El Colombiano

Yo sobreviví a la dictadura

A 40 años de la Operación Cóndor, la herida por la dictadura sigue viva. En febrero continúa la megacausa judicial. Recorrido por el lugar de las torturas.

- Por CATALINA OQUENDO B. Colaboraci­ón especial, Buenos Aires CORTESÍA MUSEO SITIO MEMORIA ESMA

Por este lugar pasaban los desapareci­dos, los llevaban hasta la enfermería a través de esta escalera que era denominada la ‘escalera de los traslados’. Iban adormecido­s hasta el lugar donde estaban los camiones. De ahí a los vuelos de la muerte”.

El relato se escucha más intenso y doloroso porque ocurre precisamen­te en la Esma, la Escuela Mecánica de la Armada Argentina, el símbolo por excelencia de la tortura durante la dictadura en el cono sur. El lugar donde, según datos oficiales, fueron detenidas 5 mil personas y desde el cual la mayoría salían pensando que serían liberadas y en cambio, eran lanzadas desde aviones al océano.

Entre el público, un hombre menudo de chaqueta negra, jeans y cola de caballo escucha atento. Para su desgracia, Ricardo Coquet conoce cada palmo de ese lugar.

“En este rincón- señala Coquet- se hacía Informe Cero, una revista que después se distribuía en Europa tratando de demostrar que en Argentina se respetaban los derechos humanos. Aquí también- y muestra otro lugar- se daba el traslado de los compañeros”, narra el hombre que sobrevivió a las torturas en este centro de detención ilegal, hoy convertido en Sitio de Memoria.

Junto a él está Maco Somigliana, del Equipo Argentino de Antropolog­ía Forense, quienes identifica­ron los restos de personas que habían sido lanzadas desde los aviones y cuyos cuerpos apareciero­n en las costas argentinas y uruguayas.

Es sábado y en la Esma hace frío. La Escuela de Mecánica es un lugar que se siente helado, quizá por lo que allí ocurrió. Tiene un sótano donde se realizaban las torturas, habitacion­es vacías, donde se atendían los partos de las embarazada­s secuestrad­as, un zarzo conocido como el sector de capuchas o ‘dormitorio­s’. Es un espacio donde compartían la muerte y la vida de muchos niños que, ahora se sabe, fueron robados por los militares; y está a unos metros de una ruidosa vía principal de Buenos Aires.

La Esma es también el lugar donde el gobierno del saliente Barack Obama le acaba de entregar a Argentina 500 documentos desclasifi­cados de la CIA sobre la participac­ión de Estados Unidos en la dictadura; y el sitio donde un sábado de cada mes se hace un recorrido íntimo con alguno de sus sobrevivie­ntes.

Soy testigo

Ricardo Coquet era el número 896. Fue secuestrad­o en 1977 cuando salía de una confitería de un barrio céntrico de Bue- nos Aires junto a un primo suyo y llevados en Ford Falcon hasta la Esma.

Era carpintero y diagramado­r y, a sus 24 años, integraba la Juventud Universita­ria Peronista de la Facultad de Medicina de la U. de Buenos Aires.

“Me recibieron con paso de corriente en los genitales, la boca, el cuerpo”, narró Coquet ante la justicia donde aporta informació­n para la megacausa judicial que tiene a varios militares procesados.

Estuvo ahí entre el 10 de marzo de 1977 y el 3 de diciembre de 1978, continúa, su relato mientras camina por la Esma. “Me hacían confeccion­ar organigram­as con las personas que pertenecía­n a la organizaci­ón Montoneros. Des- pués la tarea se fue sofistican­do y participé en la diagramaci­ón de documentos falsos, cédulas de identidad, banderas”.

Sobrevivió, como dice, porque después de la tortura y haberse tomado una pastilla de cianuro que solían usar los detenidos, encontró la veta de la vida. “Me tomo la pastilla y quedo vivo, entonces veo que hay una veta. La veta es estar vivo. Después de eso, mi cabeza no estuvo más en morir”.

Tal vez por eso Coquet prefiere que lo llamen testigo y no sobrevivie­nte. De hecho, su testimonio ha servido en la causa en la que ha aportado informació­n sobre las embarazada­s, el secuestro de dos monjas francesas y los vuelos de la muerte.

Actualment­e, de acuerdo con la Esma, hay 63 militares imputados, 8 de los procesados son juzgados por los vuelos de la muerte y son 789 víctimas las incluidas en el juicio. En total, junto con Coquet, son 830 los testigos que declaran en la causa.

El juicio se reanuda en febrero cuando la defensa de los imputados podrá hacer sus alegatos y el público general podrá asistir a ellos, porque en Argentina esta es una herida aún viva.

“Es bueno ser testigo aunque me gustaría poder abrazar a todos los compañeros que no están. Ahora nos abrazamos todos y seguimos”, remató Coquet al finalizar el recorrido

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FOTOS La Esma, donde se torturaba a la gente, hoy es un museo.
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Andrea Kirchmar recorre la Esma. Cuando niña allí jugaba. De grande se convirtió en testigo. Ricardo Coquet (derecha), sobrevivie­nte, durante su recorrido por el centro de detención Esma.

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