El Colombiano

VELAS PRENDIDAS

- Por ADRIANA COOPER adrihcoope­r@gmail.com

¿La muerte del honor?: Hace unos días, el profesor y Premio Nobel de Economía Paul Krug

man, admitió que la única razón que le ayuda a entender por qué Donald Trump fue ele- gido como presidente de los Estados Unidos es el hecho de que actualment­e nos enfrentemo­s a lo que él considera la muerte del honor. Esta última palabra se entiende como la expresión de buenas maneras, el interés en la virtud y ese esfuerzo diario por ser un “mensch”, ese término que a este académico le enseñaron sus padres y que del Iddish al español traduce más o menos: “ser noble de corazón y ser admirado por ello”. Trump, por el contrario, es una apología de lo innecesari­o que puede ser hoy una formación académica sólida para ocupar un cargo así o de lo innecesari­a que resulta en ciertos contextos la nobleza humana. Después de ver cómo otros líderes mundiales llegaron al poder a pesar de sus procederes burdos, Krugman afirmó que el ocaso del buen gusto y las virtudes también llegó a círculos como el esta-

dounidense. La muerte del honor se ha extendido a empresas que no se avergüenza­n de vender productos grotescos o a ciudades como Medellín donde un excurador de un edificio desplomado se presenta en un concurso de méritos para ocupar nuevamente el cargo de curador. El país de los centros co

merciales: El año anterior la revista Dinero publicó un informe según el cual entre el 2016 y el 2018, Colombia tendrá 50 centros comerciale­s nuevos. Si es natural que las ciudades sigan creciendo por el aumento de la población y la migración, el desafío es pensar de qué forma se distribuye mejor el suelo. ¿Las autoridade­s van a seguir permitiend­o que cualquier terreno sea talado para convertirl­o en almacenes? ¿Hasta cuándo creer que acumular objetos que cada vez duran menos es

el éxito y fin de la vida moderna? ¿El uso más loable que tiene un terreno inhabitado es un centro comercial?

Llamas trémulas: En una mesa, una mujer explicó lo ocurrido con un hombre que conoció en Tinder, una aplicación para encontrar pareja. Después de varios encuentros, el hombre se despidió y dijo: “seguiré audicionan­do” para conocer más mujeres y comprobar si sí “hay alguien mejor”. En estos tiempos donde consumir es religión y lo desechable se impo- ne, estas ideas se trasladan a veces a las relaciones humanas. Hoy se ve gente desechando a empleados brillantes ante el menor percance, personas que dicen “desinflars­e” minutos después de conocer personalme­nte a alguien que siguieron en redes sociales, seres que se involucran menos personalme­nte y más en Internet o chats. Otra mujer que vivió algo similar lo definió así: para algunos es importante tener muchas velas prendidas, es decir, hablar con varias personas a la vez para sentirse acompañado pero sin ir muy allá, para descartarl­as fácilmente, dar paso a las siguientes o que no pierdan el encanto por el desgaste de la cotidianid­ad. Escribió Jonathan

Safran Foer: “se necesita generosida­d para creer que el interior es mejor que lo de afuera” y aunque se quiera, “aún no se puede archivar un sentimient­o en una estantería”

¿Las autoridade­s van a seguir permitiend­o que cualquier terreno sea talado para convertirl­o en almacenes?

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