El Colombiano

ESPERANZA DE 2017

- Por FRANCISCO DE ROUX, S.J. franjosede­roux@gmail.com

En el año que terminó a la paz se la tragaron la política y los intereses que dominaron el plebiscito; porque quienes debían haber llenado el campo de lo ético dejaron el vacío que fue ocupado por la lucha por el poder.

La esperanza es un 2017 distinto. En el que lleguen por fin, para un acompañami­ento espiritual, las mujeres y los hombres de los valores gratuitos de la paz y de la reconcilia­ción, por encima de la política, del dinero y de las armas que no conocen de gratuidad.

Sin este acompañami­ento eficaz desde los primeros meses, la situación será peor que la del año que termina. Porque la política y la justicia, en la autonomía que les es propia, no pueden descartar el discernimi­ento ético, cuando está en juego el sentido de una nación. Y este discernimi­ento les tiene que venir desde una dimensión más profunda.

El acompañami­ento espiritual esperado tiene que actuar en el espacio peligroso de lo ético, con una autoridad moral que solamente se da cuando los que la ejercen entregan la vida a todo riesgo. Como lo establece sin ambages el Evangelio: “Los envío como ovejas entre lobos rapaces”. En medio de descomunal­es intereses y violencias. “A ustedes los entregarán a los tribunales, los azotarán en templos y sinago- gas” e “incluso llegará la hora en que todo el que los mate piense que da culto a Dios”.

Este es el espacio que ha de ser llenado en 2017 por personas movidas por una causa mayor que los partidos, las cátedras, gerencias, puestos clericales u Ongs. De lo contrario, en el vacío ético, la paz y la verdad y el dolor de las víctimas serán dominados por la campaña presidenci­al hasta los efectos desgraciad­os que este país conoce.

El desafío para la Iglesia Católica y las demás confesione­s y para mujeres y hombres que movidos moralmente en conciencia y entre los que hay también quienes lo entienden así desde la política, es ejercer la responsabi­lidad de un acompañami­ento espiritual unificado, audaz y convocante. Que se ponga por encima de las ambiciones de poder y de sus personajes, que dé una seguridad ética superior a la insatisfac­ción institucio­nal del momento, que plantee que la reconcilia­ción es difícil, pero vamos por ellas. Que esté llevado por la compasión ante el sufrimient­o, por la búsqueda de la verdad, por la determinac­ión de no permitir la impunidad de ningún lado. Que decida ir con las comunidade­s en la paz territoria­l.

El Papa Francisco fue claro desde el principio. “Este proceso de paz no puede volver a fracasar”, nos dijo. E invitó a Roma a los dos jefes de la política, no para un acuerdo, sino para situarlos en la perspectiv­a que establece el acompañami­ento ético; y hacerles sentir que hay un horizonte más grande, el de la causa del ser humano, que es la pasión del Dios de Nuestro Señor Jesucristo y de las mujeres y los hombres que luchan por la dignidad

La esperanza es un 2017 distinto. En el que lleguen por fin mujeres y hombres de los valores gratuitos de la paz y de la reconcilia­ción por encima de la política y el dinero.

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