PRESOS DE UN TÍTULO (DRAMA CARCELARIO)
Conozco a un par de muchachos que después de pagar condenas largas en Bellavista, por estar inmersos en bandas delincuenciales, lograron cambiar sus historias de vida. Pero veo en ellos más un descubrimiento espiritual de sí mismos, para alentar su transformación, que una redención propiciada por un sistema carcelario como el de Colombia que aporta muy poco a la resocialización de los presos.
El jueves, este diario volvió al título eterno que retrata la situación de las penitenciarías del país: “Hacinados al 200%”. Según el informe, la aglomeración de reclusos en Antioquia “ha desbordado todos los cálculos”. ¿Se les hace conocido?
Para volver sobre Bellavista: su capacidad es de 2.224 personas, pero al terminar 2016 encerraba a 5.872 internos. Basta imaginar aquel infierno: reos que duermen en los corredores, en el suelo. Apiñados, en una estrechez desesperante e insalubre.
Solo esa cantidad de seres humanos en tan poco espacio permite especular con las incomodidades, las fricciones y la pobre calidad de vida que puede tener un ciudadano que va a parar allí como resultado de sus faltas a la ley, o incluso a veces por errores y vacíos que pueden engendrarse en un sistema judicial precario, congestionado y lento.
¿Quién es capaz de resocializarse en esas cárceles?
Falta atención médica, falta personal de guardia, falta trabajo sicosocial con los pre- sos y sus familias, falta una alimentación digna, faltan espacios y actividades de reeducación, faltan celdas. A los presos les están robando su derecho a reinventarse.
Se los roba el Estado, se los roba un establecimiento indiferente, se los roba un sistema que ellos con razón ven ocupado por truhanes. Porque la desatención de los presos resulta interminable. Cualquiera que tenga uso de razón y algo de memoria sabe que los presos de Colombia se la pasan en las mismas desde hace 50 años: muertos en vida.
La cárcel debería ser para ellos una demostración de que la sociedad a la que ofendieron es capaz de la conmiseración y la caridad. Tendría que enviarles el mensaje de que allá afuera hay seres de un humanismo superior, con la firmeza para el castigo, pero con la sensatez para permitir un cautiverio digno y un arrepentimiento facilitado en penitenciarías decentes, justas.
Los presos tienen derechos. Su penalidad no los despoja de su condición de ciudadanos. La cárcel no puede ser para condenar al individuo a la infrahumanidad
A los presos en Colombia les están robando el derecho a resocializarse, en la cárcel y afuera.