LA ASTUCIA PRESIDENCIAL
Santos fue astuto para ventilar los beneficios el acuerdo habanero en el exterior, habilidad que le faltó en el interior para firmar un acuerdo equitativo.
Llegan este domingo a las urnas promotores y votantes del No, en las más difíciles circunstancias que por mucho tiempo hayan tenido que soportar contradictores del régimen vigente. En su contra han actuado todos los factores, institucionales y fácticos, de poder. Y aguanta la desbordada como maliciosa publicidad oficial en radio y televisión.
Variadas fuerzas, nacionales e internacionales, se han unido para deslegitimar el No. Desde Washington hasta el Vaticano. Internamente se le ha combatido con toda la agresividad verbal. Ha sido una pelea de tigre con burro amarrado.
Es cierto que Santos supo vender internacionalmente el acuerdo habanero. Hizo creer que aquí vivíamos una despiadada guerra generalizada. Fue astuto para ventilar sus beneficios en el exterior, habilidad que le faltó en el interior para firmar un acuerdo equitativo sin que se perdiera la dignidad nacional. Comprometió desde la ONU, la Unión Europea hasta los organismos económicos externos como el Banco Mundial, el Fondo Monetario. En su audacia dejó a un lado –y hay que reconocerlo– el provincialismo que ha sido la norma nacional para hacer política y economía. Se volcó al exterior desplegando gran actividad diplomática, ocultando sí las llagas internas de los problemas sociales y económicos, que siguen agobiando a los colombianos.
En contraste con la obstinación y sentido globalizador del Gobierno para vender los supuestos beneficios del proceso habanero y ganarse el apoyo de la comunidad internacional, la oposición desapareció de esos escenarios. Careció de organización eficaz para contrarrestar internacionalmente la voz de Santos y sus aliados. No tuvo capacidad de desplegar una persistente diplomacia paralela. La oposición al Sí se quedó enclaustrada entre las montañas andinas.
Para presionar, impresionar al votante, se montó antier, anticipadamente a la celebración del plebiscito, el espectáculo de luz y sonido en Cartagena. En esa ceremonia hubo toda clase de testigos de la firma, no de la paz integral en Colombia sino del acuerdo con las Farc. Desde respetables personajes de organismos y países serios, empresarios y lagartos, hasta la comparsa populista de América. Allí estuvieron Castro, Maduro, Correa. Solo faltaron el compadre Ortega el nicaragüense y Evo
Morales. Todos ellos ejemplos de respeto a los derechos humanos y a las elecciones libres.
Ojalá esta misma comuni- dad internacional que se dio cita en Cartagena compre, con dinero contante y sonante, los supuestos beneficios del proceso habanero para que sea, según promesa de sus padres putativos, duradero y estable. Llegó la hora en que las manos de países y organismos multilaterales aplaudan menos y se las lleven más a los bolsillos para sacar la plata que financie el alto costo de lo que se le viene a Colombia, llena hoy de ineludibles compromisos y promesas económicas…
Ha sido esta campaña electoral la exhibición de un gobierno que sabe manipular los hilos del poder a través de hábiles cabildeos externos y de halagos internos para sus ciudadanos. Que tuvo no solo la astucia de mostrar a la comunidad internacional otras coloridas fotos, bien distintas a las reales del país, sino capitalizar buena parte de una opinión pública que acude a las urnas más por sentido pasional que cerebral