El Colombiano

Carta por el regreso de los 4.500 gramaloter­os exiliados

El nuevo pueblo tiene un avance del 67 por ciento. Ya están las primeras escrituras públicas.

- Por MARÍA VICTORIA CORREA Enviada especial, Gramalote CORTESÍA

Seguro vas a llorar, pero te animarán los vecinos y vas a prepararte para volver. Te pondrás un escapulari­o, guardarás en tu bolsillo la estampita de la virgen de Monguí, te pondrás tenis, llevarás un saco de lana y le avisarás a tu familia que llegó el día, que vas a volver.

En Cúcuta encontrará­s un amigo que te lleve al pueblo, estarás tres horas buscando los recuerdos que se han quedado en la carretera y el corazón se te querrá salir cuando pases por el viejo Gramalote y aún sientas tristeza. Las ruinas te espantarán, a mí también me espantaron. Justo ahí vas a llorar. Seguro les dirás a todos que estas triste, yo también estuve triste, pero calma, respira profundo, y sigue de largo. En menos de 20 minutos aparecerá tu nuevo pueblo, tu nueva vida. Estarás sonriendo, llegaste a casa.

Volver, solo eso, volver. La ruta la tienes clara y aunque saliste sin tus cosas el 17 de diciembre de 2010, cuando la avalancha se fundió con el pueblo, te hiciste valiente y vuelves sin miedos. ¡Salvaste tus recuerdos!

Sabes que tu Gramalote apareció en el mapa de Colombia justo el día en que una avalancha lo enterró. Sabes también que este será un fin de año feliz porque pronto iniciará el retorno y los vecinos serán los de siempre. Qué bueno será verte feliz. Este regreso será lento, tus paisanos, los 4.500 de tus vecinos que están viviendo hoy por todo Norte de Santander, empezarán a regresar, uno a uno.

Otro comienzo

Esperanza de Serna lleva cinco años sin un arbolito de Navidad. A veces, algún buen vecino le presta uno, pero ese no es su árbol y esa no es su casa. Por eso su sueño es simple: comprar uno y ponerle muchas luces, hacer un pesebre que ocupe parte de la sala, que los amigos vuelvan y que de una vez, el recuerdo amargo de la Navidad de 2010 desaparezc­a, como un acto de magia, desaparezc­a, sin dolor.

Con ella vuelven los recuerdos amargos. Sin ninguna pregunta, Esperanza cuenta que el piso de su vieja casa comenzó a levantarse, que en lo único en que pensó fue en sacar la cama y el comedor. No empacó la ropa ni el cepillo de dientes. Así empezó la travesía de su familia: durmieron unas noches en Santiago, un municipio cercano, y de ahí comenzaron a vivir en casas de familiares en Cúcuta. Pasaron de tenerlo todo, a esperar

que les dieran todo. Esperanza llora cuando lo cuenta: “Me deprimía mucho al verme así. Ahora me entusiasma pensar que este pueblo será de mis nietos y que estos años difíciles no se repetirán”.

Este diciembre el Fondo Adaptación les hizo una invitación para ver los avances de la obra y se encontrara­n con sus vecinos. Esperanza se para entonces en la esquina del parque y dice que está feliz porque “todo esto está muy bello. Aquí hay vida. ¿Usted cree que la gente va a venir a visitarnos?”.

Esa misma pregunta se la ha hecho el gerente del Fondo Adaptación, Iván Mustafá, y él está convencido de que sí, de que Gramalote se convertirá no solo en un destino nacional si no internacio­nal. ¿Por qué? Porque es un pueblo que se construyó desde cero, porque su gente es guerrera, porque han sabido esperar. Al fin de cuentas, es un pueblo en el que la comunidad ha decidido la ubicación de

sus casas, en el que los vecinos aprendiero­n a escucharse. Gramalote se convertirá en una ciudad emblemátic­a, dice Mustafá, y agrega, sentado en una banca del nuevo Gramalote, que el avance de la obra es del 67 %, que hay 350 casas terminadas y que está listo el acueducto. Varias docenas de trabajador­es avanzan en la construcci­ón de la Alcaldía y de la plaza de mercado. Está casi terminada la carretera de acceso.

“El reto que tenemos es la reactivaci­ón económica de la población. Ya los gramaloter­os, y el país en general, han ido entendiend­o que no se trata de construir un barrio, son 16, más todo lo que comprende el municipio. Luego aquí lo que estamos haciendo, en tiempo récord, es una muy buena obra”, explica.

Entre los pendientes que tiene la Gobernació­n están la construcci­ón de un polideport­ivo, de una casa de la cultura, de la casa del campesino y de un punto Vive Digital. Va tomando forma.

La casa

En el nuevo pueblo, encontrará­s mucho polvo, algunas cosas están sin pintar y otras apenas tienen las columnas. Habrá muchas volquetas y docenas de trabajador­es estarán concentrad­os tratando de terminar la Alcaldía y el mercado. Te dará sed y no habrá tienda. No encontrará­s la iglesia ni el hospital. Podrás caminar el parque y podrás entrar a cualquiera de las casas. Te encontrará­s con una pequeña cocina, una sala, dos habitacion­es, un baño y un patio grande.

Te reencontra­rás con los amigos de infancia y preguntará­s por sus hijos. Claro, en algún momento comenzarás a comparar los dos Gramalotes y cuando descubras que ya han pasado seis años y que no vale la pena, te gustarán las flores nuevas que pusieron en el parque. Estarás feliz con la brisa fría.

Los vecinos han vuelto

Glorias Inés Cáceres busca una silla plástica y la pone al frente de la que ella dice es su casa. Arranca una hoja de un cuaderno, saca un marcador y escribe algo. De repente, en la puerta de la casa, ubicada justo al frente del nuevo parque, hay un letrero que dice: “Familia Cáceres Yáñez”. Dice que quiere una foto y se para justo al lado del letrero.

Advierte que no quiere hablar del pasado porque hoy es un día feliz y que hay que empezar a olvidar. “Al fin ya se puede ver el pueblo, ya tenemos nuestras casas, ver nuevamente a nuestros vecinos, eso me hace feliz. Hay cosas que me ponen mil millones es la inversión que ha hecho el Fondo Adaptación en Gramalote.

muy triste, esa es la verdad, pero hoy estoy sentada al frente de mi nueva casa y de mi nueva vida y es lo único que importa, estar acá, sentir mi nuevo aire, dejar que la brisa llegue, el resto ya es pasado”.

¿Y empezar cómo?, ¿cómo recuperar los recuerdos?, le digo. “Es difícil, claro que es difícil, perdimos nuestra patria, perdimos nuestra tierra, pero eso no quiere decir que no podamos volver a empezar. Mis amigos siguen vivos y Dios nos quiere como pueblo. Vamos a volver, ¿quiere venir a tomar café?”.

Desde siempre en estas tierras se siembra café y sorbo a sorbo se ha regado por toda la región. Es famosa su amargura. También volverá el café, volverá el sancocho de gallina, los pastelitos de yuca, los tamales, las empanadas de la esquina de la iglesia. Las fiestas tradiciona­les iniciarán el 15 de diciembre y terminarán en enero con las comparsas. Vuelven los recuerdos bonitos, vuelven.

Roberto Peñaranda es otro de los gramaloter­os que se declara admirador del nuevo pueblo. “Quiero que escriba que yo, un campesino gramaloter­o, veo un pueblo moderno, hecho para un mundo moderno. Lo que se acabó, se acabó y hoy tenemos esto, una nueva vida”, dice.

Volver

Estarás bailando carranga al finalizar la tarde y a estas alturas te querrás quedar, estarás pensando en que llamarás a todos para que en diciembre vengan y pasen contigo una Noche Buena feliz. Te quedarás pensando en que las casas son muy pequeñas y aunque puedes enojarte, optarás por agradecer. Te gustará la idea de que la iglesia tenga la misma estructura de antes, que los vecinos hayan vuelto con los chistes de siempre y los remoquetes de niños. Pensarás en que te gusta el nuevo paisaje y las nuevas visitas y justo ahí sentirás, caramba, que ya eres de acá

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FOTO El acueducto, el alcantaril­lado, los servicios públicos y 350 casas terminadas de cinco barrios fue el avance de la obra durante este año. El primer retorno será en febrero de 2017.

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