LA DISCRECIÓN
La persona discreta mira, escucha, habla, toca y camina con discreción, como si la sabiduría, el arte de acertar, la envolviera de la cabeza a los pies. Discreción es sensatez para formar juicio y tacto en hablar y obrar.
El quince de octubre celebramos la fiesta de Santa Teresa
de Jesús ( 1515- 1582), una mujer discreta. La discreción fue su compañera inseparable, pues gracias a ella supo distinguir entre principio, medio y fin, hasta dejar en cada gesto suyo el encanto indefinible de la discreción.
Teresa invita a quienes tratan con “personas espirituales” tener en cuenta el amplísimo horizonte de la oración para acertar en el discernimiento. “Así que en todo es menester experiencia y discreción. El Señor nos la dé por su bondad”. Teresa, maestra consumada, sabía que cada orante tiene su modo de avanzar en el camino de la oración.
Teresa fue, por discreta, encantadora, fruto de su familiaridad con el Creador. Con deliciosa naturalidad hace esta confidencia aun al más desprevenido lector: “Todo me lo enseñaba mi Maestro divino”. Dios, su Maestro, y ella su discípula, arte prodigioso que aprende, aun sin darse cuenta, el lector asiduo de Teresa.
La discreción de Teresa cuenta con una compañía admirable, la de avanzar de la mano de la firmeza y la suavidad. Y así tiene la seguridad de no andar “con la cabeza perdida y cansado el espíritu”. Por lo cual plantea esta norma de sabiduría: “Así que es menester gran discreción a los principios para que vaya todo con suavidad y se muestre el espíritu a obrar interiormente”.
En la discreción está el secreto encanto de su letrilla: “Nada te turbe / nada te espante”, que bien mirada en su simplicidad, llena de sabiduría a quien la toma, la ingiere y la digiere hasta convertirla en entraña viva con la sorpresa de enriquecer sin medida su comportamiento y mentalidad.
La persona discreta mira, escucha, habla, toca y camina con discreción, como si la sabiduría, el arte de acertar, la envolviera de la cabeza a los pies. Algo tan necesario al hombre del siglo XXI, asediado por la desmesura de los es- tímulos, casi imposibles de discernir y controlar.
Discreción es una palabra hermosa. Endiosa con su mirada invisible lo que toca, como si las personas y las cosas estuvieran siempre en trance de nacer. Discreción es sensatez para formar juicio y tacto en hablar y obrar. Armonía y equilibrio, el distintivo de la persona que cuenta en su haber la discreción.
Al hombre del siglo XXI que soy yo, le urge la discreción para acertar en sus decisiones, dada su complejidad en ascenso constante.
Todo sentimiento mío es decisión mía, que, aun sin darme cuenta, espera de mí tacto, equilibrio, armonía, sensatez. La sabiduría de la discreción