EL ÚLTIMO OLÉ
Por ADRIANA COOPER adrihcooper@gmail.com
Desde el tendido: Rojo sangre literal. El torero vestido en su traje ajustado y adornado por lentejuelas doradas que brillan con el sol de la tarde, acaba de insertar en la piel del toro la banderilla, esa estaca estilizada de hierro adornada por papel de colores. La sangre empieza a brotar y a correr por el pelo negro del animal. El protagonista de esa faena levanta los brazos para saludar a un público que lo aplaude para confirmarle su victoria. Algunos celebran bebiendo licor en las llamadas “botas” y la orquesta que está ese día entona una canción de feria mientras el toro se postra sobre la arena y de su hocico sale una baba espesa que anuncia la muerte. Era mi último año del colegio y acepté una invitación para ir a una corrida de toros. Sucedió por curiosidad y sobre todo por la falta de conciencia tan común en aquella época de la vida y de Medellín. Era el tiempo en que todavía veíamos caballos con carretas llevando bolsas de cemento y los animales se maltrataban públicamente sin censura. Después de ver aquella escena en la que un grupo de personas celebraban la muerte de un ser que sufría, no pude resistir y me abrí paso entre los asistentes. Salí de la plaza con la imagen tortuosa del animal en la cabeza. Hasta hoy, casi dos décadas después, no hay día que pase por la Plaza de Toros La Macarena sin que recuerde esa tarde de toros en la que desde aquella gradería llamada “tendido” fui espectadora de un acto de maltrato animal celebrado.
Estocada final: Después de presenciar lo que ocurre en una corrida y conocer los avances que ha tenido Medellín en las últimas décadas en favor de la defensa de los animales, considero inaceptable ver aún avisos de Cormacarena promocionando la vigésima sexta temporada taurina que empezará el próximo 27 de enero en nuestra ciudad. Entre sus argumentos, los amigos de la tauromaquia dicen que por tratarse de una expresión cultural, el resto de personas que no apoyamos las corridas, debemos entenderlos y respetar. Incluso en la página web de Cormacarena se lee esta frase de Federi
co García Lorca: “Los toros son la fiesta más culta que hay hoy en el mundo”. O esta de Ernest Hemighway: “Es moral lo que hace que uno se sienta bien, inmoral lo que hace que uno se sienta mal.
Juzgadas según estos criterios morales que no trato de defender, las corridas de toros son muy morales para mí”. Aunque las corridas también las hayan apoyado personas reconocidas en Colombia como Antonio Caballero,
Germán Vargas Lleras o Fernando Botero, entre otros, sus razones ya no tienen relevancia en un mundo actual donde la tortura y la falta de respeto a la vida hacen parte de los actos luchados globalmente. Ya no es solo cuestión de gustos. Rogamos que en los días de feria no haya más maltrato innecesario como ocurrió hace un año con el caballo que murió por una cornada. Quienes creemos en la importancia de evitar la crueldad, observaremos con tristeza y vergüenza cómo empiezan las corridas y esperamos que un día cercano podamos presenciar el momento en que Medellín anuncia la estocada final y escucha su último olé
Después de presenciar lo que ocurre en una corrida, considero inaceptable ver aún avisos de Cormacarena que promocionan la temporada taurina.