CARTA DESDE TOKYO: GRATITUD VERDOLAGA
Se acabó el año futbolero y con tranquilidad me pongo a pensar en lo vivido por Atlético Nacional. No me cabe duda de que este fue el mejor año de su historia. El ciclo que comenzó hace varios años fue dando frutos paso a paso, los objetivos planteados se fueron cumpliendo uno a uno, la reconquista de la Copa Libertadores 27 años después de la primera gesta llegó, y el equipo de la mano del “profe” Rueda se encumbró a la cima continental con todos los récords y todos los honores. Un equipo prácticamente imbatible en el continente, con unos números contundentes, dejando para la historia la copa conseguida por un equipo con mejor promedio en su existencia.
El segundo objetivo, la Copa Suramericana, se fue forjando en cada ronda y el verde llega invicto a la final, truncada por la tragedia que aún nos conmueve a todos. Tardará mucho tiempo para que el mundo del fútbol asimile el dolor de la pérdida de estas vidas de jóvenes, llenos de ilusiones.
Todo lo anterior nos llevó a lucir el “frac” en Japón, adonde fuimos a acompañar al equipo con una maleta cargada de sueños e ilusiones. Un desplazamiento masivo, algunos hinchas que con esfuerzo sobrehumano y en calificación desde la fría sensatez de manera “irresponsable”, empeñaron parte de su vida para acompañar a su equipo del alma. Qué bello es el fútbol, qué desborde de pasión y amor incondicional aún por encima de la lógica y la razón. Osaka y Yokohama eran los escenarios, pero sin exagerar parecía la entrada a nuestro Atanasio. Los distintivos verdolagas estaban en la ropa de todos los aficionados, quienes con su festividad eran la sensación para este pueblo tranquilo y de una cultura y respeto admirables.
Escribo pasados varios días porque créanme que no fue fácil asimilar el golpe de Osaka, el partido más atípico que he visto, derrota dolorosa luego de tener todo a favor, oportunidades desperdiciadas a granel pero nada que hacer. Perdimos, lloramos, dolor en el alma, pero es el rey de los deportes, el único juego donde en ocasiones pasa lo ilógico y las circunstancias fueron desfavorables. Toda la vida pedimos tecnología para minimizar el error humano en el arbitraje. La FIFA dio el paso y nosotros fuimos las primeras víctimas, como algún día, si prospera esta tecnología, seguramente seremos favorecidos. Reglas son reglas y esta vez fueron adversas para nosotros.
Pero pasado el golpe y la resaca, pienso qué grande es mi equipo. Estoy triste por perder en el máximo escenario de los clubes del mundo. Llorar por perder el paso a la final del mundial de clubes siempre será mejor que llorar a la orilla del río Magdalena luego de perder el paso a la final del fútbol colombiano en el estadio Plazas Alcid. Lo digo sin demeritar ese escenario, los grandes equipos pierden y ganan cosas grandes y eso es Atlético Nacional, un grande.
El partido por el honor de ser el mejor del continente con el América de México sirvió para cerrar este maravilloso año con broche de oro. Solo me queda decir gracias MI VERDE, gracias a sus directivos, gracias profe Rueda y cuerpo técnico, gracias muchachos por todas las alegrías. Hoy me siento orgulloso de pertenecer al equipo más grande del continente y sin lugar a dudas, todo esto valió la pena
No me cabe duda de que este fue el mejor año de la historia del Atlético Nacional.