PERROS SÍ, MUJERES NO
Bob van den Hoek podría pasar por ser el barbero que no amaba a las mujeres. Sin embargo, tiene novia y hasta se va a casar con ella, según asegura. Van den Hoek, holandés errante, lleva más de diez años en España y regenta desde 2013 la barbería Syndicate Barbers en la Plaza del Progreso de Palma de Mallorca, en las idílicas Islas Baleares. Como es normal en un salón de esta clase, se da servicio solo a caballeros, pese a lo cual Bob la ha liado parda, acaparando los titulares de la prensa española, al colocar un cartel en el que aparecen un caballero, un perro y una dama con las siguientes leyendas tanto en español como en inglés: «Yo puedo entrar (I can come in)», para el varón; «yo también ( me too)», para el animal, y «yo no (not me)», para la hembra. El Instituto de la Mujer en las Baleares ha puesto el grito en el cielo al considerar ofensivo y discriminatorio el letrero de marras. En un principio, Bob retiró el cartel para evitar problemas mayores, pero ha decidido volver a colocarlo con una explicación palmaria: «Es mi barbería y tengo mis reglas. Quiero sentirme como en casa y que mis clientes se sientan cómodos», explica. «A mis clientes no les importa el cartel y ninguno de ellos se ha quejado», defiende. Para más Inri, el diseño del rótulo, de estética años 50, es obra de su chica, Ariela
Schönberg. «No tengo nada contra las mujeres ni contra los niños, solo quiero preservar un ambiente que es el que me gusta a mí y a mis clientes, y que con mujeres y niños es imposible lograr», añade. Bob remarca que hay determinados temas que los caballeros tratan con mayor libertad sin la presencia de «factores perturbadores» y argumenta que las mujeres también tienen espacios propios reservados exclusivamente para ellas, como algunas saunas. Mientras Bob da las explicaciones necesarias a todos los medios habidos y por haber, y su local se llena de barbas, el Observatorio balear de la Mujer y el Ayuntamiento de Palma de Mallorca estudian las competencias que tienen para forzar al propietario a retirar el cartel. Evidentemente, Van den Hoek es un provocador muy hábil. La polémica le ha servido para dar a conocer al mundo su local y ganar clientes que buscan un plus de privacidad y un momento de «terapia masculina» que no necesariamente tiene que pasar por una sobredosis de testosterona patibularia sino por conversaciones distendidas sobre coches, barcos, habanos, licores, deportes, mujeres, sexo o filosofía, temas no exclusivamente interesantes para los hombres, aunque sí muy frecuentes entre varones. La cuestión es la siguiente: ¿tiene un tufo machista el letrero o es que algunas mujeres han perdido el sentido del humor? Para empezar, como advertencia el cartel no tiene ninguna utilidad puesto que en España, como en Colombia, está terminantemente prohibido vetar la entrada a una persona en un local por razones de sexo, raza o religión. Así que Bob no podría evitar que entren mujeres a su barbería ni aunque quisiera. De hecho, lo extraño sería que alguna tratara de hacerlo. Es cierto que se han dado casos de mujeres barbudas, pero afortunadamente, salvo excepciones circenses, la mayoría de ellas logra depilarse en salones de mujeres y no necesita recurrir a las tijeras o la navaja de un barbero. Y es que, históricamente, las mujeres y los niños no suelen recurrir a estos servicios. Es un hecho. Hay quien asegura que algunas detractoras de la iniciativa de Bob no son más que «feminazis» capaces de sacarle punta a todo y de colocar la etiqueta machista hasta al olor de las nubes. Siempre hubo clubes de caballeros donde no podían pasar las mujeres y hasta sociedades gastronómicas (a las que somos muy dados los vascos) donde los delantales eran exclusivos para hombres, aunque todas esas barreras, por ventura, han caído. ¿Acabará la corrección política con el sentido del humor y los requiebros ingeniosos o es que aún hay un exceso de machismo? Juzguen ustedes