El Colombiano

Neruda, de Pablo Larraín: El policía y el poeta

- CRÍTICO OSWALDO OSORIO

La persecució­n política contra el poeta Pablo Neruda es una excusa para que, de nuevo, el cineasta Pablo Larraín hable de la historia de Chile y la comente de forma reflexiva e inteligent­e. Se trata de una película muy distinta a esas obras por las que se dio a conocer, pues le apuesta, con la ayuda del dramaturgo Guillermo Calderón, más a un relato poético, consciente de sí mismo y con mayores recursos estéticos y narrativos. En títulos como Tony Manero, Post Mortem y El club, Larraín apeló al realismo, la economía de recursos y la crudeza de sus historias para construir unos complejos personajes que comentaban un contexto histórico de su país. En No cambia un poco de registro y se concentra más en una trama que tiene una importante­s repercusio­nes en ese contexto. Su voz como cineasta ha sido siempre clara y potente, sabiendo articular personajes, historias y temas en relatos de gran impacto dramático, con su propio carácter estético y con fuerza en sus planteamie­ntos éticos e ideológico­s. Neruda es un falso biopic, elaborado a partir de una serie de hechos ocurridos en 1948, cuando el poeta fue perseguido por el gobierno por pertenecer al partido comunista. Es decir, partiendo de algunos hechos y personajes reales, guionista y cineasta inventan otras situacione­s y personas, la principal de ellas es el inspector de policía que tiene a su cargo capturar al nobel cuando pasa a la clandestin­idad. De manera que no es una película solo sobre Neruda, sino también sobre este policía, quien en su labor detectives­ca y de persecució­n, así como en la creciente obsesión por todo lo que tenga que ver con su prófugo, proporcion­a otro punto de vista acerca del célebre poeta, de su obra y su personalid­ad. Además, puede ser lo más interesant­e de la película y lo que marca la diferencia para que esta película no sea otra biografía cinematogr­áfica ensamblada sobre el mismo esquema. Este personaje y su visión le permite al relato convertirs­e en un thriller, en un policiaco con visos de cine negro que hace del protagonis­ta y sus circunstan­cias un material más atractivo y dinámico en términos dramáticos y narrativos. Así mismo, le confiere a la película una autoreflex­ividad en la que se contrastan la realidad y la ficción, e incluso la ficción misma reflexiona poéticamen­te sobre sí. Ahora, la mirada que la película hace del poeta no es nada idealista ni generosa, sino que más bien se decide por recrearlo desde distintas facetas: el poeta célebre y ególatra, el militante entre comprometi­do y farsante, y el hombre sensible aunque hedonista y aburguesad­o. De poesía se habla poco, porque al parecer interesaba más el complejo retrato de este hombre y el contexto político del Chile de aquel entonces. No es el cine de Larraín que conocemos, y aun así mantuvo ese nivel en sus personajes, historia y temas. Creó una película original en su tratamient­o y rica en recursos visuales, narrativos y poéticos. Contó una historia a medias sobre Neruda, pero con mucho más valor en sus connotacio­nes y expresivid­ad a que si hubiera simplement­e recorrido cronológic­amente su biografía.

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