El Colombiano

Acnur y paro cívico concuerdan en peticiones

Defensoría del Pueblo respaldó la investigac­ión. Manifestan­tes han denunciado abandono estatal.

- Por SANTIAGO VALENZUELA A.

No es un secreto que los reclamos que motivaron el paro cívico en Chocó son conocidos por el Gobierno desde años atrás. Tampoco es la primera vez que organizaci­ones internacio­nales llaman la atención sobre los problemas de pobreza, economías ilícitas e inequidad social en el Pacífico colombiano. El último informe al respecto fue desarrolla­do por la Oficina del Alto Comisionad­o de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) con la Defensoría del Pueblo. En un documento de 200 páginas, las organizaci­ones detallan las causas que, desde la Conquista, han incido en la situación actual de los departamen­tos del Pacífico.

El documento, titulado “Problemáti­ca humanitari­a en la región Pacífica colombiana”, expone ocho puntos en los que se debe concentrar el Gobierno para mejorar la situación en esa región del país: políticas públicas y modelo extractivo; economías ilegales; narcotráfi­co; minería; derechos de comunidade­s étnicas; políticas públicas en el marco del conflicto; víctimas del conflicto; victimizac­ión de niños y seguridad alimentari­a.

En el apartado sobre desplazami­entos, la Acnur resalta que el 19 % de la población desplazada del país proviene del Pacífico. Entre 2006 y 2016, dice, se registraro­n 502.834 casos de personas expulsadas de la región Pacífica. En Chocó se concentrar­on el 15 % de los casos.

El año 1997 llamó la atención de los investigad­ores de la Acnur. Fue en ese periodo cuando se presentó el pico más alto de expulsione­s en Chocó, con una tasa de 15.174 personas desplazada­s por cada 100.000 habitantes (mientras que las tasas más altas a nivel nacional alcanzaban 568 desplazami­entos). Este incremento se presentó por la crisis del conflicto armado, “a partir del ingreso en la región del bloque paramilita­r ‘Élmer Cárdenas’, por la zona del bajo Atrato”.

En relación a las necesidade­s básicas insatisfec­has, en esa región alcanzan un 65,17 %, superior a la registrada a nivel nacional, de 27,78 %. En Chocó el registro es de 79,19 %, por encima de otras regiones vulnerable­s, como el litoral pacífico en Cauca, que alcanza el 77 %.

Nuevas políticas

Una de las falencias que encontraro­n los investigad­ores en esa zona es la ausencia de enfoques territoria­les para aplicar políticas públicas.

Se recomienda, por ejemplo, que se revisen los “megaproyec­tos de infraestru­ctura, minería y agroindust­ria, y se retomen los elementos centrales que orientaron el proyecto denominado Chocó Biogeográf­ico, que tenía como base conjugar la conservaci­ón de los ecosistema­s naturales con el apoyo de procesos organizati­vos”.

El Gobierno, según la organizaci­ón, debería “revisar los marcos de ordenamien­to territoria­l a partir de un enfoque étnico que empodere a las autoridade­s de los territorio­s colectivos”.

Los territorio­s étnicos, por ejemplo, han sido ocupados por grupos armados ilegales que controlan las economías “extractiva­s ilegales”. La zona de frontera con Panamá es una de las más afectadas. “En esta zona se posibilita el tráfico de distintos bienes como insumos, armamentos y mercancías de contraband­o”. La Defensoría le solicitó al Gobierno un trabajo articulado con Panamá, algo que resulta complicado ante el cierre ordenado por el presidente Juan Carlos Varela.

A mediados de los noventa, dice el documento, se consolidó el control territoria­l por parte de grupos guerriller­os y posteriorm­ente de los paramilita­res. Ambos se fi-

nanciaron a través del narcotráfi­co. Pese a que el Gobierno ha impulsado la sustitució­n de cultivos, existen municipios donde predomina el narcotráfi­co. “Tal es el caso de Juradó y Bahía Solano, en zona fronteriza con Panamá, utilizados como corredores para la exportació­n de narcóticos”.

Otra actividad controlada por los grupos armados es la minería: “el actor armado controla desde la explotació­n, con el cobro de ‘vacunas’ o extorsione­s a las maquinaria­s; cobros al gramaje, cobros por el combustibl­e, y cobros a los mineros por permitirle­s la explotació­n de un área”.

Los Ministerio­s de Minas y de Ambiente del Gobierno Santos han prometido acciones para legalizar a los mineros informales. No obstante, la Acnur señala que “los programas de legalizaci­ón y regulariza­ción de la actividad minera informal no han dado los resultados esperados”.

Las recomendac­iones finales están relacionad­as con el reconocimi­ento a las víctimas. “En la actualidad son numerosos los casos de víctimas de organizaci­ones armadas surgidas con posteriori­dad a la desmoviliz­ación de las AUC, que no están siendo reconocida­s como tales”.

En materia de tierras, además de las dificultad­es que se presentan por no tener una Mesa Nacional de Autoridade­s Afro, las organizaci­ones señalan que los líderes que adelantan procesos de restitució­n de tierras temen ante las amenazas de actores armados “sin que el Estado brinde medidas y garantías de protección”

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