“Según distintos análisis, la concreción de la paz significa mejoras económicas en términos de crecimiento y desarrollo. El sector rural sería el más beneficiado. El compromiso de la sociedad y del Gobierno es determinante”.
Según distintos análisis, la concreción de la paz significa mejoras económicas en términos de crecimiento y desarrollo. El sector rural sería el más beneficiado. El compromiso de la sociedad y del Gobierno es determinante.
Diversos estudios han estimado los eventuales beneficios económicos que traería la concreción de la paz en Colombia. Estas estimaciones se ubican en un rango amplio que va de 0,2 a 2,0 puntos adicionales de crecimiento del PIB.
Dichas aproximaciones, aunque diferentes en las metodologías y los supuestos, ayudan a tener una idea general sobre las oportunidades que se abren de cara a un escenario donde prevalezca la convivencia pacífica entre los colombianos.
El estudio más reciente es el realizado por el Departamento Nacional de Planeación, a partir de un amplio análisis de la base de información de 18 países del mundo que dieron por terminados sus respectivos conflictos armados y que guardan similitudes con nuestra nación.
Según este análisis, el principal efecto que traería la firma de un acuerdo de paz en la economía es la mejora de la confianza de los inversionistas y de los consumidores, lo que se refleja en un mayor consumo de los hogares, en un aumento en la inversión extranjera y en el incremento de las exportaciones.
Como resultado de la mayor confianza, la inversión se convertiría en el motor del crecimiento al alcanzar una tasa del 35 por ciento del PIB. En consecuencia, el crecimiento potencial del país sería de 5,9 por ciento y el ingreso per cápita se ubicaría en 12.000 dólares, haciendo de Colombia una nación de ingreso medio.
Así, el denominado “dividendo de la paz” estaría entre 1,1 y 1,9 puntos adicionales de creci- miento anual del producto total.
Los sectores que exhibirían el mayor crecimiento serían la agricultura, la industria y la construcción, que alcanzarían tasas de 1,4, 0,8 y 4,4 por ciento anual, respectivamente.
De otra parte, un estudio de la Universidad de los Andes concluye que, gracias a un eventual acuerdo de paz, el PIB departamental se duplicaría en 8,5 años, lo que equivale a la mitad del tiem- po que toma en la actualidad. El PNUD y el CERAC encuentran que, en ausencia del conflicto armado, el crecimiento de la economía habría alcanzado niveles del 8,0 por ciento anual.
Otras estimaciones no son tan optimistas sobre la magnitud de los beneficios. Entre ellas están las realizadas por el Bank of America-Merrill Lynch y la comisionista Larraín Vial que consideran que la paz ten- dría un efecto marginal sobre el crecimiento: 0,3 y 0,5 por ciento anual, respectivamente.
El bajo impacto se debería a que durante la última década se habría obtenido la mayor parte del beneficio por la mejora de las condiciones de seguridad.
Esta apreciación la comparte Fedesarrollo cuando señala que “los beneficios económicos serán heterogéneos a lo largo del territorio nacional, siendo probablemente pequeños a nivel agregado”.
En general, hay una coincidencia respecto a que las zonas rurales y en especial las más alejadas y en las que el conflicto ha sido más agudo, serán las más favorecidas con la paz.
En estos territorios se presentan grandes oportunidades para el desarrollo de la agricultura y de otras actividades como la minería, la exploración petrolera y el turismo. Su concreción las convertirían en fuentes de empleo e ingresos.
Para hacer realidad los beneficios de la paz, es preciso crear las condiciones políticas, institucionales y económicas necesarias y para ello se requiere del compromiso y la disposición de la sociedad y del Gobierno. Sin ello, el “dividendo por la paz” no pasará de ser un dato esperanzador