LA EDUCACIÓN VIRTUAL
Este es el tiempo de la revolución cognitiva, como la ha llamado Norbert Bilbeny, donde las formas de conocer están cambiando y obviamente los sistemas digitales, por su novedad, están en el trono. Supuestamente nunca antes el ser humano había tenido tanta facilidad para encontrar la información y los datos. Y digo supuestamente por dos asuntos: 1 porque el “ruido” es tanto, que genera confusión y 2 porque el que no sabe lo que existe, no sabe cómo buscarlo.
Nunca había sido tan fácil, como ahora, el aprendizaje. En Colombia la pionera fue radio Sutatenza, la emisora que entre 1954 y 1978 llevó educación no formal a los campesinos de las regiones más abandonadas del país. Luego se desarrollaría la educación a distancia cuyo objetivo es masificar la educación para lograr que las personas de las regiones más apartadas puedan acceder a ella.
Hoy, algunos gobiernos e instituciones educativas están enfocados y orientados a fortalecer y aumentar la educación virtual, que tiene la misma esencia: horarios flexibles, masificación de la educación, oportunidades para todos, etc.
Solo que hay un detalle para tener en cuenta: pocos estudiantes quieren hoy cursos virtuales. Los que yo conozco, que ya hicieron al menos un curso virtual, no quieren repetir la expe- riencia y no la recomiendan. Los estudiantes manifiestan que prefieren la presencialidad.
Estamos atravesando un momento muy retador en la historia: el desafío del encuentro humano. Aunque hay intolerancia, racismo, xenofobia, discriminación y todo tipo de desencuentros; también cada vez estamos más convencidos de que debemos trabajar en derribar fronteras y crear lugares y oportunidades de relacionamiento humano para aprender a convivir en la diferencia.
Las aulas educativas son el lugar por excelencia para que las personas en formación tengan la oportunidad de aprender de otras existencias, cosmovisiones y formas de vida. Un aula virtual no promueve ese encuentro. La educación no puede reducirse a la trasmisión de datos o conocimientos, para ello están las bibliotecas, los libros y el basto mundo de Internet.
Si queremos promover personas que construyan una sociedad de humanos, debemos propiciarles ambientes de encuentro humano, para que fortalezcan su sensibilidad por las necesidades del otro. El aula virtual, de ambiente solitario y resguardado, no ofrece la posibilidad de aplicar fríos datos en las inmensas contingencias humanas; los estudiantes virtuales habrán perdido la oportunidad de conocer el mundo real