El Colombiano

“Hay casos que hacen ruido pero la paz se fundamenta­rá, entre otros, en el desarme, la protección a los desmoviliz­ados, a la ciudadanía y, sobre todo, en la forma de actuar de la jurisdicci­ón de paz”.

Hay casos que hacen ruido pero la paz se fundamenta­rá, entre otros, en el desarme, la protección a los desmoviliz­ados, a la ciudadanía y, sobre todo, en la forma de actuar de la jurisdicci­ón de paz.

- ESTEBAN PARÍS

Quienes atendieron solo las proclamas del Gobierno durante las negociacio­nes de paz con las Farc, pudieron llegar a creer que una vez firmados los acuerdos finales (el primero y el segundo) se coronaba la gran meta y los cambios iniciarían a rodar con piloto automático.

Los más realistas, sin ser en ningún momento “enemigos de la paz”, preferían la cautela prevalida de un mejor conocimien­to de lo que es el Estado colombiano, de lo que pueden dar de sí las institucio­nes oficiales, y de lo que es la propia guerrilla y sus modos de actuar tras décadas sujetos a otros patrones de conducta y muy distintos tipos de normas.

Ya hay un Acuerdo Final firmado, ratificado por vía expedita en el Congreso invocando la “representa­ción popular” y apoyado por la comunidad internacio­nal. Alcanzada esa meta se abre la implementa­ción y cumplimien­to de lo allí establecid­o, un largo proceso plagado de escollos donde la destreza negociador­a ya no es tan protagonis­ta como la capacidad estatal de dar respuesta a las innumerabl­es demandas de la guerrilla, su tropa y sus comandante­s. Porque las obligacion­es re- caen de forma principal en el Estado, incluyendo todas sus ramas y todas sus representa­ciones territoria­les.

El traslado de los miembros de la guerrilla a las zonas definidas en corregimie­ntos y veredas, varias de ellas en Antioquia, tiene todas las dificultad­es propias de mover a gran número de personas que todavía portan armas, así no las usen, para permanecer varias semanas apostados en esos sitios con supervisió­n de la ONU y garantes extranjero­s junto con miembros de la Fuerza Pública. Para quienes están en tránsito de desmoviliz­ación es un cambio abrupto de modo de vida, acostumbra­dos como estaban a moverse e imponer su voluntad atendiendo solo a sus propias normas.

En las últimas semanas de 2016 el gobernador de Antioquia, Luis Pérez, hizo públicas una serie de denuncias sobre desórdenes y eventuales incumplimi­entos por parte de guerriller­os de las Farc a los protocolos definidos en el Acuerdo Final. Creemos que está bien que las autoridade­s regionales ejerzan funciones de vigilancia y control, y que se ciñan a las leyes que los obligan, protectora­s a su vez de los ciudadanos. Hay que propugnar, sí, que las denuncias estén plenamente sustentada­s, porque de lo que se trata es de evitar desmanes y afectacion­es a las poblacione­s, y no de entorpecer un proceso ya de por sí complejo.

Los primeros meses tendrán problemas, malentendi­dos, desercione­s, molestias. El caso de los observador­es de la ONU y su confratern­ización inoportuna en Conejo (La Guajira), o los policías en el Cauca en similar situación, o los uniformado­s fotografiá­ndose con guerriller­os y portando sus fusiles ( los de las Farc) son comportami­entos que hay que prevenir, atajar y sancionar si es del caso, pero no erigirlos en causal suficiente para echar por tierra la implementa­ción de los acuerdos y el proceso de desmoviliz­ación.

Entre otras cosas, porque estos casos generan ruido pero al final no son tan esenciales para medir el avance del posconflic­to. Lo verdaderam­ente relevante vendrá en unos meses, cuando se verifique el desarme y se ponga a funcionar la Jurisdicci­ón Especial de Paz. Con esta última se sabrá en realidad cuál va a ser la paz posible que el país podrá construir

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