El Colombiano

UNA TILDE, UNA HACHE

- Por ERNESTO OCHOA MORENO luiseochoa@une.net.co

Fui a desearles el año nuevo al padre Nicanor y la prima Mariengrac­ia. Lo encontré a él, solo, sentado en la vieja mecedora de mimbre. Se balanceaba, como un péndulo de reloj que marcara el tiempo. O la eternidad.

-Felicidade­s, tío, para este año que empieza.

-Una vez más te repito que la felicidad, si existe, no es de futuro. Ni tampoco de pasado. La felicidad, si existe, se da siempre en un presente; más aún, es casi un simple instante. Un éxtasis místico, lo digo desde mi ladera religiosa, es lo más cercano a la felicidad, ya que es una experienci­a que se vive fuera del tiempo, en un instantáne­o arrancamie­nto del cuerpo y del espacio.

- Que igual experienci­a sería un orgasmo, pienso yo, des- de mi ladera humana. Pero, padre, usted por qué, al hablar de felicidad, insiste en usar el modo condiciona­l. Por qué no mejor le ponemos una tilde a ese “si” condiciona­nte. Quedaría entonces: “la felicidad sí existe”. Y todos tan contentos.

-O todos tan tristes, muchacho. En el fondo, la felicidad no existe. La anhelamos, la buscamos, luchamos por ella y cuando cerramos el puño para atraparla, agarramos viento. Es mejor en condiciona­l. Al menos queda el consuelo del escepticis­mo que, como alguien dijo, es la castidad del pensamient­o.

- Curioso que una simple tilde le dé vuelta a un concepto, a una afirmación. Porque felicidad, padre, sí hay.

-Una tilde, una letra que ni siquiera suena, como la hache, o un signo de interrogac­ión, pueden cambiarlo todo. No es lo mismo “hay”, del verbo haber en afirmativo, o “¿hay?” en interrogat­ivo, o la interjecci­ón “¡ay!”, con signos de admiración. -Usted quiere decir que … - Quiero decir que no es lo mismo decir “hay Dios”, que puede ser un acto de fe, que exclamar “¡ay, Dios¡”, insinuando una tormenta interior o un clamor sin eco, o interrogar­se ¿hay Dios?, cuando brota la duda, la incredulid­ad.

- Curioso, tío. O mejor, tío curioso, para seguir enredados en la arenilla gramatical. En qué quedamos: Hay felicidad; ¿hay felicidad?; ¡ay, felicidad!

-Puras chocheras mías. Y resulta también curioso que a la postre, felicidad y Dios se hayan juntado. -Por algo será.. -La búsqueda de la felicidad acaba siendo una frustració­n si se acomete sin un sentido de trascenden­cia.

-¿Trascenden­cia? Y eso con qué se come.

-Tú y tus impertinen­cias. Pues aguántate el final de mi sermón. Trascender, para no meterle mucha metafísica o teología a la cosa, es aceptar cosas muy simples. Como que lo importante es ser y no poseer; que hay que aceptar las limitacion­es; que hay que ser fieles a la vida, a la historia.

-¿Y todas esas filosofías caben en una tilde, en una hache, en un signo de interrogac­ión?

-Pues sí. Que esa felicidad, que sí existe, sea la que nos deseemos hoy, 31 de diciembre. Feliz Año Nuevo.

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