NI URIBE NI SANTOS, NI LA PAZ NI LA GUERRA
Ni la firma de este acuerdo es la página final de un cuento de terror ni el postconflicto la primera página de uno de fantasía. Lo que se firma no es paz, ni estable ni duradera, ni siquiera paz, en La Habana se negoció, sí, un fin de un conflicto entre dos actores importantes de nuestro país, el Gobierno y un grupo terrorista para unos (e insurgente para otros), mas no el porvenir de toda una nación.
Ni siquiera en la definición más elemental de paz -la ausencia de guerra- se podría invocar este término en la situación actual colombiana, ya que las Farc está lejos de ser el único actor alzado en armas del país. Ahora bien, si no podemos hablar de paz cuando traemos a colación el concep- to en su forma menos compleja, es totalmente erróneo equipararla con las negociaciones de La Habana; no caigamos en un quid pro quo, no tomemos cosas por otras, no le asignemos atributos, o en este caso consecuencias, que no son propias de las cosas.
En la misma lógica, reconozcamos y aplaudamos las cualidades de los acuerdos, o más bien, las buenas intenciones que ellos contienen. Intenciones, porque creo que la clave del éxito de este concierto radica en su implementación. Se necesitan líderes inteligentes y perspicaces, no solo políticos sino sociales, que logren llevar a cabalidad y de forma efectiva la transición hacia la socialización de estos actores de guerra, para que se pueda dar un cambio en la construcción social, un paso efectivo - no solo un efecto medios de comunicación, como el de hoy- de visión guerrerista a una posición ideológica y se evite, en el mayor grado posible la polarización de la sociedad colombiana -problemática a la que hoy nos enfrentamos- porque esta bipartición es incubadora de resentimientos sociales, lo que menos debe emerger en el país.
Los acuerdos no son malos en sus fundamentos, lo malo es pensar que son la materialización de la paz. En nuestro país coexisten diferentes gérmenes de guerra: la pobreza, la falta de educación y la corrupción. Estos aspectos se potencian entre sí, por lo que el alto comisionado de la paz debe reencuadrar su campo y reestructurar su estrategia para que así, en el menor plazo posible podamos hablar de una paz estable y duradera
Los acuerdos no son malos, lo malo es pensar que son la materialización de la paz.