EL CUARTO DE HORA PARADÓJICO
Esta es la semana de la paz a presión. Comenzó el lunes con la firma del Acuerdo en Cartagena, termina este domingo cuando se sepan resultados del plebiscito.
Entre esos dos términos se celebran toda clase de eventos, campañas y ceremonias auspiciosos de la paz. La nación está en estado alterado de conciencia, no se habla de nada distinto, nadie sueña sino con los debates del Sí y el No.
Es como un mundial de fútbol, a escala nuestra. La presencia de tantos jefes de Estado y la agitación de la prensa internacional nos catapulta a las primeras páginas de periódicos en todos los idiomas.
Colombia es el país de mostrar en Naciones Unidas. Por primera vez este matade- ro es puesto como ejemplo para otros similares como Siria, Irak, varios en África. La guerra más larga enseña a las guerras recientes el modo de acabar con la guerra.
Vienen los gurús de largo pelo desordenado y ojos de águila. Opinan lo que siempre han predicado: hay que meditar para dejar el estrés. Cantan los cantantes de fama, instalados en audífonos ensimismados. Víctimas y mujeres son por primera vez centro de atención.
La población se siente concernida. Más valdría decir “las” poblaciones, pues el Acuerdo cercenó en dos el tenue acuerdo nacional. Esta partición no es fruto de la naturaleza de las cosas, es una siembra. Alguien enardeció las mentes de una minoría ca- rente de afectos, y esta tropa blasfema regó su bilis.
Entonces muchos cayeron en la trampa. Las imposturas, y la manera insolente de plantearlas, cundieron como el miedo, fácil combustible de la desconfianza y de la ira. En el resto del planeta nadie entiende este incendio, originado precisamente en este momento de clausura de las armas.
Así que el cuarto de hora de Colombia ante el mundo es al mismo tiempo inquina entre los colombianos. Los fusiles que se fundirán han dejado una herencia quemante en la mirada fratricida.
He aquí la importancia del plebiscito dentro de cuatro días. Se votará frente al desarme físico pero se decidirá frente a la exaltación de los espíritus. De él saldrá un paso no antes visto hacia la concordia pública o la disposición mental que abonará las guerras sucesivas.
¡Ah Colombia paradójica e infeliz ante cada paso de hipotética felicidad! País que no sabe subir al cielo sin antes crucificarse
Así que el cuarto de hora de Colombia ante el mundo es al mismo tiempo inquina entre los colombianos.