El Colombiano

El desfile magno, cuando todo se puede derrumbar

Historia de uno de los artistas más opcionados para ganar en la fiesta de negros y blancos.

- Por SANTIAGO VALENZUELA A.

Una lluvia intensa empañó las ventanas de la familia Cabrera. Eran las 2:30 de la mañana del 7 de enero, en Pasto. La esposa de Holman Cabrera, su hijo y sus amigos estaban despiertos, mirándolo a través del cristal. Veían cómo, desde el taller, unas 30 personas lo ayudaban a sacar una carroza a la calle, cubriéndol­a de la tormenta. Era el día del desfile magno del Carnaval de Negros y Blancos, considerad­o por la Unesco como patrimonio de la humanidad.

Holman tenía lista una carroza de 16 metros de largo por 6 de alto. También tenía 40 competidor­es con carrozas enormes, todas movidas con camiones. A las 3 de la mañana, Corpocarna­val los citó a las senda del desfile magno. Evaluaron si cumplían con los requisitos de altura, estilo, materiales, entre otros. Con bolsas, ropa o rezando, los artesanos luchaban contra la lluvia.

Una carroza con dragones cubría la sombra de Holman, un tipo mediano, de 33 años, gafas y voz tenue. Miraba el estilo de los demás artistas. La mayoría estaban terminando detalles, algunos pintaban con pincel, otros con aerógrafos. El maestro Fabián Zambrano, hijo de Alfonso Zambrano, daba órdenes para terminar cuanto antes la carroza tradiciona­l, construida con papel maché.

El amanecer iluminó las calles desoladas; apenas se veían los trabajador­es del carnaval instalando los palcos. Después de las 7 de la mañana comenzó a llegar la gente. Como en el Desfile de Silleteros en Medellín, todos querían ocupar un puesto cerca a la senda principal. En ese lapso de 3 horas, los espectador­es jugaron con harina y espuma, lanzándole a todo el que estuviera limpio.

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