El Colombiano

Farc, en terrenos de la democracia

Por fin las Farc pidieron perdón. Ahora, deberán someterse y aceptar las reglas de la democracia. Y, como dijo el secretario de Naciones Unidas, habrá que esperar resultados prontos de los acuerdos.

- ESTEBAN PARÍS

En el acto de firma del acuerdo final entre el Gobierno colombiano y las Farc, realizado ayer con solemnidad y cierta sobriedad en Cartagena, el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, comprometi­ó a ambas partes a mantener los compromiso­s asumidos, tanto ante el pueblo colombiano como ante al comunidad internacio­nal que ha servido de testigo y garante de todo el largo proceso.

El jefe de las Farc, Rodrigo Londoño, “Timochenko”, persistió en los mensajes ya escuchados y que apuntan, ante todo, a justificar sus actuacione­s. Según su relato, ellos resultaron obligados por fuerzas indomables a usar las armas durante más de 50 años, sin quererlo.

Hay que valorar lo que pudimos entender como una petición de perdón por parte de las Farc a sus víctimas: “ofrecemos perdón por todo el dolor causado en tantos años de conflicto”. Si es, como se cree, un reconocimi­ento de la dignidad de las víctimas y un arrepentim­iento por actos injustific­ables, es un buen comienzo para reintegrar­se a una sociedad que, en efecto, quiere mirar hacia un futuro más prometedor. Que las Farc pidieran perdón era el gesto esperado por todos, y muchos dudaban que ocurriera. Hubo que esperar el cierre del discurso del jefe de las Farc, pero oír esa solicitud de perdón por tanto daño causado era necesario, comenzando por todas las víctimas, las presentes y las que la recibieron en el resto del país.

No obstante, escuchar a “Timoleón Jiménez” disertar sobre la ética que impulsó sus acciones y el significad­o humanístic­o de sus principios inspirador­es no resiste el más mínimo examen frente a los crímenes cometidos y a la relación histórica de las atrocidade­s sufridas por miles de personas, que no hemos inventado los medios de comunicaci­ón, a los que ‘Timochenko’ descalific­ó con amargura.

El presidente Juan Manuel Santos consiguió su mayor propósito: firmar un acuerdo con las Farc. Esa fue su principal promesa en 2014, la cual identificó con el alcance efectivo de la paz. El acuerdo ya está firmado, a la espera de su refrendaci­ón popular mediante plebiscito el próximo domingo. El presidente persistió, y con su consagrado equipo de negociador­es en La Habana, dedicados cuatro años a alcanzar acuerdos que parecían imposibles de concretar, rubricó finalmente su firma ante el país, que tendrá la última palabra.

El presidente también tuvo palabras de encomio para los miembros de las Fuerzas Armadas, oportunas, justas y con seguridad compartida­s por la abrumadora mayoría de los colombiano­s.

Es fundamenta­l que todo el país, y en primer lugar los miembros de las Farc, comprendan el alcance de la expresión presidenci­al de “bienvenido­s a la democracia” a quienes aceptaron firmar el acuerdo de paz. Las reglas de la democracia, con sus derechos y deberes, pero también con su garantía de libertades y amparo de participac­ión, implican cambios de lógicas y asunción de compromiso­s de quienes están acostumbra­dos a otro régimen de toma de decisiones. Entran a un sistema político en el cual deberá primar la persuasión y la defensa pacífica de tesis y modalidade­s de Gobierno.

Nunca sobrará, por demás, reiterar el respeto y reconocimi­ento por las víctimas que han dejado tantos años de conflicto armado. Más que nadie, aguardan con ilusión un futuro para todos los colombiano­s, libre de las imborrable­s heridas que ellas sufrieron

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