El Colombiano

CORCEL CON PATAS DE BARRO

- Por FABIO HUMAR JARAMILLO redaccion@elcolombia­no.com.co

Comparto un sentimient­o con el Nobel Vargas Llosa: estamos en una sociedad absolutame­nte banalizada. Ya lo dijo el escritor en un texto muy lúcido. Todo lo estamos banalizand­o. Me quiero referir a la idiotez mayor, que es la famosa fiesta de 15 años de una niña mexicana. La historia la pueden ver en cualquier lugar. Solo deben buscar en Google ‘Fiesta de 15 años de Rubi’.

Incluso una revista seria, como Semana, en un confidenci­al nos alegra el día detallándo­nos los obsequios que le llevaron a la niña. El que más me gustó fue el que llevó el alcalde de la población, que meses antes dijo en cámaras que él sí había robado, pero poquito. La cosa sería graciosa, si no fuera porque eviden- cia lo lamentable, lo patéticos que nos hemos vuelto.

Lo mismo pasó con la agresión de Vargas Lleras a un escolta. Todos los medios lo banalizaro­n, y lo presentaro­n como una cosa sin importanci­a, sin transcende­ncia. Como una socarroner­ía más. Y no, no lo es. Es una agresión del segundo hombre más importante del país a uno de sus escoltas, que se debe ganar unos pesitos, exponiendo el pellejo a luz y agua. Pero nos lo vendieron como un chiste, y así lo compramos.

Con la reforma tributaria pasó lo mismo. Nos quedamos en el chiste de que Santos dijo hace siete años que firmaba sobre piedra que no subiría los tributos. Pero los subió. Nos quedamos en la anécdota, que produce una desfigurac­ión facial por la sonrisa fácil, pero nadie se preguntó qué pasó con la economía, que ahora hace necesaria esa reforma.

¿Y qué me dicen del hecho de que ahora se diga que la infraestru­ctura para recibir a los señores de las Farc no está lista? Casi seis años lleva el proceso de paz, y el Estado no fue capaz de hacer unas casitas, una pequeña estructura que los recibiera. Lo grave no es eso, es lo que eso denota.

Nuevamente nos quedamos con lo dulce de la historia, como cuando vamos al médico, y después de la mala noticia nos dan una colombina. Salimos felices mostrando el dulce, para no contar lo mal que vamos.

Pululan historias de animales que han muerto, porque un humano lo sacude para sacarle una foto. Y pululan, también, historias de humanos que han muerto por quererse sacar la famosa selfie.

Ahí vamos, haciendo bien la tarea de amar con locura a unas señoras de apellidos Kardashian, mientras montamos nuestro corcel de patas de barro *Colprensa

Estamos en una sociedad absolutame­nte banalizada.

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