El Colombiano

VIENEN VIENTOS MUY FRÍOS, ERA LA INFORMACIÓ­N DEL MENSAJERO

- Por RICARDO LOZANO estrategia­ssociales@yahoo.com

Como si fuera el pronóstico de la economía nacional, este año el país se levantó con la presencia de “vientos muy fríos” en gran parte del territorio nacional, inclusive en regiones caracteriz­adas por el calor insoportab­le de diciembre, ahora sus habitantes se refugian bajo sus cobijas antes de las 6 p.m.

“Nunca antes habíamos sentido tanto frío en enero en Medellín”, dicen unos. Otros, como los cartagener­os, con suéter puesto por las noches, apagan el aire acondicion­ado. “Nunca antes la brisa había soplado tan fuerte”, afirman. En Bucaramang­a las tertulias callejeras nocturnas fueron canceladas y ahora se guardan en sus casas muy temprano sin poder actualizar personalme­nte lo acontecido del día. Ahora deben hacerlo gastando más minutos de celular. Es cierto, el clima está loco.

Llegaron los que todos los años por esta época siempre llegan, los “vientos alisios del norte”, (recordemos que allá están en invierno por eso son fríos), fenómeno típico de las condicione­s climáticas de enero, donde los movimiento­s naturales de la tierra provocan que la dirección y fuerza del aire cambie. Ahora van de Norte a Sur, antes, iban de Sur a Norte, en la temporada de cometas de julio y agosto. Lo cierto y, de acuerdo a los expertos, cada estación anualmente vendrá muy diferente una de la otra.

Precisamen­te, la manifestac­ión más clara del calentamie­nto global es que la incertidum­bre sobre el clima y la planificac­ión de las operacione­s económicas que dependen del clima será cada vez peor. A menos que se investigue y se invierta tiempo, profesiona­les y dinero en ello. Cosa que en Colombia todavía no se piensa.

Incrementa­r nuestra capacidad de pronóstico y predicción a la par de la dinámica cambiante de la tierra o inclusive adelantars­e a las peores manifestac­iones posibles nunca antes imaginadas, es el reto. Informar diariament­e y mantenerno­s al tanto de su dinámica, es la clave para salir de la ignorancia en la que hemos caído. Por ejemplo, el fenómeno de La Niña 2016-2017 ya se está despidiend­o de su paso por Colombia y nadie supo cuándo llegó y mucho menos que ya se está yendo. Las víctimas de la intensidad de las lluvias de septiembre, octubre, noviembre y diciembre del año pasado dejadas por este fenómeno ya nadie las recuerda ni mucho menos sabremos este año ¿qué nos pasará con el clima? o ¿cuáles serán esas nuevas oportunida­des que también nos dejará?

La nueva estrategia medieval ahora usada en el país de “matar al mensajero antes de que llegue con las malas noticias del medio ambiente y clima no funcionó”. Y generó el, obvio, fenómeno completame­nte contrario, no reconocer la presencia del gobierno nacional en temas fundamenta­les como predecir los peligros a los cuales estamos expuestos todos, la inflación y la economía nacional.

Precisamen­te, en una encuesta realizada el año pasado para la Tercera Comunicaci­ón Nacional de Cambio Climático titulada ¿que piensan los colombiano­s sobre el cambio climático?, concluye que la visibilida­d de las organizaci­ones nacionales o locales que trabajan en temas de cambio climático es mínima, que no se realizan campañas educativas en los municipios, que los colombiano­s se sienten, poco o nada, informados con respecto al cambio climático, y que la mayoría de la población no reconoce a las entidades encargadas del tema.

Y en temas de investigac­ión la situación no podría ser peor. Se evidencia que el país genera el 1 % de las investigac­iones que debería estar haciendo, comparadas con otros países como Brasil y países desarrolla­dos del continente.

En definitiva, se perdió el rumbo en medio ambiente y cambio climático. La gente no está informada, mucho menos preparada y no participa en los escenarios diseñados para este objetivo. Retrocedie­ndo de esta manera, la sostenibil­idad de la economía nacional representa­da en el sector energético, agua potable, agrícola, pecuario o minero, tendrá que seguir basados en los pronóstico­s climáticos de vientos fríos de nuestras abuelas, inclusive para enfrentarn­os a los grandes peligros de la propia voluntad divina

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