UN LIDERAZGO QUE DESARME
No estaría el país dividido en dos y enzarzado en una controversia encarnizada que nada tiene que ver con la paz, si desde el principio de las conversaciones de La Habana se hubiera asegurado un liderazgo positivo, unitivo, desde la misma cabeza del Estado y con la cooperación de las que se llamaban, ahora tiempos, las fuerzas vivas de la sociedad, orientado no solo a reeducar para la solución civilizada del viejo conflicto, sino, sobre todo, para el desarme general de los espíritus, de los ánimos, del lenguaje y de las actitudes de los ciudadanos.
Pero lo que ha habido ha sido un permanente y alucinante fuego cruzado de invectivas, descalificaciones, ultrajes, verdades a medias y, en fin, una exasperación del discurso de odio, como si el avance de las negociaciones entre el gobierno y las Farc no hubiera podido alcanzarse sin la condición previa de poner la sociedad civil en otra modalidad del estado de guerra interior, con las palabras como armas destructivas y no como hormas de ideas y argumentos dotadas de la potencia necesaria para alentar una controversia dialéctica, valga decir para hacer valer la fuerza de la razón sobre la razón de la fuerza.
En este país es inconcebible el miedo al disenso, que explicara una respetable profesora de periodismo. Muchísimas personas siguen siendo refractarias a una cultura de la discordancia. No saben discutir sin que en el momento menos pensado salte la chispa del ataque personal. No alcanzan a comprender que más vale encontrar puntos de acuerdo entre los opuestos que ahondar en los desacuer- dos. No es sino escribir algo en Facebook para ganarse unos cuantos disparos de francotiradores virtuales. Como si produjeran placer la enemistad, la contienda interminable, la ridiculización del contrario, el ninguneo y la marginación del que piensa distinto. Tanto se maximiza la igualdad que se menosprecia el respeto a la diferencia.
El ejemplo edificante de asunción de la responsabilidad de ejercer un liderazgo que desarme están aportándolo aquellos medios perio- dísticos y centros de pensamiento que desarrollan una seria estrategia de información, explicación y, digamos, pedagogía, sobre el contenido, el alcance, las limitaciones y las consecuencias de los acuerdos. En diarios como El Colombiano y universidades como la Pontificia Bolivariana (basta resaltar las ediciones de ayer y las más recientes del periódico y el Simposio de la Escuela de Ciencias Sociales en la Universidad) está colmándose el vacío enorme que han dejado los sembradores de discordia, con la indiferencia cómplice de los más prominentes dirigentes políticos y gubernamentales. A periodistas y universitarios nos toca liderar el desarme y la des-sectarización de las audiencias, gane el SÍ o el NO en el plebiscito convocado para el 2 de octubre, Día de los Ángeles Custodios
A periodistas y univeersitarios nos toca liderar el desarme y la dessectarización de las audiencias.