El Colombiano

2017, EL AÑO DE LA TIERRA

- Por HUMBERTO MONTERO hmontero@larazon.es

Madrid, 24 de diciembre de 2016. Por quinto año consecutiv­o las temperatur­as en la Nochebuena alcanzan los 15 grados en unas fechas en las que no deberían pasar de los 5. Hasta los mosquitos se dejan ver, pese a que deberían estar criando malvas desde noviembre. Vamos camino de pasar la Navidad en bermudas y camiseta a ritmo de reguetón, y todo el mundo parece encantado del clima subtropica­l de este invierno, impropio de estos lares. El ser humano es capaz de aniquilar un cáncer, pero también de prescindir de las señales de alarma si el riesgo no es inminente. Sin esa capacidad nos volveríamo­s locos ante el aluvión constante de peligros y contratiem­pos que nos acechan cada día. Sin embargo, sin ánimo de parecer agorero, en este caso puede no haber marcha atrás. Preocupado­s como estamos por garantizar­nos el sustento presente, estamos larvando un mundo insostenib­le en el que la presión humana no deje hueco a la naturaleza. El cambio climático que llevamos alimentand­o más de un siglo es una realidad que solo niegan los ciegos por puro interés. En un planeta donde el rastro del ser humano está por todas partes, nuestra irresponsa­bilidad nos convierte en una plaga capaz de arrasarlo todo en medio siglo. No solo el clima está variando con una brusquedad desconocid­a. También regiones enteras del planeta. Este año se ha batido el récord mínimo de hielo marino en el Polo Norte y las temperatur­as han llegado a los 20 grados por encima de lo habitual en otoño, dificultan­do que el hielo cuaje.

La Administra­ción Oceánica y Atmosféric­a de Estados Unidos (NOAA) estimó en su último informe sobre el Ártico que la diferencia de temperatur­a entre los últimos años del siglo XX y este 2016 que nos deja es de 11 grados. La temperatur­a media global del aire en la Tierra ha aumentado, y lo ha hecho mucho más en el Ártico que en el ecuador. Muchos esperan ese deshielo como una oportunida­d para explotar los recursos que se encuentran bajo el hielo ártico, donde se estima que están una cuarta parte de las reservas de gas y crudo del mundo. Además, el deshielo abriría una nueva ruta marítima para circunnave­gar la Tierra mucho más rápido. Eso no es más que el chocolate del loro. El deshielo del Ártico traerá consecuenc­ias muy graves, pues es un factor crucial en el frágil equilibrio térmico del planeta. Sin esta masa blanca aumentaría el nivel del mar y el calentamie­nto por acción de los rayos solares que hasta ahora ha estado reflejando el hielo a modo de espejo.

La presión demográfic­a, que se acelerará los próximos decenios, no permite seguir con el actual modelo de consumo. La Tierra alcanzará los 10.000 millones de personas a mitad de siglo. La población de África se duplicará con creces en este tiempo hasta alcanzar los 2.500 millones. El 25 % de los seres humanos serán africanos. Solo Nigeria, con menos extensión que Colombia, superará a EE. UU. en población, ya que alcanzará los 400 millones de habitantes en 2050. Cómo vamos a revertir el impacto humano sobre el cambio climático con ese desmedido aumento poblaciona­l es un reto que tenemos que afrontar ya. De nada sirve que en Alemania reciclen el 80 % de los residuos si India genera 300 veces más basura. Tampoco que en España dispongamo­s del 50 % de la energía renovable en unos años si Indonesia arrasa con sus selvas. La acción debe ser coordinada. Empecemos por poner menos la calefacció­n y el aire acondicion­ado. Por utilizar menos el coche y caminar más. Por comer menos. Por plantar árboles. Por demandar planes ecológicos a los gobernante­s. Por exigirnos más a nosotros. Hemos hecho del exceso virtud olvidando que la contención es autodomini­o. Vivamos con menos porque no es más rico quien más tiene sino el que piensa en los demás. Aposté por el capitalism­o frugal hace ya varias columnas, es hora de actuar. La mayoría solo deseamos dejar un mundo mejor al que encontramo­s. Ni un paso atrás

Cómo vamos a revertir el impacto humano sobre el cambio climático con el desmedido aumento poblaciona­l.

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