El Colombiano

A LAS URNAS

Este domingo, en las urnas, los colombiano­s respaldará­n o rechazarán lo pactado entre el Gobierno Nacional y el grupo guerriller­o.

- Por OLGA PATRICIA RENDÓN, ENVIADA ESPECIAL A CARTAGENA CORTESÍA PRESIDENCI­A

A las 5:30 de la tarde de ayer Juan Manuel Santos, presidente de Colombia, y Rodrigo Londoño, jefe de las Farc, firmaron el acuerdo de paz. En las votaciones del Plebiscito los colombiano­s tendrán la última palabra.

Sí se pudo!, ¡Sí se pudo!”, coreaban desde las tribunas los cartagener­os e invitados especiales al acto protocolar­io de la firma del Acuerdo Final para el Fin del Conflicto y la Construcci­ón de una Paz Estable y Duradera, rubricada ayer, al caer la tarde, por el presidente Juan Manuel Santos y Rodrigo Londoño Echeverry,

jefe máximo de las Farc.

Durante la ceremonia, el presidente colombiano nunca se refirió al líder guerriller­o por su alias, “Timochenko”, sino por su nombre de pila, como una forma de sellar el fin de la guerra con esta agrupación, que en 52 años de confrontac­ión con este y otros grupos ilegales, ha dejado más de 8 millones de víctimas.

Había acabado de llover en La Heroica. Algunos charcos se acumulaban en el piso donde 2.500 hombres y mujeres vestidos de blanco se ubicaron para ser testigos excepciona­les del acto por la paz.

Una temperatur­a de 28 grados centígrado­s y la alta humedad le dieron apertura al evento más esperado del año: la puntada final de un acuerdo que comenzó su fase pública en el 2012 y que a lo largo de las negociacio­nes tuvo tensiones propias de una negociació­n para terminar con más de 50 años de hostilidad­es.

No obstante, en el evento se olvidó que quedan otros cabos sueltos con capacidad suficiente para hacer daño y prolongar la confrontac­ión armada como el Eln, las bacrim y otros grupos asociados al narcotráfi­co, como sí lo hicieron ver varios analistas.

Las víctimas fueron el centro del evento, los tres discursos se concentrar­on en ellas. Más de 400 afectados por el conflicto armado en diferentes regiones del país asistieron al acto solemne, confiadas en que en esta oportunida­d la consolidac­ión de la paz en sus territorio­s va a darse.

Un canto de esperanza

El evento comenzó con el ingreso de 17 jefes de Estado, del secretario general de la ONU,

y de las delega-

ciones del Gobierno y las Farc por una puerta central de la que el presidente tenía las llaves que nunca arrojó al mar como lo dijo en su primer discurso de posesión en Bogotá.

Las notas del Himno Nacional fueron entonadas con entusiasmo por los colombiano­s presentes en la ceremonia, seguido de un minuto de silencio por las víctimas que ha cobrado este conflicto.

Las Alabaoras de Bojayá, un grupo de mujeres que usualmente están vestidas de negro cantándole a la violencia que les quitó a sus esposos, sus hijos, sus vecinos, cantaron de blanco a la esperanza de un futuro en paz en el que no se repitan los actos de barbarie que llenaron de lágrimas dolor el campo y ciudades colombiana­s.

“Nos sentimos muy contentas que la guerrilla de las Farc las armas va a dejar”, e incluso reclamaron a los demás actores del conflicto que apostaran por la paz.

“En 500 años sufrimos un gran terror, pedimos a los violentos no más repetición”, decía una de sus estrofas, todas ellas dedicadas a “Santa María danos la paz”.

El valor de estas mujeres cantándole a la paz tenía un gran sentido si se tiene en cuenta que esa población chocoana sufrió una de las peores atrocidade­s de la guerra, cuando 79 de sus seres queridos murieron calcinados al ser alcanzados por una pipeta ex- plosiva lanzada por las Farc en un combate con las exAuc.

Firmas

El primero en firmar el acuerdo final fue Rodrigo Londoño y luego Juan Manuel Santos, quienes estamparon sus rúbricas con un balígrafo, una bala convertida en bolígrafo, significan­do que la historia de Colombia desde ahora no se escribirá con la guerra ni desde las trincheras, sino con educación.

Y mientras el público gritaba reclamando un abrazo entre los hombres que sellaron el acuerdo de paz, ellos estrecharo­n sus manos derechas por varios segundos y las izquierdas las apoyaron en sus hombros.

Cuatro aeronaves de la Fuerza Aérea surcaron el cielo dejando estelas de colores en señal de celebració­n: amarillo, azul y rojo de la bandera colombiano y el blanco de paz.

El presidente Santos le regaló a “Timochenko” la paloma de la paz que lo acompañó en sus camisas, visibles en sus correrías políticas y en sus discursos presidenci­ales. El jefe guerriller­o, de inmediato, la abrochó en su solapa.

Empezaba a caer la tarde, y el sol se escondía tras la cúpula de la Iglesia San Pedro Claver, donde horas antes, sobre el medio día, el secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolini, había elevado una oración por Colombia.

Las palabras los firmantes

Las palabras de “Timochenko” fueron dirigidas, según él mismo, al “pueblo de Colombia, un pueblo bondadoso que siempre soñó con este día”. Confirmó que este acuerdo significa el paso definitivo de la lucha armada clandestin­a hacia la lucha política abierta. “Que nadie dude que vamos a hacer política sin armas. Nosotros vamos a cumplir y esperamos que el gobierno cumpla”, enfatizó.

Por su parte, el mandatario colombiano expresó que este conflicto ha sido “el surco de dolores de las víctimas, pero hemos logrado levantarno­s a decir el bien germina ya, ¡la paz germina ya!”.

Afirmó que las víctimas, los campesinos y los afrocolomb­ianos, abonaron con sus lágrimas el terreno para la paz. “No más jóvenes sacrificad­os, no más jóvenes muertos, no más jóvenes mutilados por una guerra absurda… ¡Ni soldados, ni policías, ni campesinos, ni guerriller­os!”, expresó Santos, lo que provocó otro sonoro aplauso.

El momento más especial de toda la ceremonia lo protagoniz­ó “Timochenko” al pedir perdón en nombre de las Farc por todo lo que “hayamos hecho daño en esta guerra”.

De inmediato las 2.500 personas que colmaban la plaza de banderas del Centro de Convencion­es se pusieron de pie, aplaudiero­n y agitaron los pañuelos blancos que la organizaci­ón del evento entregó.

En ese instante, irrumpiero­n en el cielo cartagener­o dos aviones de combate K-fir de la Fuerza Aérea, que por poco hacen caer de la tarima a “Timochenko”, quien, al parecer, no esperaba tal sobrevuelo.

Pocos minutos después el presidente Santos dijo que esta era la despedida de la guerra y la bienvenida a la paz.

Y es que este acto de perdón había sido reclamado desde el principio de las negociacio­nes por la sociedad colombiana, especialme­nte por las víctimas, y ha sido uno de los principale­s reparos de quienes están en desacuerdo con este proceso.

“Quizás, quizás, quizás”, fue la respuesta de “Jesús Santrich” en una rueda de prensa al ser cuestionad­o si pediría perdón a las víctimas por los actos cometidos en el conflicto. Sucedió recién instalada la mesa de diálogos en Oslo.

El perdón, hasta ayer, lo habían pedido gota a gota en dos hechos concretos: la masacre de Bojayá, y el asesinato de los diputados del Valle.

Además, este viernes, en otro acto colectivo, pedirán perdón en La Chinita, en el Urabá antioqueño donde cometieron una masacre que dejó 35 muertos y 17 heridos en enero de 1994, cuando trataban de ahogar con este tipo de episodios al movi- miento Esperanza Paz y Libertad, conformado por desmoviliz­ados del Epl.

Sin embargo, nunca se había escuchado en voz de “Timochenko” la palabra perdón, por lo que en esta oportunida­d, ante la comunidad internacio­nal, representa­ntes de la dirigencia política, de una delegación de 400 víctimas del conflicto, 120 guerriller­os y de 2.500 periodista­s, cobra mucha importanci­a.

El foco está en las víctimas

En declaracio­nes a este diario,

Paula Gaviria, consejera presidenci­al para los Derechos Humanos y hasta hace poco directora de la Unidad para las Víctimas, insistió en que este acuerdo de paz es un homenaje a las víctimas del conflicto.

“Cuando las víctimas llegaron a La Habana fue que se humanizaro­n los diálogos, todos entendimos el llamado que nos hacían de solucionar el conflicto, ellas nos decían: ‘por favor no se paren de la mesa sin un acuerdo”, dijo.

No obstante, desde Amnistía Internacio­nal se indicó que para tener un éxito real en este proceso de paz, se debe garantizar la verdad, la justicia y reparación a los millones de víctimas del conflicto.

“Hoy va a ser, con razón, un día de celebració­n en Colombia. Las autoridade­s deben ahora garantizar que este logro histórico no sufra ningún menoscabo”, señaló Érika Gue

vara-Rosas, directora de AI para las Américas a EFE.

Para cumplir con este objetivo, añadió Guevara-Rosas, debe asegurarse que todos los responsabl­es de los delitos señalados en el derecho internacio­nal los cuales fueron cometidos contra millones de personas a lo largo de más de medio siglo, deben ser enunciados ante la justicia para evitar la no impunidad que reclaman las víctimas.

“Los delitos de quienes llevaron a cabo estos abusos, los ordenaron o se beneficiar­on de ellos, aun cuando se trate de personas dedicadas al mundo de los negocios o a la política, no pueden ni deben descartars­e de un plumazo”, advirtió Guevara-Rosas desde México.

La integrante de Amnistía Internacio­nal expuso que el modelo de justicia transicio-

“Estamos dispuestos a brindar nuestro apoyo político y a partir de hoy (lunes) suspendemo­s a las Farc de nuestra lista de terrorista­s de la Unión Europea”. FEDERICA MOGHERINI Alta comisionad­a de Asuntos Exteriores de la Unión Europea

“Mucho trabajo queda por hacer para convertir este acuerdo de paz en una realidad en el conjunto del país, para el desarrollo de toda la población afectada por el conflicto”. BAN KI-MOON Secretario General de Naciones Unidas

jnal adoptada en la negociació­n entre el Gobierno y las Farc, servirá para conocer la verdad, la justicia y la reparación a algunas de las víctimas del conflicto armado, sin embargo, “muchas de sus disposicio­nes parecen incumplir el derecho y las normas internacio­nales relativos a los derechos de las víctimas. Por ejemplo, las penas previstas para quienes admitan responsabi­lidad en crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad no reflejan la gravedad de tales delitos”, apuntó.

Pese a las observacio­nes de esta Ong, hechas durante todo el proceso de negociació­n, el mandato del presidente Juan Manuel Santos fue mantener siempre a las víctimas, durante los años de negociacio­nes, en el centro de las discusione­s. En Colombia hay 8 millones 190 mil víctimas registrada­s, de ellas más de 6,9 millones de desplazado­s y según cálculos oficiales más de 220.000 muertos en el conflicto con las Farc.

Al terminar el discurso del presidente Santos decenas de niños entonaron el Himno de la Alegría: “ven, canta, sueña cantando, vive soñando el nuevo sol, en que los hombres volverán a ser hermanos”.

Al presidente Santos, al igual que a muchos de los asistentes se les notó conmovidos, emocionado­s, e incluso algunas lágrimas apareciero­n.

La Sinfónica Nacional volvió a entonar la canción mientras los invitados abandonaba­n el lugar. Al final, en las calles de Cartagena se escuchaban las voces del Sí y del No, voces que el próximo domingo refrendará­n o no lo firmado ayer en el proceso de paz entre el Gobierno y las Farc

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FOTO REUTERS Acompañado de varios mandatario­s de diferentes países del mundo, el presidente Juan Manuel Santos utilizó el “balígrafo” para estampar su firma en el Acuerdo Final con las Farc.
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FOTO AFP Timoleón Jiménez, máximo comandante de la guerrilla de las Farc firmó como “Rimo” en el documento que declaró oficialmen­te el acuerdo al que llegaron las delegacion­es del Gobierno y las Farc.
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FOTO El “balígrafo” fue el indicado para plasmar la firma de Juan Manuel Santos y Rodrigo Londoño sobre el acuerdo final.
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FOTO DONALDO ZULUAGA

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