EL COSTO DE LA PAZ
Es frecuente escuchar a algunos colombianos aseverando que “el costo de la Paz es demasiado alto” y que los acuerdos de La Habana traen consigo “sapos” demasiado grandes que tragar. Sin embargo una apreciación de este talante implica un ejercicio serio más allá del amarillismo periodístico en el que evaluemos con conciencia cuál ha sido el costo de la guerra.
Las cifras por si solas no suelen decir nada, pero las del conflicto colombiano hacen estremecer a cualquiera. El centro de memoria histórica del conflicto armado en Colombia muestra que han sido aproximadamente 8 millones de víctimas las que ha cobrado esta guerra, 27.023 personas secuestradas, 150.000 asesinatos selectivos, 1.982 masacres, 25.007 desapariciones forzadas, 1.754 violaciones, 10.189 víctimas de minas y 5.712.506 personas desplazadas.
Aún así, hay quienes sostienen que el costo de la paz es demasiado alto, y se muestran indignados frente a lo que consideran “la entrega del país”, demandando una supuesta “paz sin impunidad”. Esos mismos que entregaron el país al paramilitarismo indultando a grandes criminales acomodando el Estado en favor de sus intereses hoy piden con hipocresía justicia, y pretenden hacer “resistencia” de forma mezquina y descarada al grito de paz de un pueblo.
Para los violentos que tantos muertos inocentes pusieron, ocho millones no significan nada, pues para ellos la vida de soldados y campesinos son sencillamente un daño colateral necesario. Pero si el costo de la paz salva la vida de un solo colombiano, una sola mujer a la que no violarán, un solo niño al que no reclutarán, o una sola familia que no será desplazada, habrá valido la pena.
Ya no vinimos a solicitar, vinimos a exigir, pues por años nos han impuesto una domi- nación producto del autoritarismo que amedrenta el pensamiento. Por eso exigimos una nueva Colombia de hombres y mujeres libres, dispuestos a defender con esperanza este sueño de nación, hoy no por las armas, sino contra ellas.
Los colombianos habíamos sido cómplices del silencio y la desidia en las luchas populares, pero hoy nuestro grito retumba y hace eco: Que viva Colombia, que viva la paz * Taller de Opinión es un proyecto de El Colombiano, EAFIT, U. de A. y UPB que busca abrir un espacio para la opinión joven. Las ideas expresadas por los columnistas del Taller de Opinión son libres y de ellas son responsables sus autores. No comprometen el pensamiento editorial de El Colombiano, ni las universidades e instituciones vinculadas con el proyecto.
Exigimos una nueva Colombia de hombres y mujeres libres.