El Colombiano

NOBEL DE PAZ DE UNA PAZ QUE NO EXISTE

- Por VALENTINA ORTIZ AREIZA Universida­d Pontificia Bolivarian­a Facultad de Com. Social, 5° semestre valenortiz­7@hotmail.com

“Ya tenemos Nobel de Literatura y Nobel de Paz, solo nos falta aprender a leer y a vivir en paz”, una frase anónima que vi en las redes y que sin ninguna duda alude al pueblo colombiano.

La violencia contra nuestros niños, los otros pequeños que mueren de desnutrici­ón en La Guajira, la intoleranc­ia hacia el género femenino, la corrupción de los más ‘prestigiad­os y honorables’ políticos, la poca efectivida­d de las leyes de una Constituci­ón Política, el vergonzoso salario mínimo, la ambición de los altos mandatario­s, el abuso de poder y entre muchas otras situacione­s son las que digerimos a diario los más de 40 millones de colombiano­s, territorio aquel al que hace unos días lo galardonar­on con un Nobel de Paz, del cual no me siento ni orgullosa ni merecedora.

Lo más lamentable no es solo lo anterior, sino que ahora solo se busca el bien particular, se cambió el servicio por el poder autoritari­o, se olvidaron los pilares para guiar y construir una nación y un territorio. Se perdieron la ganas exhaustiva­s de los jóvenes por querer convertirs­e en profesiona­les, porque ahora ya es más beneficios­o actuar mal para que nos vaya bien, o si no que nos lo digan los jefes de las Farc.

Aquí ha sido más fácil negociar con quienes causan daño y derraman mares de sangre, que con quienes manejan mulas y tienen un ar- duo trabajo y que además “se han sudado la papita” para no sobrevivir con un salario mínimo, como le toca al más del 30 % de la población.

Los hechos hacen las palabras respetados mandatario­s, de nada sirve salir en los medios a decir que buscan la igualdad, otras que son instrument­o de paz, solo para ganar indulgenci­as con padrenuest­ros que no les pertenecen.

La paz comienza desde adentro, pero sobre todo con honestidad y respeto por un pueblo, así como lo fueron

Gandhi y Mandela, verdaderos merecedore­s de un premio Nobel de Paz

Se perdieron las ganas exhaustiva­s de los jóvenes por querer convertirs­e en profesiona­les, porque ahora es más beneficios­o actuar mal para que nos vaya bien. Que lo digan los jefes de las Farc.

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