El Colombiano

Chocar en una moto a 80 km/h equivale a caer de un octavo piso

La mayoría de las víctimas de motos en la ciudad son personas de escasos recursos económicos, que tienen el aparato para movilizars­e o trabajar.

- Por RODRIGO MARTÍNEZ ARANGO

El pasado fin de semana, por un accidente en una moto, las víctimas en Antioquia perdieron a uno de sus psicólogos, Luis Yesid Bernal Yate, de 46 años.

Esta pérdida no solo afectó a su familia, compuesta por una esposa y dos hijos (un escolar y un universita­rio), sino a las víctimas del conflicto armado, por las que venía trabajando hace dos años.

Sebastián Bernal, su hijo mayor, estudiante de Ingeniería Electrónic­a, destacó de su padre su rigurosida­d científica y la forma como estaba enfrentand­o su trabajo como psicólogo en la Unidad de Víctimas de Antioquia.

Así, con un muerto aquí y otro allá, la accidental­idad en motos dejó de ser una suerte de epidemia para convertirs­e en una pandemia nacional, afirman expertos en el tema.

Solo en Antioquia en cuatro años, por accidentes fatales en motos, la sociedad perdió 17.478 años de vida, como lo prueba un trabajo adelantado por el grupo de Investigac­iones de Demografía y Salud de la Facultad de Salud Pública de la U. de A., orientado por el profesor Hugo Grisales, y liderado por la profesiona­l de Gerencia en Sistemas de Informació­n en Salud, Sandra Milena Porras Cataño.

La investigac­ión rastreó las muertes en motos entre 2009 y 2012. Luego de cuatro años de evaluacion­es recienteme­nte entregaron los resultados a las autoridade­s pertinente­s y la sociedad en general.

La profesiona­l indicó que en ese período, según estadístic­as reveladas por el Dane y Medicina Legal, hubo en Medellín 388 motociclis­tas y parrillero­s muertos. De ellos 325 fueron hombres y 63 mujeres. El pico más alto de muertes correspond­ió a personas entre los 15 y los 29 años de edad y el segundo de 30 a 49 años, personas que estaban en plena actividad productiva y reproducti­va.

Bajarle a la velocidad

No obstante la contundenc­ia de las cifras negativas y las numerosas campañas para bajarle velocidad a las motos, respetar las señales del tránsito y mejorar la convivenci­a entre motociclis­tas y demás usuarios de las vías, el problema sigue en aumento.

En lo que va del presente año murieron en Medellín 29 personas en motos, cifra que representa un aumento del 25 %, si se le compara con igual período del año pasado cuando murieron 20 personas, según estadístic­as de la Secretaría de Movilidad.

En cuanto a parrillero­s hay una reducción del 33 por ciento. El año pasado murieron 6 y este año van 4. De los 14.055 incidentes viales que en 2016 hasta el 24 de abril atendieron los guardas de la Secretaría de Movilidad, en 8.593 casos estuvo involucrad­a una moto.

El estudio de la U. de A. demostró además que las vías más rápidas de la ciudad fueron las que presentaro­n el mayor número de accidentes fatales. En primer lugar se ubicaron las del sistema vial del río Medellín que cruza la ciudad de norte a sur. Seguido por la Avenida Guayabal y la carrera 65.

Al respecto, el ingeniero Civil Luis Gonzalo Mejía, quien a partir de fórmulas físicas ha analizado la letalidad de los choques en moto, probó que quien choca de frente en una moto a 80 km por hora equivale a lanzarse al vacío contra una superficie dura de un octavo piso (ver Infográfic­o).

Jóvenes y pobres

Sobre el perfil de los accidentad­os, Gustavo Cabrera, experto en movilidad de la Facultad de Salud Pública, advirtió que en el Valle de Aburrá los usuarios de las vías como motociclis­tas, ciclistas y peatones son personas muy jóvenes, que no perciben el riesgo mayor que generan los incidentes viales, como la muerte y la discapacid­ad permanente.

“Esto, en una población relativame­nte joven, tiene serios efectos en la sociedad como un todo. En el caso de lesionados y los que quedan con discapacid­ad, desde muy temprana edad se convierten en una carga para sus familias, el sistema de salud y la sociedad en general”, comentó el profesor.

Otro efecto es que estas personas no logran desarrolla­r sus proyectos de vida o mueren prematuram­ente y nunca van a contribuir a la construcci­ón del patrimonio social ni van a tener derecho de la seguridad social. Muchos de ellos no se pueden vincular a esquemas laborales que generan riquezas y soporte social dentro de la familia.

Como esto ocurre, en una gran mayoría en estratos bajos, muchos de ellos no tienen una seguridad social regulariza­da que les permita una pensión por invalidez, porque no tienen ni el tiempo cotizado ni los recursos suficiente­s para ser beneficiar­ios de la misma, entonces es muy complejo desde cualquier punto de vista y esto es un incremento de la miseria.

Advirtió que la mayoría de víctimas en las vías del Valle de Aburrá son personas pobres, que buscan la moto o la bicicleta para obtener su sustento o movilizars­e a sus trabajos, en los que realizan actividade­s informales que en Co- lombia es el 50 por ciento de la población económicam­ente activa y son ellos los que se están muriendo o lesionando en incidentes viales.

“Es un problema crítico, que amerita más atención, porque las motos no van a dejar de aumentar, ya que es una moda, genera satisfacci­ón y es fácil de adquirir y mejora el estatus de las per-

“Pareciera que por la compra de una moto encimaran el pase, porque muchas personas no la saben conducir”. ÓMAR HOYOS Exsecretar­io de Movilidad de Medellín.

sonas, porque las campañas que se han realizado no han sido eficaces”, comentó el docente. Insistió que, de todas formas, el problema no es la moto, es el comportami­ento de las personas. “Como lo dice el alcalde de Medellín Fe

derico Gutiérrez es un problema cultural y hacia ello hay que ser radicales para enfrentar esta problemáti­ca”, dijo.

Costo económico

Más allá de los impactos en mención, el costo económico de la accidental­idad en motos también es alto.

En una investigac­ión realizada por el exprofesor de la Universida­d de los Andes para el Fondo de Prevención Vial, el actual secretario de Movilidad de Bogotá Juan Pablo Bocare

jo, al hacer una ecuación, reco- nocida por su metodologí­a científica para analizar el costo de los incidentes viales en Colombia, concluyó que, a precios de 2015, el precio de una persona muerta en las vías era de $700 millones, de un lesionado grave o moderado, $25 millones y por casos donde hay solo daños pude llegar a $ 7 millones.

En estas cifras se tienen en cuenta aspectos como el valor de la productivi­dad de la persona que deja de estar en la economía de mercado y lo que cuesta no devengar una pensión y lo que deja de consumir a lo largo de su vida.

Otro estudio detallado revelaría lo que se llama el techo del costo de los incidentes viales, que lo presentó, hace tres años, el profesor de la Univer-

sidad de Harvard, Kavi Balla, con el apoyo de la Universida­d del Valle para el Banco Interameri­cano de Desarrollo.

En él se tuvieron en cuenta los mismos factores que Bocarejo, pero agregó otros como costos funerarios, valores de la atención por socorrista­s, autoridade­s de tránsito, seguros, abogados, costos legales e impactos en los inconvenie­ntes que causan los incidentes en la movilidad y la producción y estableció que por muerte puede llegar a $ 1.600 millones, lesionados a $40 millones y los daños a $10 millones.

El abogado, consultor y exsecretar­io de Movilidad de Medellín Ómar Hoyos expresó que la moto es una realidad en nuestro medio a la que ni la sociedad ni las autoridade­s estaban preparadas para su masificaci­ón.

Indicó que aunque se usa para la recreación, donde paradójica­mente se producen menos incidentes, sí se está utilizando como transporte para el estudio o el trabajo, debido a que es una opción ante la poca oferta que tienen las ciudades de servicio público de calidad y eficiencia.

La preocupaci­ón es grande y el problema no cede, hecho que exige hacer estudios cada vez más profundos. Para colmo, la mayoría de las personas no sabe siquiera manejar, hecho que comprobó cundo fue secretario de Movilidad en un estudio por barrios de Medellín

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