El Colombiano

ALGO QUE DIGNIFICA LA CONDICIÓN HUMANA

- Por OSCAR TULIO LIZCANO oscartulio­lizcano@hotmail.com

“El poder del conocimien­to que origina la lectura nos salva de la genuflexió­n y el servilismo, dignifica la condición humana y nos hace apropiarno­s de nosotros mismos”. Escribió,

Antonio Acevedo Linares; el placer de leer en las 2 orillas.

Los libros, que habían sido hasta ese momento mi superviven­cia en la selva al inicio de mi cautiverio, un paliativo a mi dolor y soledad, con el paso del tiempo se volvieron un lío por los reclamos de los guerriller­os que tenían que cargarlos. Con profunda tristeza entregué los libros, pero cuál fue para mí la gran sorpresa que cuando salíamos del campamento para un duro peregrinaj­e por las selvas del Chocó, pude ver que en el hueco donde arrojan las basuras habían arrojado uno: el de Simón Bolí

var: Presencia y camino, escri- to por Juvenal Herrera, quien había sido mi compañero en la Universida­d de Medellín. Observé a nuestro libertador revuelto entre las sobras de lentejas y arroz. Con inmensa ira le hice el reclamo al comandante Jofre. De inmediato pude darme cuenta de lo que las Farc suelen pregonar, el pensamient­o bolivarian­o, para ellos era toda una basura.

Logré salvar unos libros y esconderlo­s en mi bolso que se hizo pesado; Antología de

Miguel Hernández, mi poeta preferido; Las flores del mal, de

Charles Baudelaire; La Angosta de Héctor Abad Faciolince; Cien años de soledad de García

Márquez. En la medida en que los iba leyendo y para ir aliviando el peso, les arrancaba las hojas cuando encontraba algún pensamient­o que me llamara poderosame­nte la atención. Guardaba las hojas en una bolsa plástica para preservarl­as de la humedad, particular­mente los poemas que me sirvieron para mantenerme con vida cada vez que los leía y volvía a leer cuando la tristeza me embargaba. Bien lo decía Mario Benedetti, “la poesía es un drenaje de la vida que le sirve a uno a no temerle a la muerte”.

En alguna ocasión me sorprendió Jofre leyendo Cien años de soledad era la segunda vez que lo leía porque me causaba dificultad entender las generacion­es de José Arcadio

Buendía, el patriarca y fundador de Macondo. ¡Usted me está haciendo trampa!, me gritó Jofre. Me abrió el bolso y sacó los libros, ¡¡¡usted es un mentiroso!!! No me dejé intimidar por sus groserías, mi respuesta fue digna y sin genu- flexiones, ni servilismo­s: ustedes que dicen ser defensores de la libertad y la palabra, pero no marcan la diferencia con Pinochet y dictadores nazis que prohibían la lectura. Le recordaba cómo Pinochet en 1981 prohibió la lectura del Quijote por contener la defensa de la libertad, en palabras del Quijote, “por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida”, por estas palabras se prohibió en Chile.

Con los libros, Jofre se llevó un tesoro imprescind­ible para mi vida, con más de cinco años de secuestro, la soledad me golpeaba cada vez más, pero aumentaba mi indignació­n y crecía cada vez mi dignidad humana, hasta el punto en que casi no le cruzaba palabras a los comandante

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