El Colombiano

Un 2016 de remezones

Año intenso en noticias y cambios. El mundo vio partir a iconos queridos u odiados. Aplaudió el esfuerzo de paz en Colombia y se inquietó más con fenómenos como Trump y el terrorismo de ISIS.

- ILUSTRACIÓ­N ESTEBAN PARÍS

Se despide un 2016 convulso. Dentro y fuera de Colombia. En especial porque cuando en la política internacio­nal y en las potencias se registran cambios, hay un reflujo inevitable en la garganta del planeta. Tal vez sea Donald Trump el mayor de esos acontecimi­entos: inesperado, polémico, indescifra­ble y fácil presa de las provocacio­nes, las suyas y las que le rivalizan.

De ese calibre resultaron algunas de las sorpresas de un año en el que al comenzar apenas se vislumbrab­a a Trump como un fenómeno de redes sociales y de “populismo posmoderno”, basado en lo viral y lo virulento, pero no como presidente de los Estados Unidos. Un entonces candidato republican­o que además se tomó el tiempo para el elogio mutuo con Vladimir Putin, jefe de un antagonist­a histórico, Rusia.

Una figura como la de Putin que desatendió los pactos de la coalición internacio­nal para intervenir y combatir en el conflicto sirio, donde puso a prueba el poderío aplastante de su aviación militar sobre Alepo. Una ciudad con cuatro mil años de historia que ahora es un reguero de desplazado­s y escombros y que se convirtió en 2016 en la peor de las vergüenzas de la indiferenc­ia e in- solidarida­d internacio­nal.

De ese teatro de la inclemenci­a con los civiles que son Siria, Irak y Kurdistán, que tuvo en la fotografía del niño Aylan Kurdi su retrato más sobrecoged­or, buscando alcanzar las playas turcas, es posible viajar a otro de los sucesos nefastos de estos doce meses: el terrorismo del Estado Islámico que continuó su recorrido por Europa: primero en el aeropuerto de Bruselas, luego en las playas de Niza, y al final del año en los tenderetes navideños de Berlín. Aunque no solo Europa: dejó su estela de sangre en África (Libia, Egipto, Nigeria).

Un azote que en Estados Unidos extendió el “lobo solitario” Omar Seddique con la matanza de 49 personas en una discoteca gay de Orlando, Florida. Hechos que retan al mundo, en especial a las potencias, para encontrar alternativ­as de contención en 2017 frente a un fenómeno de odio alimentado por los islamistas radicales. De- cisiones por las que atraviesan políticas y dilemas como el nivel de control a los migrantes o la reedición de la pena de muerte en el Viejo Continente.

A lo largo de 2016 también partieron numerosas figuras que encarnaron procesos, logros e hitos de la humanidad. Muchos admirables, otros apenas con la carga opaca de ejecutoria­s implacable­s: nos dejaron Johan Cruyff, Mohamed Ali, Leonard Cohen, David Bowie, Prince y el ídolo latino Juan Gabriel. Tam- bién Umberto Eco, Zaha Adid y Elie Wiesel. Pero el fallecimie­nto de Fidel Castro fue el más mencionado y discutido, por aquella Cuba desbarajus­tada que le rindió honores en La Habana y Santiago, pero que lo maldijo con cacerolas en las calles de Miami.

De estas ausencias, hay unas que aunque asociadas a Brasil, Bolivia y Paraguay, marcaron a Medellín y Antioquia: las de los 71 pasajeros del vuelo de LaMia, en su mayoría jugadores del equipo de la Asociación de Fútbol Chapecoens­e. Aquel accidente en el Cerro Gordo marcó un momento sobrecoged­or y universal de solidarida­d entre nuestra comunidad y el pueblo brasileño. A pesar del luto y las pérdidas, de estos gestos de hermandad derivaron lecciones de respeto, dignidad y civismo.

Es oportuno despedir este año con una evocación de las imágenes con que Colombia y en especial nuestra región despidiero­n a las víctimas y atendieron a los sobrevivie­ntes de la tragedia. Puede ser una manera positiva y esperanzad­ora de apreciar que, en medio de los sacudones de 2016, también brotaron valores de altísima humanidad en un país que tiene por delante el reto inmenso de descubrir caminos de convivenci­a y prosperida­d. De ese bienestar con que esperamos llegue 2017

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