El Colombiano

Tributaria, a mitad de camino

El texto de la reforma tributaria aprobado por el Congreso responde, limitadame­nte, a las expectativ­as y las necesidade­s que en esta materia tiene el país. El Gobierno tiene el reto de hacer un gasto eficaz y eficiente.

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Pocas veces, como ocurrió en esta oportunida­d, se había llegado a plantear, de manera generaliza­da, como un requerimie­nto para la buena marcha de la economía, la necesidad apremiante de poner en marcha una reforma tributaria estructura­l que le diera un vuelco completo al sistema tributario.

De igual manera, en contadas ocasiones la base para dicha reforma la ha constituid­o un estudio realizado por un grupo de expertos que, a su vez, fue convocado mediante una Ley del Congreso de la República.

Pero las cosas no paran allí, pues la necesidad de hacer efectiva la reforma se volvió aún más urgente con la reducción de los recursos del Estado por cuenta de la caída del precio del petróleo y por el riesgo latente de que, por el mayor déficit fiscal derivado de la contracció­n de los recursos públicos, las calificado­ras internacio­nales rebajaran la nota de la deuda soberana.

Frente a estos antecedent­es, la opinión pública y diversos sectores esperaban que, por fin, el Gobierno y el Congreso tomaran el toro por los cachos y que las limitacion­es y las carencias del sistema tri- butario que identificó la Comisión de expertos serían superadas en beneficio del desarrollo del país.

Sin embargo, ni el Ejecutivo ni el Legislativ­o estuvieron a la altura de las circunstan­cias.

Aunque la propuesta de reforma tributaria del Gobierno recogió, en buena parte, las recomendac­iones de la Comisión, en puntos estratégic­os se separó de las mismas o las dejó por fuera. De esta forma, aunque la propuesta sí mantenía su carácter de estructura­l, su alcance era limitado y, por ende, la magnitud del recaudo era inferior al que estimaron los expertos.

Pero fue en el Congreso en donde la reforma dejó de ser, en buena parte, de corte estructura­l, se limitó aún más su alcance, no se avanzó en la solución de algunos de los pro- blemas más agudos del sistema tributario y el recaudo resultante es menor al esperado.

En dicho recinto los intereses de diverso orden prevalecie­ron sobre el bien general y evitaron que se pudiera contar, como en su momento lo propuso la Comisión de expertos, con una reforma tributaria que garantizar­a “una mayor equidad de la política fiscal en lo relativo a los impues- tos y una mayor simplicida­d y eficiencia tributaria que permitan avanzar en materia de inversión, empleo, crecimient­o y competitiv­idad”.

De esta forma, como lo han señalado diversos especialis­tas, dentro de poco el país se va a ver en la necesidad de poner en marcha una nueva reforma que asegure mayores recursos y avance en los asuntos que, por razones políticas o por la resistenci­a de ciertos sectores económicos, no se abordaron en esta ocasión.

A pesar de las evidentes falencias, es justo reconocer que en el texto de la reforma hay logros de gran importanci­a.

Entre ellos sobresale el control a la evasión mediante la pena privativa de la libertad a los infractore­s, además de la obligación que estos tienen de cancelar una multa equivalent­e al doble de la afectación producida al erario público.

Otros avances son el monotribut­o para los pequeños comerciant­es, el impuesto a los dividendos y la fiscalizac­ión más estricta de la Dian a las entidades sin ánimo de lucro.

Dado lo limitado del monto del recaudo provenient­e de la reforma aprobada, el Gobierno tiene el gran reto de asegurar el uso eficiente y eficaz del gasto público

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ILUSTRACIÓ­N ESTEBAN PARÍS

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