SOBRE TANTA CUADRÍCULA
Estación De aquí no me salgo, con gente que no discute ni debate sino que impone, que ha encontrado o se ha escondido (mejor esto) en una verdad presuntamente absoluta y desde ahí juzga sin admitir más criterios que los suyos, que se ha autoprogramado y lo que no esté en su campo (cuasi algorítmico) no existe, que solo ve la robotización (la científica, la moral, la política) como única salida y entrada, y en medio de todo esto frena, señala, reclama para sí sin contar con otros y bueno, congelado en el tiempo y el espacio, habita la cuadrícula, figura geométrica muy útil para dividir espacios (los romanos la usaron como damero para diseñar sus ciudades) pero a la vez muy peligrosa porque es jaula cuando se la representa en cubo, y más si uno está en el centro. Y no sé qué pasa o sí es cosa de autoinducidos, pero los cuadriculados, en este juego de una probabilidad única, lo que niega la probabilística que son muchas probabilidades, se han convertido en un sistema que no ve más allá del uno y el yo.
El paradigma, que es el ejemplo o modelo de algo, no es un punto de llegada sino de partida. Por eso hemos podido ir más adelante, pues no es una definición o acción literal que ya impide cualquier avance sino un punto de apoyo para asimilar lo nuevo sin descartar lo viejo. No hay cambios radicales sino sumas de cambios con fundamentos básicos para no perdernos. Mai
mónides lo tenía claro: la torá (el pentateuco) no será alterada, sus palabras se mantendrán para que, a partir de ahí se encuentren otras, se acomoden a nuevos hechos y siendo metáforas, que como dice Bor
ges son espacios de creación, abran caminos para los nuevos acontecimientos logrando que lo humano persista frente a lo que pasa. Y lo humano es estar juntos, ser nosotros, tirar líneas rectas y curvas, y no caer al vacío de la cuadrícula.
La virtualidad, la robótica, la inteligencia artificial, son logros pero no absolutos. Frente a la máquina y a la lejanía (propiciada por el individualismo), lo humano persiste. De hecho es la inteligencia humana la que crea la tecnología y, a la par, el acto inteligente dice que eso que se ha creado no es superior al hombre, sino una herramienta, una ayuda, pero no un espacio para quedar encerrados y no pasar de ahí. Las máquinas suman, restan, acumulan datos, los mezclan, pero al fin dan resultados según la escuela que siga el programador (el robot Watson funciona de acuerdo a la medicina y el derecho norteamericano, por ejemplo). Y así, lo que funciona aquí no funciona allá y, para ser más claros, la falta de subjetividad de la máquina le impide ser creativa. Así, lo que sabemos no es todo, es más lo que falta por saber.
Acotación: la utopía posmoderna, que alienta el viejo deseo de que el otro piense como yo para no equivocarme, plantea el totalitarismo del conocimiento y de la acción, el no salirse de la línea y funcionar con absolutos. Y alienta a adorar el sistema, nuevo dios, como solución al mismo miedo que crea. Pero pasa que hay herejes con inteligencia natural, impredecible
La utopía posmoderna que alienta el viejo deseo de que el otro piense como yo, plantea el totalitarismo...