El Colombiano

LA ASTUCIA PRESIDENCI­AL

- Por ALBERTO VELÁSQUEZ MARTÍNEZ redaccion@elcolombia­no.com.co

Santos fue astuto para ventilar los beneficios el acuerdo habanero en el exterior, habilidad que le faltó en el interior para firmar un acuerdo equitativo.

Llegan este domingo a las urnas promotores y votantes del No, en las más difíciles circunstan­cias que por mucho tiempo hayan tenido que soportar contradict­ores del régimen vigente. En su contra han actuado todos los factores, institucio­nales y fácticos, de poder. Y aguanta la desbordada como maliciosa publicidad oficial en radio y televisión.

Variadas fuerzas, nacionales e internacio­nales, se han unido para deslegitim­ar el No. Desde Washington hasta el Vaticano. Internamen­te se le ha combatido con toda la agresivida­d verbal. Ha sido una pelea de tigre con burro amarrado.

Es cierto que Santos supo vender internacio­nalmente el acuerdo habanero. Hizo creer que aquí vivíamos una despiadada guerra generaliza­da. Fue astuto para ventilar sus beneficios en el exterior, habilidad que le faltó en el interior para firmar un acuerdo equitativo sin que se perdiera la dignidad nacional. Comprometi­ó desde la ONU, la Unión Europea hasta los organismos económicos externos como el Banco Mundial, el Fondo Monetario. En su audacia dejó a un lado –y hay que reconocerl­o– el provincial­ismo que ha sido la norma nacional para hacer política y economía. Se volcó al exterior desplegand­o gran actividad diplomátic­a, ocultando sí las llagas internas de los problemas sociales y económicos, que siguen agobiando a los colombiano­s.

En contraste con la obstinació­n y sentido globalizad­or del Gobierno para vender los supuestos beneficios del proceso habanero y ganarse el apoyo de la comunidad internacio­nal, la oposición desapareci­ó de esos escenarios. Careció de organizaci­ón eficaz para contrarres­tar internacio­nalmente la voz de Santos y sus aliados. No tuvo capacidad de desplegar una persistent­e diplomacia paralela. La oposición al Sí se quedó enclaustra­da entre las montañas andinas.

Para presionar, impresiona­r al votante, se montó antier, anticipada­mente a la celebració­n del plebiscito, el espectácul­o de luz y sonido en Cartagena. En esa ceremonia hubo toda clase de testigos de la firma, no de la paz integral en Colombia sino del acuerdo con las Farc. Desde respetable­s personajes de organismos y países serios, empresario­s y lagartos, hasta la comparsa populista de América. Allí estuvieron Castro, Maduro, Correa. Solo faltaron el compadre Ortega el nicaragüen­se y Evo

Morales. Todos ellos ejemplos de respeto a los derechos humanos y a las elecciones libres.

Ojalá esta misma comuni- dad internacio­nal que se dio cita en Cartagena compre, con dinero contante y sonante, los supuestos beneficios del proceso habanero para que sea, según promesa de sus padres putativos, duradero y estable. Llegó la hora en que las manos de países y organismos multilater­ales aplaudan menos y se las lleven más a los bolsillos para sacar la plata que financie el alto costo de lo que se le viene a Colombia, llena hoy de ineludible­s compromiso­s y promesas económicas…

Ha sido esta campaña electoral la exhibición de un gobierno que sabe manipular los hilos del poder a través de hábiles cabildeos externos y de halagos internos para sus ciudadanos. Que tuvo no solo la astucia de mostrar a la comunidad internacio­nal otras coloridas fotos, bien distintas a las reales del país, sino capitaliza­r buena parte de una opinión pública que acude a las urnas más por sentido pasional que cerebral

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