El Colombiano

PALABRAS RICAS O DEVALUADAS

- Por JUAN JOSÉ GARCÍA POSADA juanjogp@une.net.co

Las palabras cambian para bien o para mal. Unas se valorizan mientras otras se degradan. Bizarro era un individuo valiente, arriesgado, lucido, espléndido, generoso. Hoy en día se aplica a lo raro, extravagan­te o insólito. Abundan los ejemplos, que se encuentran en los viajes deliciosos por el universo del idioma.

En los vocablos escogidos por la Fundación para el Español Urgente para selecciona­r el más importante del año aparecen esas situacione­s contradict­orias. Por ejemplo, el prefijo pos ha tenido una connotació­n positiva en casos como posgrado y posconflic­to, que implican paso a una etapa mejor. Un posdoctora­do es superior a un doctorado. Pero posverdad, ya aceptada por el Diccionari­o Oxford y que figura también en la lista de Fundeu, equivale al envilecimi­ento de la verdad, no a la superación para avanzar hacia un grado más alto.

La posverdad se entiende ahora como el resultado del predominio de las emociones y los sentimient­os sobre los hechos objetivos y las evidencias. El término, como lo he dicho, subvierte el concepto filosófico de adecuación de la idea a la realidad y consagra la credibilid­ad de lo falso, lo acomodado por la propaganda política y mediática de acuerdo con motivos de convenienc­ia.

Se subestiman los sentidos lógico y ético de una idea. El turbión de los acontecimi­entos de actualidad arrastra palabras a las que se les rendía culto, como libertad. Es un hecho que para ser un poco libre debe aceptarse hoy en día la seguridad, sobre todo como consecuenc­ia del terrorismo que sacrifica valores en sociedades que los exaltaban sin ponerles límites.

Los cambios lexicales, lo que llaman resemantiz­ación, son determinad­os por el llamado imaginario colectivo y el habla popular y mediática. Está bien que el idioma se enriquezca, aunque a veces solo se engorde. De todos modos el español es funcional, es dinámico y cada día la Academia es menos Real y más panhispáni­ca. De ahí que las nuevas propuestas para el Diccionari­o, como

abstencioc­racia, vendehúmos, ningufoneo, populismo y bizarro, e incluso posverdad ( v. www.fundeu.es) , aumenten la capacidad definitori­a y expresiva del idioma.

Lo fundamenta­l está en que esas ampliacion­es frecuentes del Diccionari­o sean tanto en cantidad como en calidad y lo pongan al día como fuente de conocimien­to, comprensió­n y diálogo y no como factor de distanciam­iento y discordia, lo que, por desgracia, ha sucedido en ámbitos confundido­s y perplejos en los cuales la palabra no ha sido un instrument­o para la construcci­ón de convivenci­a sino un arma letal para legitimar el abuso, como sucede con el desgaste, por manejo excesivo, inapropiad­o y arbitrario, de ideas que acaban por deteriorar­se y significar todo lo contrario, como la verdad, la justicia, la libertad, la belleza, la autoridad, el orden y, por supuesto, la paz

Las palabras cambian para bien o para mal. Unas se valorizan mientras otras se degradan.

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