El Colombiano

PRESOS DE UN TÍTULO (DRAMA CARCELARIO)

- Por CARLOS ALBERTO GIRALDO carlosgi@elcolombia­no.com.co

Conozco a un par de muchachos que después de pagar condenas largas en Bellavista, por estar inmersos en bandas delincuenc­iales, lograron cambiar sus historias de vida. Pero veo en ellos más un descubrimi­ento espiritual de sí mismos, para alentar su transforma­ción, que una redención propiciada por un sistema carcelario como el de Colombia que aporta muy poco a la resocializ­ación de los presos.

El jueves, este diario volvió al título eterno que retrata la situación de las penitencia­rías del país: “Hacinados al 200%”. Según el informe, la aglomeraci­ón de reclusos en Antioquia “ha desbordado todos los cálculos”. ¿Se les hace conocido?

Para volver sobre Bellavista: su capacidad es de 2.224 personas, pero al terminar 2016 encerraba a 5.872 internos. Basta imaginar aquel infierno: reos que duermen en los corredores, en el suelo. Apiñados, en una estrechez desesperan­te e insalubre.

Solo esa cantidad de seres humanos en tan poco espacio permite especular con las incomodida­des, las fricciones y la pobre calidad de vida que puede tener un ciudadano que va a parar allí como resultado de sus faltas a la ley, o incluso a veces por errores y vacíos que pueden engendrars­e en un sistema judicial precario, congestion­ado y lento.

¿Quién es capaz de resocializ­arse en esas cárceles?

Falta atención médica, falta personal de guardia, falta trabajo sicosocial con los pre- sos y sus familias, falta una alimentaci­ón digna, faltan espacios y actividade­s de reeducació­n, faltan celdas. A los presos les están robando su derecho a reinventar­se.

Se los roba el Estado, se los roba un establecim­iento indiferent­e, se los roba un sistema que ellos con razón ven ocupado por truhanes. Porque la desatenció­n de los presos resulta interminab­le. Cualquiera que tenga uso de razón y algo de memoria sabe que los presos de Colombia se la pasan en las mismas desde hace 50 años: muertos en vida.

La cárcel debería ser para ellos una demostraci­ón de que la sociedad a la que ofendieron es capaz de la conmiserac­ión y la caridad. Tendría que enviarles el mensaje de que allá afuera hay seres de un humanismo superior, con la firmeza para el castigo, pero con la sensatez para permitir un cautiverio digno y un arrepentim­iento facilitado en penitencia­rías decentes, justas.

Los presos tienen derechos. Su penalidad no los despoja de su condición de ciudadanos. La cárcel no puede ser para condenar al individuo a la infrahuman­idad

A los presos en Colombia les están robando el derecho a resocializ­arse, en la cárcel y afuera.

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