ESTAMBUL: PRIMERO OSCURIDAD, LUEGO TERROR
La gente había dicho que este sería el Año Nuevo de la piyama en Estambul. Nos quedaríamos en casa, pasaríamos el rato con los amigos, nos mantendríamos lejos de los espacios públicos. Esperaba una noche acogedora, lejos de las multitudes y las celebraciones, iba a ir a una fiesta en una casa en el lado anatoliano de la ciudad. Las reuniones públicas en las plazas parecían aburridas en la televisión: pequeñas multitu- des de hombres fumando frente a las cámaras, mojados y fríos bajo una lluvia incesante.
Llegó la medianoche, y luego llegó la noticia: dos hombres armados disfrazados de Papá Noel habían entrado en un club nocturno junto al mar en el lado europeo y masacrado a al menos 39 personas en pocos minutos. Decenas de seguidores del club escaparon de la masacre lanzándose a las heladas aguas del estrecho del Bósforo. Esos sobrevivientes habían entrado al 2017, supimos luego, flotando entre continentes.
La imagen siniestra del Papá Noel asesino resultó ser imprecisa -la historia fue negada por el primer ministro de Turquía, Bi
nali Yildirim, quien dijo que solo había un atacante, quien más tarde fue reportado como vestido de negro- pero resonó. Hace unos días, un grupo de jóvenes había organizado una ejecución simulada de Papá Noel frente a un centro comercial, poniendo un arma a la cabeza de su amigo disfrazado, amenazando a los que les gusta la fiesta.
En los periódicos, las imágenes de las multitudes que celebraban el Año Nuevo chocaban con las de los muertos en Siria y Palestina. La caracterización de los llamados turcos blancos como las élites ricas, degeneradas y condescendientes obsesionadas con la fiesta resurgió, para recordar a la gente el objeto apropiado de sus resentimientos.
Hasta ese ataque, la semana había sido deprimente, pero carente de terror. En días anteriores, la ciudad había sido sumergida en la oscuridad por apagones de electricidad. Las tormentas habían averiado las líneas eléctricas y hasta los barrios parecían pintados en tonos negros.
Amigos con niños pequeños se quejaban del frío y las interrupciones repentinas de calefacción. El viernes en la noche, cené con un amigo periodista; apenas sí podíamos ver nuestros platos bajo lámparas de gas. Nos sentimos felices cuando volvió la energía. Las personas se habían preguntado si recibiríamos el 2017 en la oscuridad.
Pero la ciudad nos sorprendió. Quienes salieron se negaron a cambiar sus planes, y los clubes nocturnos brillaban con sus luces artificiales. Había hasta 600 personas en Reina, el lugar del ataque, el cual es popular entre estrellas del fútbol, supermodelos y oligarcas. Solo para pasar un rato en Reina, usted tiene que estar dispuesto a gastar mucho dinero. Le gusta atraer a la clase de negocios internacional; al menos 15 de las víctimas del ataque eran extranjeros.
En la ciudad habían circulado rumores sobre la posibilidad de un ataque como este, pero cuando uno lee advertencias diarias sobre ataques de este estilo, las empieza a ignorar. En el transcurso del último año, los locales se han acostumbrado a todo: ataques terroristas en estadios deportivos y aeropuertos, y un intento de golpe de Estado que dejó cientos de muertos.
Ahora, bajo un estado de emergencia extendido, los clubes nocturnos se han sumado a esa imagen. Las fuentes de la amenaza son demasiado numerosas, la incógnita demasiado grande. Un amigo argumentó que no era inconcebible que el gobierno impusiera toques de queda en los próximos meses. Esos son los temas discutidos aquí en las primeras horas del nuevo año.
¿Y qué pasará ahora con una ciudad que ya ha vivido tantas calamidades? La nueva Estambul parece estar lista para ser definida por esas ansiedades.
En Twitter, un periodista lo comparó con Gotham City. El año pasado, Turkish Airlines, un patrocinador de la película “Batman vs Superman”, había ofre- cido a como un nuevo destino de viaje para promover sus vuelos a Nueva York. Entonces, parecía una estrategia de marketing postmoderna. Ahora, Estambul realmente se siente como Gotham: una arenosa metrópoli cuyos habitantes se sienten abrumados por la oscuridad y la violencia.
Aquí lo que parece hiperreal puede convertirse en real en el transcurso de unas horas. El sábado por la mañana yo había compartido con un amigo que se mudó recientemente a Londres una fotografía tomada en la plaza Taksim: un policía uniformado, varios policías vestidos de civil y un hombre vestido con un traje de Papá Noel estaban juntos viendo nevar, con un vehículo militar Scorpion en la distancia.
Todavía estábamos despiertos cuando aparecieron aquí las imágenes de la celebración del Aaño Nuevo en Londres. No quería molestar a mis amigos con noticias del ataque en Estambul, pero no pude evitar recordar las palabras de C.P. Cavafy sobre cómo las noticias de la ciudad de uno siempre lo persiguen