El Colombiano

Cano llevó el campo al Banco de la República

El ibaguereño, Carlos Gustavo Cano, termina 12 años en la Junta Directiva del Banco de la Repúlica. Así es la historia menuda de un defensor del agro.

- Por DAVID ORTIZ CASTAÑO

El economista Carlos Gustavo Cano termina su ciclo de 12 años en la Junta del Emisor, pero deja clara la importanci­a de mirar al campo para pensar el desarrollo del país.

He tratado de quitar esto de ir con corbata en el Banco de la República, pero a veces toca”. Esta frase da forma a las ideas de Carlos Gustavo Cano, codirector de la Junta del Emisor y que se despide este 31 enero, luego de 12 años en el cargo.

A lo mejor y este rasgo en su forma de vestir empiece a dar una idea de que Cano es un tipo de contrastes. Confiesa que, en cuanto a música, no cambia las oberturas de Bach o Mozart por nada en el mundo, como tampoco cambia unos buenos frijoles con chicharrón.

Tal vez así, entendiend­o esas orillas, se puede explicar por qué no se pierde ningún programa social que implique la reconversi­ón agrícola del país y el auxilio a los pequeños agricultor­es, aún cuando su trabajo en la última década fuera analizar los datos macroeconó­micos del país.

Este ibaguereño de 70 años, llegó a la Junta del Emisor en febrero de 2005, tras ser nombrado por el entonces presidente Álvaro Uribe Vélez. Desde entonces ha sido un codirector atípico, por lo menos así lo recuerda Leonardo Villar, director de Fedesarrol­lo y compañero en el Emisor. “Era más vocal que la mayoría y eso chocaba con las formas de actuar de los otros”, recuerda.

Sus actitudes lo hicieron mediático, de allí a que se le conociera incluso como el rebelde de la Junta, pues sobresalía por sus abiertas posiciones de política monetaria y por llevar la contraria cuando una decisión se planteaba por mayoría.

Cuando la Junta se orientaba a bajar las tasas de interés del Emisor, Cano controvert­ía y cuando pasaba lo contrario, también lo hacía.

–Y, ¿esa maña de llevar la contraria, la tiene solo desde que llegó al Banco? –No, yo creo que todos los puestos y trabajos a los que me dediqué en la vida me acostumbra­ron a ser un tipo contracícl­ico, a nadar contra la corriente” (risas).

Con esto, este economista del campo abre el paréntesis de su vida, que va desde las fincas arroceras de su padre, Gustavo Cano, hasta las frías temporadas en Estados Unidos y Reino Unido, pasando por altos cargos como presidente de la Sociedad Colombiana de Agricultor­es (SAC) y ministro de Agricultur­a.

Sin embargo, confiesa, que cuando se retire del Banco al final de este mes, tendrá uno de los mejores puestos a tiempo completo de su vida, el de abuelo de tres nietos.

Entre Lancaster e Ibagué

El gusto y la preocupaci­ón por el desarrollo rural no le viene de un salón de clase ni de una conferenci­a en un tablero.

Creció entre fincas. De allí su conocimien­to sobre la rehabilita­ción social que debe darse de mano de la agricultur­a. Su padre, que llegó a Toloma desde Medellín, en 1942, paulatinam­ente se apegó al campo. A lo mejor, porque su esposa venía de una familia cafetera del Quindío.

“Este país tiene una gran tarea pendiente, que se aplazó por cuenta de la guerra. Los campesinos fueron los que más la sufrieron, y son ellos mismos la esperanza para recuperar el trabajo perdido”, comenta Cano, el hijo (ver Entrevista).

A pesar de esta idea, no duró mucho en Ibagué, pues su padre lo envió a estudiar con los Jesuitas, allí vivió con sus abuelos, para luego partir a Bogotá a estudiar economía en la Universida­d de los Andes.

Y como no podía quedarse quieto, tan pronto como terminó la carrera, volvió a Medellín a buscar trabajo. Llegó a Industrias Noel como director de Planeación. Viajó a Lancaster, Reino Unido, en 1972 para estudiar su maestría en economía, sin descuidar las falencias del campo en Colombia.

A su regreso, se enroló en el Instituto de Fomento Industrial (IFI), donde volvió a acercarse al campo y trabajó de la mano de los cultivador­es de algodón del Tolima.

–Siempre la tierra llama... –Algo así, pero sin saber logré convencer al presidente de Fabricato, el doctor Jorge Posada, de crear la planta de hilaza de la compañía, que fue Textiles Espinal, y me quedé manejándol­a hasta 1979.

Esa vena por acercar cada proyecto al desarrollo del agro empezó a caracteriz­arlo. “Carlos Gustavo tiene ese plus, de hacer entender entre todos los economista­s que el desarrollo del campo es transversa­l para la sostenibil­idad del país y esto lo transmitió también en la Junta del Banco”, agrega Rafael Mejía, presidente de la Bolsa Mercantil de Colombia y expresiden­te de la SAC.

Tras pasar por Fabricato, Carlos Gustavo volvió a la raíz, a la del arroz, y retomó los pasos de su padre. En 1982 ausmió como presidente de la Fe- deración Nacional de Arroceros de Colombia (Fedearroz) gremio que lideró ocho años y le abrió las puertas de la SAC en 1990.

–Si fue presidente del gremio en esa fecha, ¿se oponía a la apertura económica? –¡Claro!, le critiqué muchísimo al presidente Gaviria, que fue compañero de universida­d mío, que ese proceso se hizo unilateral­mente y tuvo efectos durísimos sobre el campo. –Pero duró muy poco en la SAC. –Ya le cuento por qué...

Una aventura fallida

Solo un año en el máximo

“Colombia tiene una gran tarea pendiente con el campo, que se aplazó por la guerra. Pero si queremos una solución son ellos, los campesinos, los que nos darán las esperanzas de hallarla a tiempo”.

puesto gremial de los agricultor­es de Colombia, poco tiempo para un cargo que, generalmen­te, tiene presidente­s durante décadas.

Lo dejó por una aventura política. Para ese entonces, en 1991, el expresiden­te Uribe se lanzaba al Senado de la República e invitó a Carlos Gustavo a hacer parte de su lista. Su relación se tejió por razones gremiales, desde que Cano estaba en Fedearroz.

En ese momento, Uribe estudiaba un posgrado en el exterior, así que, apoyado por Cano, se ideó una estrategia.

“Me recorrí toda Antioquia con un celular y un megáfono”, cuenta entre risas.

El economista se volvió, por campaña, en pregonero. Tomaba el teléfono y le indicaba a Uribe que ya, que ya estaba listo el público para escucharlo.

Entonces, ubicaba el megáfono frente al parlante del celular y el expresiden­te iniciaba su discurso. A pesar del esfuerzo, “me quemé”, reconoce. Desde ese momento, se dio cuenta él era un tipo nombrable, mas no

elegible.

Esa fue su primera y única aspiración por un cargo de elección popular. Con las quemaduras aún vivas, sacó de la chistera un eufemismo: “los que quedamos desemplead­os, podemos decir que empezamos a hacer consultorí­as”, dice para justificar que, luego de 1992, no tuvo cargo fijo (ver Cronología).

En 1995 lo llamaron para salvar la Caja Agraria, pero fue imposible. Entre la corrupción y los malos manejos “se habían comido la entidad”. Allí rompió toda comunicaci­ón con el gobierno del expresiden­te Ernesto Samper, que aún califica de “débil”.

A las 12 horas de salir de la Caja Agraria, solo un año después de tomar posesión, Cano recuerda que se firmó una convención colectiva que terminó de hundir a la institució­n. En ese caso, llevó la contraria, pero no pudo. Sin embargo, uno de sus grandes amigos y mentor, el economista Hernán Echavarría Olózaga, ya le tenía otra tarea.

Medios y una tragedia

Pasó a ser presidente de Comunican S.A, sociedad dueña en ese entonces del diario El Espectador, en este puesto estuvo un año, entre 1996 y 1997 (no en vano, Cano insistió, durante su paso por la Junta, en el valor de la comunicaci­ón del Banco Central, porque conocía de ante la importanci­a de decir las cosas claras).

Para ese tiempo, el diario se encontraba en una profunda crisis económica, a tal punto que su patrimonio era negativo. Así que su misión era sanear cuentas. En ese periodo se consolidó la venta al Grupo Santodomin­go y Cano terminó su trabajo. –¿Fue muy difícil concertar a los acreedores y hacerlos confiar en un medio de comunicaci­ón? –No, me di cuenta que es más difícil poner de acuerdo a una sola familia que salvar a toda una empresa.

Con sus contactos en el sector agropecuar­io de América Latina, llegó a ser el representa­nte para Colombia del Instituto Interameri­cano de Cooperació­n para la Agricultur­a (IICA), hasta que en 1999 una tragedia conmocionó a su familia.

Cano, como delegado de la IICA, acompañaba una misión del Plan de Desarrollo Alternativ­o (Plante), en el cual trabajaba uno de sus tres hijos, Carlos Santiago Cano.

Ambos iban camino a Planadas, Tolima, una mañana de marzo, sin embargo, en aeronaves diferentes y lo impensable sucedió. El avión donde iba

el hijo de Carlos Santiago se accidentó. El saldo: cinco personas fallecidas, entre ellas el joven de 23 años.

En medio “de tanto dolor, tuvimos la gran ayuda de amigos peruanos del IICA, que me ofrecieron mudarme a Lima, y nos fuimos hasta 2002”.

De vuelta al ruedo

–¿Por qué regresó a Colombia? –Por la misma razón que me salí de la SAC, el entonces presidente Uribe me llamó.

Así fue que Cano llegó al Ministerio de Agricultur­a, donde estuvo hasta 2005. Recuerda que se diseñaron políticas sin presiones y sí pudo exponer su visión de la transforma­ción del campo.

Y, justamente, el expresiden­te lo nombró a él y a otro ibaguereño, Juan Mario Laserna como codirector­es del Banco. “Yo creo que eran tan amigos que no solo eran vecinos de oficina en el Banco, debían ser vecinos de finca en el Tolima”, comenta Leonardo Villar, quien agrega que la muerte en julio de 2016 de Juan Mario “fue un golpe fuerte para Carlos Gustavo”.

Entre tanto, desde su entrada al Emisor, le tocó enfrentar dos reveses inflaciona­rios: el de 2008 y el de 2015-2016.

Ahí puso a prueba, una vez más, por qué llevar la contraria le funciona. Para el caso de la subida de precios entre 2015 y el año pasado, fue el primero en alertar sobre la tardanza del aumento de tasas de interés, a pesar de que, entre el Gobierno y economista­s pensaban que había tiempo de espera.

Con esa última lección, 12 años después de llegar, se despide de la Junta. Alcanzó el tiempo máximo legal para estar en este cargo, o sea, le supo cumplir al país. Su restio coincide con la salida del gerente José Darío Uribe. Volviendo al eufemismo:

–¿Qué va a hacer ahora doctor Cano? –Volver a las consultorí­as y a mis nietos

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Carlos Gustavo Cano Saenz, deja el Banco de la República, luego de 12 años de imprimirle la importanci­a del agro a la macroecono­mía. FOTO MANUEL SALDARRIAG­A

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