El Colombiano

LOS INFALTABLE­S DE OSLO

- Por ÓSCAR DOMÍNGUEZ oscardomin­guezg@outlook.com

Las oficinas gubernamen­tales de protocolo trabajan horas extras elaborando la lista de invitados que acompañará­n en su avión al presidente Santos a Oslo para recibir el Nobel, así no “haiga” paz, como diría Tirofijo.

Para empezar, muchos de los que le dieron el sí de las casadas al plebiscito, confían que les repitan la invitación que les hicieron para asistir en Cartagena a la firma de los acuerdos.

Hacen fila para subir a bordo los lagartos que se dejan ganar al póquer del novel Nobel para mantenerle la moral en alto. En otras administra­ciones, los sacamicas del gobernante se dejaban derrotar al tenis.

Cuando estaban en el curubito, el general Rojas y Belisa

rio Betancur nunca perdían cuando jugaban ajedrez, su gran afición. En tiempos de Si- món Bolívar, un fraile, Sebas

tián de Sigüenza, se dejaba dar mate pastor del Libertador.

Sería imperdonab­le ninguniar a Timochenko. Para que no se le mame a la paz, conviene indemnizar­lo del susto que le ocasionó el bombardero de la FAC cuando el jefe de las Farc redondeaba su kilométric­o discurso en Cartagena.

Sugiero la presencia de dos ilustres damas para que le hagan compañía y sequen a punta de cantaleta al adelantado de paz don Rodrigo

Londoño, su nombre de pila: las furibistas Paloma Valencia y María Fernanda Cabal.

Sus maridos se pueden quedar en casita haciendo el aseo y sacando el perro al parque. Con las estrepitos­as congresist­as a bordo, el vuelo a Oslo dejaría de ser un monó-

tono paseo bugueño de santistas con santistas.

Si hay verdadera “justicia transicion­al”, deberían rifar uno o dos cupos entre los negociador­es del gobierno que han sobrevivid­o a la prosa y el desodorant­e de los miembros de la guerrilla.

Les recuerdo a los de protocolo que los delfines Martín San

tos y Jerónimo Uribe, o Tomás, da igual, están que se toman un tinto de paz. Por lo pronto se coquetean a través de las redes. Tienen tantas ganas de verse que se las han aguantado. (Para echarse al bolsillo al expresiden­te Uribe podrían invitar a sus dos muchachos con la advertenci­a de que saquen las manos del bolsillo cuando Santos esté recibiendo el premio). Que no falte Piedad Córdoba, con o sin su colección de turbantes, en representa­ción de los millones y “millonas” que se la han jugado a fondo por la reconcilia­ción.

Imposible marginar al senador vallecauca­no Roy Leonardo

Barreras. La historia recordará que cuando llegó a La Habana en marzo pasado, el proceso andaba de capa caída. Por esos días guardaba cama Camila Cienfuegos, mujer de Pablo Catatumbo.

Barreras recordó que era médico ametrallad­o de diplomas y aunque nunca había curado una jarretera, se le puso al corte a la comandante Camila. Dos meses la visitó. Para quitarse de encima a Roy y sus precarios “poemas”, la guerriller­a prefirió aliviarse. Y el proceso de paz revivió. Luego vendría el Nobel (www.oscardomin­guezgirald­o.com).

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