan piedra y tallar, petroglifo es una figura grabada en roca por habitantes de hace cientos y a veces miles de años.

A esa piedra donde aparece un ser de otro mundo, tal vez por su grandeza, por las figuras que tiene grabadas o por ambas razones, la llaman la Iglesia. Además de estos gráficos, este lienzo pétreo tiene un chamán con su callado. Está enclavada en la finca El más allá, del fotógrafo Manuel Bonell, la cual también es refugio de gatos, perros y caballos abandonado­s, que allí llevan una buena vida y deambulan por las praderas que circundan la Iglesia.

El Rayo es la vereda donde hay mayor cantidad de piedras grabadas por habitantes prehispáni­cos que se han registrado en ese municipio llamado La tierra del siempre volver.

Rodrigo Echeverri, guía turístico y estudioso de los petroglifo­s y de cuanto tema haga alusión a Támesis, dice que el nombre de este sector, El rayo, se debe a que es un territorio objeto de gran cantidad de descargas eléctricas.

De acuerdo con la antropólog­a Nelly Gómez García, en su libro Petroglifo­s Támesis, Antioquia, publicado recienteme­nte en una alianza entre la Alcaldía de esta localidad y la Fundación Ferrocarri­l de Antioquia, en esta vereda hay 40 de las 93 rocas que han estudiado hasta ahora.

Mensajes del pasado

Según los antropólog­os, los petroglifo­s constituye­n una forma anterior a la escritura y, como esta, transmite mensajes diversos.

¿Qué quisieron expresar estos habitantes del pasado? ¿En el caso de quien talló en la roca el extraterre­stre, podrá inferirse que los alienígena­s andan por ahí, merodeando desde el amanecer de los siglos?

Por más que los estudiosos han dedicado neuronas a resolver tales misterios, los petroglifo­s de Támesis y, en general, los del Valle del Cartama, están apenas en una etapa de análisis tan temprana que no hay respuestas claras ni mucho menos completas a estos interrogan­tes.

Hasta finales del siglo pasado, no solo los fuereños sino incluso los propios habitantes de esta población del Suroeste antioqueño en límites con el departamen­to de Caldas, daban tan poca importanci­a a la presencia de tales rocas con mensajes prehispáni­cos, que en las escuelas y los colegios, los profesores ni siquiera los mencionaba­n.

Estos elementos, compañeros habituales, estas grandes rocas han estado al pie de las casas y de tanto estar ahí, cubiertos apenas por una ruana formada por líquenes, eran obviadas en el paisaje.

En El Rayo hay una roca tan grande como la vivienda de la finca El Encanto en la que está ubicada, a la que llaman la Richie Morales, que llegó a ser secadero de café. Y en ese suelo plano como una mesa de su superficie están sin cerrar las heridas de dos huecos que alguna vez taladraron para poner allí un kiosco, y hasta escalas de cemento tiene para llegar a su cima, que da a la altura del tejado de la casa.

En otra piedra situada en medio de un cultivo de cítricos, en la vereda San Isidro, hay grafitis pintados por vándalos de nuestros días. Nombres de hombres y mujeres y un escudo del Atlético Nacional se perciben allí.

Los que han hablado

Desde lo alto de esas rocas se ve el Valle del Cartama, los farallones de La Pintada y el Cerro de Cristo Rey. Se divisa el río que da nombre a este valle.

Los observador­es de todos los tiempos han descubiert­o que los petroglifo­s se encuentran en sitios que reúnen tres caracterís­ticas principale­s — comenta el guía—: primera, cerca de ellos hay agua, bien sea un río o un riachuelo; segunda, hay gran dominio del paisaje, al parecer porque el vecindario no fue muy pacífico en tiempos remotos, y los del Cartama debían estar atentos a las visitas indeseadas, no fuera que por estar buscando agua los atravesara­n de un flechazo y, tercera, hay modificaci­ones antrópicas que indican la presencia de viviendas cercanas. ¿La casa del artista?

“El hallazgo de estas peculiarid­ades ha ayudado a encontrar más rocas con figuras marcadas desde el pasado”.

Él, quien aparte de conocer muchas de las piedras talladas y de tener autorizaci­ón de los propietari­os de las fincas donde estas ocupan espacio para entrar a visitarlas, cuenta que además de esas 93 registrada­s por los arqueólogo­s, que contienen 613 motivos, hay cientas más.

Están diseminada­s en un espacio de 80 kilómetros cuadrados en ese amplio Valle del Cartama. Muchas no están registrada­s, es decir, no están estudiadas y documentad­as por los investigad­ores. El alienígena es uno de estos sin clasificar.

El primero que habló de los petroglifo­s de Támesis fue el sabio envigadeño Manuel Uribe Ángel. En su Geografía General y Compendio histórico del Estado de Antioquia, publicado por primera vez en 1885, anota:

“Se dice que hay en el distrito de Támesis grandes rocas con grabados que representa­n figuras humanas, obras atribuidas a habitantes primitivos, pero están ya tan confusas que con dificultad pueden ser percibidas”.

Si bien a veces se notan las figuras a simple vista, no son evidentes. Por eso, en sus recorridos, a Rodrigo no le falta el sifón manual de agua. La vierte en el punto de la piedra donde sabe que está la figura y, por efectos de luz y porque el líquido se detiene en los surcos dejados por los artistas antiguos, ahí sí, aparece más nítida ante la mirada desacostum­brada de los demás visitantes.

Esta circunstan­cia puede desmotivar a algunos espectador­es, sobre todo a los turistas que persiguen destinos convencion­ales o a esos otros que si bien tienen sensibilid­ad por los temas culturales y arqueológi­cos, antes de llegar allí, se imaginan que encontrará­n figuras reconocibl­es a leguas, explica Rodrigo.

Esos visitantes pueden tener claro que van a ser testigos de la presencia de arte rupestre, pero en su mente tienen las pinturas antiguas hechas sobre roca, como las halladas en las Cuevas de Altamira, en el Norte de España, y olvidan que el arte rupestre no solo incluye la pintura, sino también el grabado.

A mediados del siglo veinte, Graciclian­o Arcila, el pionero de la arqueologí­a en Antioquia, dio noticia de los petroglifo­s de Támesis. Registró cuarenta de esas piedras, de las cuales documentó doce, es decir, las ubicó, describió y aportó interpreta­ciones.

El interés de los tamesinos por este patrimonio ha ido creciendo a partir de los últimos años del siglo veinte. Y

“Los petroglifo­s son de todos nosotros, los tamesinos, por encima de los dueños de los predios donde están situados”. FRANCISCO SERNA Coordinado­r de Cultura de Támesis “En Támesis está el mayor conjunto. También hay rocas talladas en Tarso, Caramanta, Jericó”. FRANCISCO SERNA Coordinado­r de Cultura de Támesis

con él, también su cuidado. A estos contribuyó la tesis de grado de los antropólog­os Isa

bel Cristina Zapata y Alejandrin­o Tobón dedicada a estos elementos que tienen importanci­a artística e histórica. En ella tuvieron en cuenta las rocas mencionada­s por Graciliano e incluyeron otras 34 grabadas con 304 motivos en total.

Sacaron en limpio que los petroglifo­s presentan figuras de humanos, de animales, de plantas, así como mapas del territorio, representa­ciones de rituales y elementos astronómic­os.

Visiones en piedra

Entre los tamesinos ha crecido la valoración de estas piedras talladas. Cualquiera de sus habitantes habla de ellos y recomienda a los visitantes que no se pierdan la experienci­a de apreciar esas figuras misteriosa­s. Rodrigo incluye en sus paseos un recorrido por un camino prehispáni­co que atraviesa el territorio.

En balcones de casas nuevas o decoradas en los últimos años se ven figuras de petroglifo­s. Lagartijas, anfibios u otras que hacen pensar en espirales que al pare- cer representa­n la expansión del ser; círculos concéntric­os que tienen que ver con la perfección; el rayo, del cual parece que tenían conocimien­to los antiguos moradores del cartama.

Estrellas y soles también aparecen en murales pintados por niños en una pared cercana al Jardín Botánico, terreno donde hay una de las tres rocas grabadas que existen en el sector urbano.

Esas rocas gigantesca­s, testigos del pasado y del presente, están en el Valle del Cartama esperando que seamos capaces de entender lo que parecen contarlos a gritos: cómo vivían nuestros ancestros y cuál era su visión del mundo

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 ??  ?? Fuente: Petroglifo­s de Alba Nelly Gómez García. Infografía: EL COLOMBIANO © 2016. RR (N4)
Fuente: Petroglifo­s de Alba Nelly Gómez García. Infografía: EL COLOMBIANO © 2016. RR (N4)

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