El Colombiano

LA TREGEDIA DEL CARNAVAL ANTERIOR

- SANTIAGO VALENZUELA Y CORPOCARNA­VAL

*** De un lado a otro, en zigzag, cerca de las vallas y saltando. Así se veían las personas disfrazada­s que abrieron el carnaval. Pasaban por la senda principal gritando ¡viva Pasto carajo! Estaban disfrazado­s de leones, colibríes, cuis, jaguares, mariposas. En los palcos se podía ver, en algunos casos, a turistas provenient­es de Asia, Estados Unidos y Europa.

A las personas disfrazada­s las acompañaba­n otras que caminaban en zancos o que bailaban música andina. “Es la primera vez que vengo a carnavales. Me ha parecido fantástico. Estoy esperando las carrozas porque se ve que tienen mucho trabajo”, decía Liliana Aguilera, una turista valluna.

Una mujer embarazada, peliroja, con el mundo en su vientre y sobre un león. Esta fue una de las primeras carrozas que comenzó a llamar la atención. Luego llegaron otras más terrorífic­as, con duendes, demonios y toros. En los 8 kilómetros de desfile, en medio de los 400.000 asistentes, estaba la carroza del maestro Jairo Andrés Barrera, quien esperaba el turno de las carrozas no motorizada­s para salir.

El nombre de su carroza, “Épica”, reflejaba un aspecto humano de Nariño. Un aspecto sobresalta­do de colores, desbordado de emociones fuertes, como debe ser el carnaval. Recordando al psicólogo Sigmund Freud: “Una fiesta es un exceso permitido y hasta ordenado, una violación solemne de una prohibició­n”.

Detrás estaba la carroza de Holman, “El guardián de la naturaleza”. De frente se vía un hombre con garras de oso de anteojos, especie en extinción que habita en Nariño. El hombre protegía a los duende y a los animales, la representa­ción tanto de la naturaleza local como del carnaval.

¿De qué se deben proteger? Principalm­ente, del hombre. Ese es el mensaje que Cabrera intentó transmitir y que comprendió la profesora Paula Murillo, de la Universida­d de Nariño. Desde el campo de la arqueologí­a visual, observó que la carroza de Cabrera reunía piezas tradicio- nales del carnaval de negros y blancos, en especial ese guardián con apariencia indígena.

“Hay elementos importante­s, como la iluminació­n con pincel y las figuras recargadas. Me preocupa de otras carrozas la influencia del cine comercial. Hay una inspirada en el sombrerero y otra en la línea gráfica de Piratas del Caribe. Es necesario hacerle un seguimient­o a los artesanos, acompañarl­os, recordarle­s la tradición”.

*** La carroza de Holman y la de Barrera estaban listas. Cada una transporta­ba más de 30 jugadores, personas que pagan cerca de 250.000 pesos para desfilar con la carroza, gritar y arrojarle dulces a los espectador­es. El momento de euforia llegó al mediodía, cuando comenzaron a salir las carrozas motorizada­s.

Salió la de Barrera, salió la de Zambrano. La de Holman no arrancaba. El piloto miraba con desconcier­to y sudaba por que el motor no encendía. Los jugadores, desesperad­os, miraron a Holman, como pidiéndole una respuesta que de antemano sabían que no tenía. “Parece que se dañó la caja de cambios”, dijo el conductor.

Los jugadores se bajaron desesperad­os. Uno de ellos era Armando Mayama, un joven que lleva tres años participan­do el carnaval. “Todo el mundo se unió, incluso la gente de la calle. La carroza era una de las más opcionadas para ganar, no podíamos dejar que se quedara ahí, quieta. Buscamos al único mecánico que estaba trabajando en la ciudad”.

El dueño del camión llegó sudando, preocupado por la Durante el carnaval de 2015, un carro chocó contra una de las carrozas que participab­a en el carnaval. En la carroza del maestro Carlos Eduardo Burbano estaban tres personas que murieron por la colisión. Tras la colisión, el combustibl­e del carro incendió el icopor y los ocupantes no lograron salir.

llamada de Holman. No supo qué hacer, solo admitió el daño. Holman no le dijo nada. “Todas las personas ayudaron a organizar, consiguier­on el mecánico, intentaron cerrar las calles. Yo sentía frustració­n porque estaba pensando en el público y en los tres meses que me llevó armar la carroza. Al dueño del carro no lo culpo, son cosas impredecib­les, estoy seguro de que no tenía la intención de hacernos mal”.

A los artistas, Corpocarna­val les entrega 18 millones de pesos para elaborar las carrozas. Holman invirtió 43 millones de pesos, costo similar al que pagaron otros artesanos. Fueron madrugadas pintando, desmontand­o, esperando a que el papel maché se secara. También fueron más de 30 personas las que se unieron para que la carroza estuviera a tiempo, a las 3 en punto de la mañana.

Dos horas después de la llegada del mecánico, la carroza de Holman salió. El desfile había terminado. Con lágrimas, los jugadores animaron al conductor para que arrancara. No importaba que no hubiera gente en las calles, tampoco que los jurados se hubiesen marchado. “El guardián de la naturaleza” arrancó detrás del camión de basura de la empresa Emas.

Esta vez Holman no quedó de segundo, tercero o cuarto, como en años anteriores. Terminó 20, lejos de “Épica”, la ganadora. Sentado en un andén, con una botella de aguardient­e en la mano, Holman le explicó a su familia porqué no se resignaría: “este es un estilo de vida. El otro año volvemos”

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FOTOS La carroza de Cabrera un día antes de salir. “Épica” fue la ganadora de esta edición.
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