AMOR NO QUITA CONOCIMIENTO
Cuando los aviones caza cruzaron el cielo de Getsemaní, los peinados de las damas de la alta sociedad sucumbieron a la fuerza del viento y el pulso de “Timochenko” se aceleró a reventar. En la platea principal, sin perder la compostura, el Vicealmirante sujetó contra sus rodillas el bastón de mando con tres soles, y Ana, sin rastro de maquillaje, alzó la mirada (solo en esos breves instantes de la ceremonia de la firma de los acuerdos, sus lágrimas descansaron).
El Vicealmirante –Orden al Mérito Militar Antonio Nariño, Orden al Mérito Naval Almirante Padilla, Medalla Militar Francisco José de Caldas… etcétera– no le delega la elegancia a su traje blanco ni a las condecoraciones, lo suyo es esa actitud que parece ajena a estos tiempos y que algunos llaman “el honor”.
“La fuerza naval y el país tienen una agenda pendiente en el mar. Durante décadas tuvimos que atender asuntos de ‘tierra’ porque el momento lo exigía. Veo ahora nuevos escenarios con una lógica de desarrollo de un mundo que espera ser descubierto, atendido, protegido –dice el Vicealmirante–. En tierra están los problemas y en el mar las soluciones”.
Ana había llegado al Muelle de los Pegasos vestida de blanco, como el resto de los asistentes. No obstante, era imposible ignorar la espalda de su bata de algodón: exponía más de lo que acepta la sociedad. Tremenda desnudez. Y no, no se trataba de un escote profundo, sino de la inscripción en la tela: “Si quiero trabajar los años que sean necesarios para que Colombia sea un país al que todos quieran venir y en el que los que nacemos acá nos queramos quedar. / Si quiero ser más tolerante e incluyente para que este conflicto no se vuelva a repetir nunca jamás. / Si quiero que ahora todos los recursos se destinen a educar personas tolerantes y civilizadas. / Si quiero vivir en un país donde haya real diversidad de pensamiento. / Si quiero voltear la página y abrirle mi corazón […]”. Como Penélope a la espera de su amante guerrero; lejos de su amor, Ana escribió esas palabras para empezar a tejer el país que anhela.
Ana, con apariencia de personaje de novela rusa, y el Vicealmirante, con sus aires de héroe de película gringa, aplaudieron de pie tan pronto el líder de las Farc ‘ofreció’ perdón. Entre el show mediático y el acto singular de firma de los acuerdos (el producto de un trabajo disciplinado), estas son solo dos imágenes caprichosas de un día histórico que podría cambiar nuestra manera de vivir.
Qué importa cómo votarán este domingo Ana María Romero, esposa del Alto Comisiona
do Sergio Jaramillo, o el Vicealmirante, Ernesto Durán González. Con su vida, lo dejan claro. El “sí” no es cuestión de idealistas. El bastón de mando en la mano y la mirada al cielo. Se trata de decidir lo que añoramos ser, y saber que cuesta lograrlo
Ana, con apariencia de personaje de novela rusa, y el Vicealmirante, con sus aires de héroe de película gringa, aplaudieron de pie tan pronto el líder de las Farc ‘ofreció’ perdón.