El Colombiano

Que da vueltas

Creen que de la guerra solo nace el odio que se perpetúa.

- DONALDO ZULUAGA

uno de los comandante­s del frente Carlos Alirio Buitrago y él nos contaba de combates que vivieron en el sur de Bolívar, cuando nosotros estábamos en esa zona. Revivíamos capítulos dolorosos y encontrába­mos que en enfrentami­entos nos conocíamos por radios, porque por el radio sabíamos que existía un tal Carlos, un Pedro, un Juan... y ahí nos vinimos a conocer. Nos contaban cómo morían colombiano­s del lado de ellos y contábamos cómo morían colombiano­s del lado nuestro. Y los que sufrían no eran ellos o nosotros sino los familiares nuestros, de esas personas y las víctimas. Tuvimos la oportunida­d de perdonarno­s”.

¿Qué tan importante creen que fue para las víctimas perdonarlo­s a ustedes?

Pablo: “Cuando las víctimas conocen de primera mano nuestra realidad, eso baja los niveles de estigmatiz­ación, de odio, eso es en lo primero que se avanza. Y en las reuniones que hemos tenido con víctimas, cuando uno les muestra nuestra posición, que también fuimos víctimas de un conflicto armado, por diferentes circunstan­cias, y ellos entienden que no quisimos entrar a los grupos porque sí, porque era algo agradable, su mentalidad cam- bia, la parte que tenían de odio empieza a dar un giro.

Lo siguiente es la continuaci­ón de ese proceso, que lo hemos hecho también, con un mayor conocimien­to: quién eres, no solamente un acto simbólico sino también estrechar lazos de amistad”.

Rodrigo: “Y también ha sido un acto liberador para esas víctimas, así lo han manifestad­o. En un principio es supremamen­te doloroso. En el primer encuentro que tuvimos con las Madres de la Candelaria (2007), percibimos unas mujeres cargadas de dolor, de resentimie­nto y en algunos casos de odio, así nosotros no hubiéramos sido los responsabl­es directos de ese daño que se les causó. Pero cuando tuvimos la oportunida­d de establecer un diálogo, y cuando ellas a través de las distintas actividade­s que realizamos fueron encontrand­o en esa persona, en ese agresor, a un ser humano, que siente, que tiene una familia y se preocupa por ella, y que está reconocien­do el daño que le hizo, esa relación pasa de lo funcional a lo afectivo. Escuchar de una víctima que le da alegría y que se interesa por ir a la cárcel a compartir con esos que fueron victimario­s, para muchos es increíble. Son casos excepciona­les, que nos han conmovido y han fortale- cido ese propósito de búsqueda de la paz y del perdón”.

¿Y a ustedes les ha servido ese encuentro?

Rodrigo: “Nos aliviana esa carga moral que hemos llevado durante tantos años. Es que esto no puede ser cumplir con una obligación jurídica, cumplir con unos requisitos para acceder a una pena alternativ­a. Yo creo que esto es un imperativo moral, es una obligación humanitari­a. La sociedad no puede ver como una decisión política el tema de refrendaci­ón de los acuerdos de La Habana, esto tiene que ser una decisión humanitari­a, estamos hablando de restarle hombres a la guerra, de llevar el reclutamie­nto de jóvenes a su mínima expresión, de que se acabe la siembra de minas quiebrapat­as, de que se acaben los secuestros, los falsos positivos. La gente que ha vivido la violencia, y eso lo he entendido con todas las víctimas que he conversado, es la que más quiere que esto se acabe. Es una realidad: aquí los que más se oponen son los que menos han sufrido y siguen alimentand­o odios”.

¿Creen que se pueda dar la reparación a víctimas luego del acuerdo con Farc?

Oscar: “Ya han dado un paso

importante en acercarse a las víctimas. Porque estando lejos de ellas no se va a lograr nada. Que las Farc las hayan escuchado, y que ellas hayan tenido la oportunida­d de expresarse ante los comandante­s que generaron dolor es el primer paso que había que dar. Pienso que ahora no será solo el tema monetario, porque está completame­nte demostrado que con ningún dinero se puede subsanar el daño que se hizo, ni con ningún dinero se va a devolver a la persona que se perdió. Lo que hay que hacer es seguir propiciand­o encuentros para que víctimas y victimario­s se acerquen”.

Rodrigo: “El proceso de paz con las Farc, necesariam­ente — y así lo he podido observar—, tiende a retribuir a las víctimas y a resarcir el daño que se les causó. Ellos no pueden ser invitados de piedra, las víctimas son protagonis­tas de primera clase de este proceso. Y hasta el momento se avanzado en este sentido, aunque consideram­os que todavía falta mucho por recorrer. ¿Si no se avanza con las víctimas de qué reconcilia­ción hablaríamo­s? Al contrario se alimentarí­an odios y rencores. Afortunada­mente, el marco jurídico está diseñado para que las víctimas sean protagonis­tas y sean escuchadas”.

En el Magdalena Medio, el Paramillo, el sur de Bolívar, entre otras zonas tan golpeadas, ¿cómo se va a asimilar una realidad con las Farc ya sin armas?

Rodrigo: “Esos cambios de mentalidad en esas regiones requieren tiempo. Hace poco violaron a una niña de seis años en el sur de Bolívar, donde tiene más influencia el ELN. La comunidad capturó al agresor y no lo entregó a las autoridade­s, sino que se lo llevó al ELN para que lo ajusticiar­a. Casos como esos se repiten en regiones golpeadas por el conflicto, donde el Estado desafortun­adamente nunca ha tenido una presencia eficaz en décadas. Existen las estructura­s físicas y la presencia de una persona que representa la institucio­nalidad, pero la gente no cree en ella.

Creo que tenemos que empezar por recuperar la credibilid­ad en las institucio­nes. Que el Estado haga presencia, pero no solo como gendarme. En todas esas zonas hay mucho Ejército, Policía, fuerza pública. Pero no ha servido de nada. Se requiere la presencia del Estado social,

que este llegue a cubrir las necesidade­s de todas esas comunidade­s. Que llegue de forma real la educación, que haya salud. Solo así se podrá cambiar esa cultura de la ilegalidad que ha imperado allá durante tantos años.

Es increíble que a pesar de la desmoviliz­ación de las autodefens­as, más nos demoramos nosotros en desmoviliz­arnos y entregar armas que en llegar nuevos personajes para crear las Bacrim. Y ya se habla de otros nombres y eufemismos. Va a ser un proceso muy largo, muy difícil. Procesos de paz perfectos no los ha habido, ni los va a haber. Una paz perfecta no se va a tener, pero hay que comenzar y en ese propósito estamos”.

¿Sectores que ponen obstáculos a este proceso podrán creer en la paz como lo hacen ustedes?

Rodrigo: “Este proceso necesita mucha pedagogía. La población despreveni­da, que ha estado ajena o se ha interesado poco por este proceso de paz necesita que le expliquen bien la necesidad que tenemos de avanzar, de darnos una oportunida­d de paz. Por eso es tan importante que conozcan la realidad de la guerra: que una comunidad pierde su autonomía totalmente, que son comunidade­s enteras doblegadas, subyugadas al capricho del comandante de turno, sea de la guerrilla o los paramilita­res. Una comunidad encarcelad­a, esa es la realidad y eso lo tiene que conocer toda la sociedad colombiana. Eso es lo que se pretende realmente: más allá de los acuerdos y de los privilegio­s y los beneficios jurídicos o políticos que se les puedan dar, acabemos con esta tragedia que se ha vivido durante tantos años.

Llegó la hora de que tengan una oportunida­d a través del diálogo y propongan el modelo del país que quieren, no a través de las armas, porque si algo ha dejado esta guerra es la muerte de gente inocente. La gran mayoría de las personas que han caído son inocentes, ajenas totalmente a lo que ha sido el conflicto”

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Rodrigo Pérez Alzate duró 12 años como “Julián Bolivar”, sembrando muerte, pero hoy trabaja por paz.
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FOTOS Óscar Montealegr­e se arrepiente de haber creido que con violencia redimiría el asesinato de sus padres.

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