PALABRAS RICAS O DEVALUADAS
Las palabras cambian para bien o para mal. Unas se valorizan mientras otras se degradan. Bizarro era un individuo valiente, arriesgado, lucido, espléndido, generoso. Hoy en día se aplica a lo raro, extravagante o insólito. Abundan los ejemplos, que se encuentran en los viajes deliciosos por el universo del idioma.
En los vocablos escogidos por la Fundación para el Español Urgente para seleccionar el más importante del año aparecen esas situaciones contradictorias. Por ejemplo, el prefijo pos ha tenido una connotación positiva en casos como posgrado y posconflicto, que implican paso a una etapa mejor. Un posdoctorado es superior a un doctorado. Pero posverdad, ya aceptada por el Diccionario Oxford y que figura también en la lista de Fundeu, equivale al envilecimiento de la verdad, no a la superación para avanzar hacia un grado más alto.
La posverdad se entiende ahora como el resultado del predominio de las emociones y los sentimientos sobre los hechos objetivos y las evidencias. El término, como lo he dicho, subvierte el concepto filosófico de adecuación de la idea a la realidad y consagra la credibilidad de lo falso, lo acomodado por la propaganda política y mediática de acuerdo con motivos de conveniencia.
Se subestiman los sentidos lógico y ético de una idea. El turbión de los acontecimientos de actualidad arrastra palabras a las que se les rendía culto, como libertad. Es un hecho que para ser un poco libre debe aceptarse hoy en día la seguridad, sobre todo como consecuencia del terrorismo que sacrifica valores en sociedades que los exaltaban sin ponerles límites.
Los cambios lexicales, lo que llaman resemantización, son determinados por el llamado imaginario colectivo y el habla popular y mediática. Está bien que el idioma se enriquezca, aunque a veces solo se engorde. De todos modos el español es funcional, es dinámico y cada día la Academia es menos Real y más panhispánica. De ahí que las nuevas propuestas para el Diccionario, como
abstenciocracia, vendehúmos, ningufoneo, populismo y bizarro, e incluso posverdad ( v. www.fundeu.es) , aumenten la capacidad definitoria y expresiva del idioma.
Lo fundamental está en que esas ampliaciones frecuentes del Diccionario sean tanto en cantidad como en calidad y lo pongan al día como fuente de conocimiento, comprensión y diálogo y no como factor de distanciamiento y discordia, lo que, por desgracia, ha sucedido en ámbitos confundidos y perplejos en los cuales la palabra no ha sido un instrumento para la construcción de convivencia sino un arma letal para legitimar el abuso, como sucede con el desgaste, por manejo excesivo, inapropiado y arbitrario, de ideas que acaban por deteriorarse y significar todo lo contrario, como la verdad, la justicia, la libertad, la belleza, la autoridad, el orden y, por supuesto, la paz
Las palabras cambian para bien o para mal. Unas se valorizan mientras otras se degradan.