Un programa con temas para mejorar
Hay que reconocer que Buen Comienzo ha sido un programa pionero y bandera en Medellín, pero sin dejar de mencionar que hay puntos que inquietan. El primero es la cobertura: en el cuatrienio anterior se pasó del 73,2 % al 72,5 %, máxime cuando se construyeron ocho jardines infantiles nuevos. La explicación de la administración anterior es que se buscaba la universalización con calidad, pero, para mí, la calidad no va en contra de la cobertura. Debemos llegar cada vez a más niños con mejor calidad. Otra preocupación es la supervisión a los prestadores del servicio: en la alimentación se han encontrado microorganismos patógenos. Hay procesos sancionatorios abiertos desde el 2014, pero ninguno de todos los hallazgos graves se ha sancionado. En el 2015 hubo 25 hallazgos graves con respecto a los prestadores del servicio y hoy hay 15 que no se han resuelto, entre ellos nueve que tienen que ver con los alimentos para los niños. En el 2016 hay registro de 20 hallazgos. También preocupa la transición efectiva: cuando se cumple el ciclo de cinco años del programa, un 93 % de los niños pasan a la educación regular a preescolar, pero no se tiene un control sobre la continuidad en la educación primaria, secundaria o media. No hay trazabilidad del programa, porque no se garantiza que los niños que atendimos en el 2004 —los que entonces tenían cero años hoy tendrían doce y los de cinco, 17—, estén en quinto y en once, como deberían. Es necesario hacer un seguimiento efectivo y una medición de impacto concreta, porque no sabemos si con los recursos que estamos invirtiendo se están obteniendo los objetivos finales de formar jóvenes con una capacidad intelectual y un desarrollo nutricional mejores o iguales que los que son atendidos por entidades privadas. Es importante garantizar un buen tránsito entre niveles en el sistema educativo, dada la necesidad de la educación como un componente fundamental para disminuir la brecha social.