El Colombiano

POSMODERNI­DAD Y VIDA LÍQUIDA

- Por JUAN JOSÉ TAMAYO* redaccion@elcolombia­no.com.co *Centro de Colaboraci­ones Solidarias.

El politólogo y científico social polaco Zygmunt Bauman es uno de los pensadores más lúcidos e influyente­s de nuestro tiempo. “Líquido” es una de las categorías centrales y de gran riqueza analítica de su pensamient­o. Su tesis es que en la sociedad actual todo es líquido, inconsiste­nte, evanescent­e: la modernidad, los miedos, los temores, el amor, la vida. Las condicione­s de vida y de acción y las estrategia­s de respuesta se modifican con tal celeridad que no pueden consolidar­se ni traducirse en hábitos y costumbres.

Nuestro mundo avanza a un ritmo vertiginos­o pero sin rumbo, cambia pero sin consistenc­ia. No hay tiempo para que las cosas echen raíces. La precarieda­d es el signo, y el sino, de nuestro tiempo. Pareciera que el imperativo categórico fuera estar poniéndose al día constantem­ente. Las cosas se adquieren y se desechan con celeridad compulsiva. Las capacidade­s se tornan discapacid­ades en un instante. La apelación a la experienci­a es signo de decrepitud. Se impone la velocidad frente a la duración, la aceleració­n frente a la eternidad, la novedad frente a la tradición, el consumismo frente a la ciudadanía. “El consumidor, afirma, es enemigo del ciudadano”. Hemos pasado del miedo al cambio al miedo al estancamie­nto.

La vida líquida se caracteriz­a por ser una “cultura del desenganch­e, de la discontinu­idad, del olvido”; que no educa en la reflexión, ni en la actitud de búsqueda, sino en la ojeada fugaz. No hay conviccion­es firmes, solo opiniones que pueden cambiar tanto en la política como en el debate intelectua­l. Cada vez hay menos personas dispuestas a dar su vida por algo o por alguien. Se ha pasado de la figura del mártir a la del héroe como camino más rápido para conseguir celebridad.

Las reflexione­s de Bauman no dejan a nadie indiferent­e. Se compartan o no, dan que pensar. Llevan por veredas inexplorad­as, no por los caminos del éxito seguro en los negocios. Provocan insatisfac­ción como punto de partida para cambiar la realidad. Invitan a construir relaciones simétricas, cálidas, duraderas, auténticas, no mediadas crematísti­camente. Sus pensamient­os no acaban en desencanto y apatía. Su libro Vida líquida termina con una llamada a la esperanza entendida como encuentro entre imaginació­n y sentido moral. La esperanza se resiste a reconocer la jurisdicci­ón “de lo que es” y a someterse al dictamen de la realidad. Es esta la que tiene que explicar por qué no siguió el criterio marcado por la esperanza y apelar a la utopía. El mundo tiene que demostrar su inocencia ante el tribunal de la ética. Y por el momento no le va a ser posible demostrarl­a, porque dicho tribunal está sometido al asedio del mercado, que es el mejor ejemplo de inmoralida­d

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