Los NN, principal nexo argentino
Argentina y Reino Unido pactaron su identificación, luego de más de tres décadas “solo conocidos por Dios”.
Ados kilómetros de Puerto Darwin, enclavado en uno de los lugares donde más sangre se derramó durante la Guerra de las Malvinas (1982), el cementerio argentino ( Argentine Military Cemetery), es testimonio escondido del sufrimiento humano que dejó un conflicto motivado por la ambición y el apego al poder. Y es escondido, porque para los habitantes de las localidades cercanas habría sido difícil tener todos los días que recordar que en la tierra que pisan, cientos de hombres murieron por un centenario reclamo territorial.
Se encuentra oculto tras una leve hondonada, y de él no sobresalen altas cruces ni capillas, para que no sea visible desde otros puntos. La única señal que se tiene de su existencia, desde fuera, es un pequeño cartel que reza Argentine Cemetery al costado de la vía Darwin Road, de la que se bifurca una pequeña y rústica carretera.
Pero además de estar prácticamente oculto, llama la atención el hecho de que la mayoría de los restos mortales enterrados en él —123 de los 237 soldados argentinos— son de militares no identificados, que han permanecido en condición de NN durante más de tres décadas. Las viejas rencillas y los nacionalismos han conspirado para que esa situación se haya perpetuado por tantos años.
No obstante, el pasado 20 de diciembre, Reino Unido y Argentina llegaron a un histórico acuerdo para permitir la identificación de esos 123 cadáveres a través de exámenes de ADN, tras un largo viacrucis de familiares y amigos de los caídos para poder saber si sus allegados están sepultados allí. Ambas naciones encargaron dicha tarea al Comité Internacional de la Cruz Roja, que iniciará su labor en julio de este año.
Las reacciones han sido diversas, y tal como los sentimientos encontrados que genera el recuerdo del conflicto entre argentinos y británicos en el 82, hay una mezcla de opiniones a favor y en contra.
La puerta de las islas
La propia historia del cementerio se ha convertido en un vínculo duradero entre los argentinos y las Malvinas, una herida y un fuego permanente de su identidad nacional. En los graduales avances y pequeños pactos logrados durante años, dicho lugar se convirtió tal vez en el único en las islas al que los suramericanos pueden hacer culto — así los isleños o kelpers hayan prohibido el uso de banderas o símbolos nacionalistas—.
Su historia es casi casual. El lugar fue escogido en plena guerra, tras la batalla de Goose Green (Pradera del Ganso), en la que perdieron la vida 47 soldados argentinos y 17 británicos. Se trató de la primera batalla terrestre entre los dos bandos, tras un largo traslado de las fuerzas británicas por 12.000 km de mar abierto.
Allí fueron enterrados no solo los 47 caídos argentinos del primer combate, sino también otros 190 fallecidos en la isla Soledad e incluso pilotos derribados y marinos. El coronel británico Geoffrey Cardozo se encargó de organizar la sepultura de dichos soldados.
Esos últimos entierros, de pilotos y marinos, se dieron años después: Al capitán Jorge Osvaldo García se le vio salir expulsado con éxito de su avión A-4 después de ser derribado por un misil tierra-aire el 25 de mayo de 1982, pero su cuerpo no fue recuperado del agua. Al año siguiente fue encontrado en la isla Golding y luego llevado al cementerio.
Cuatro años después (1986), se hallaron los restos mortales del teniente Miguel Ángel Giménez “Sombra”, reconocido piloto de los IA-58 Pucará. Los huesos del militar fueron encontrados en la ladera suroeste del Monte Azul, de la isla Gran Malvina, donde se estrelló accidentalmente en una noche de poca visibilidad y tras haber destruido un helicóptero inglés cerca a Darwin.
A su entierro asistieron sus familiares, quienes fueron los primeros parientes de los caídos argentinos en visitar las islas tras la guerra. Su padre, Isaías Giménez, siempre tuvo la esperanza de encontrarlo con vida. Creía que de alguna forma los ingleses lo tenían preso. El 29 de agosto de ese año recordó las palabras que le dieron consuelo: “sepa que si usted perdió a su hijo, la Fuerza Aérea perdió un héroe”.
Tras 17 años de la guerra aún se encontraban restos mortales. En las islas Sebaldes fueron hallados en 1999 los despojos de un militar argentino, pero el proceso de identi- ficación fue dispendioso. No se encontraron placas identificatorias, por lo que los huesos fueron entregados a la Policía de Stanley, que los mantuvo guardados hasta 2008.
Apenas ese año, en mayo, la embajada de Reino Unido en Buenos Aires comunicó a Argentina sobre el hallazgo, tras lo cual los restos fueron trasladados en junio a territorio continental, concretamente al Banco Nacional de Datos Genéticos del Hospital Durand. La institución determinó que estos correspondían al primer teniente Jorge Casco,